lunes, diciembre 24, 2012

¡Ay Carmela! de Sanchis Sinisterra


La puesta de la pieza del autor español que trabaja sobre la suerte de dos cómicos de la legua durante la guerra civil española, tiene en la versión de Carlos Belloso1 un punto de vista que pone el acento en el cuerpo y la voz de los actores y elimina todo artefacto que pudiera distraer al espectador de la tensión dramática que se instala cuando Paulino, solo, comienza su recitado a la vez que produce aquello que no puede evitar pero que también es un recurso desesperado de su trabajo, el elemento sonoro de la cantata de sus pedos. Carmela y Paulino se reencuentran en un no tiempo, en un espacio aislado del horror que los invade, uno tratando de sobrevivir en él, la otra trayendo en su llegada un recuerdo doloroso y eterno. El tablao que se alza en el medio del espacio escénico, es también la posibilidad de entrada y salida de los personajes que narran entre el presente de la acción, y el relato suspendido, una noche, la noche del espectáculo infame que provocará en Carmela una respuesta digna delante del enemigo, el propio Francisco Franco. Tanto Belén Santos como Adrián Venagli, construyen sus personajes con la fuerza y la ternura necesarias para lograr la empatía con el espectador y llevarlo desde allí a un pasado que tal vez para muchos sea también un trozo de la propia historia. La composición que realizan logra infundir a sus criaturas la densidad que permite penetrar en ese mundo escindido entre el valor de vivir y el valor de morir por una causa. De lo absurdo de esas vidas marcadas por el enfrentamiento fraticida, surge la fragilidad de un arte popular que de pueblo en pueblo llevaba un poco de alegría, música y humor a los fatigados habitantes mientras a sus actores les permitía malvivir entre las bombas y los escombros. Sueño, delirio, realidad se suman al relato, y la dirección vira a la oposición de los contrarios para producir los climas que se producen entre ambos. En esta su segunda temporada, la madurez del trabajo permite una relación de mayor profundidad con el texto de Sinisterra, y una presencia segura en el espacio escénico que se trasmite al espectador y lo involucra desde lo visceral. Belloso como director ya ha realizado otras puesta en escena pero en ésta, en especial, también ha efectuado el diseño de luces, un gran acierto pues le imprime un juego de luz y sombras que permite una mayor focalización de la experiencia expectatorial en un espacio lúdico despojado y amplio, una imagen visual muy plástica. Al inicio, por ejemplo, la figura femenina surge entre las penumbras, solo es recortada su silueta por la iluminación mientras su rostro nos es vedado, así el espacio virtual representado es introducido a partir del dispositivo lumínico. Si el texto dramático (1987) nos sitúa en un espacio-temporal donde los límites entre la vida y la muerte se borran, donde el humor se confunde con el miedo, el amor y una cierta inocencia infantil conviven con la destrucción, en su sentido más amplio, de la Guerra Civil Española; el texto espectáculo (2012) actualiza la cruenta dictadura de Franco (1936/39) con economía de recursos y con la conjunción de todos los sistemas significantes logrando un hecho teatral dinámico, sucinto, acorde a la vertiginosa cotidianidad a la que estamos expuesto en nuestra sociedad mediatizada. Podemos afirmar que junto con Granos de uva en el paladar logran el encuentro entre nuestra historia reciente y un pasado, que desde un tronco histórico común, nos pertenece y nos atraviesa.









¡Ay Carmela! de Sanchis Sinisterra. Elenco: Belén Santos, Adrián Venagli. Asistente de dirección: Daniela García. Diseño de luces: Carlos Belloso. Vestuario: Beatriz Di Benedetto. Coreografía: Karina Kogan. Fotografía: Russarabian. Realización de vestuario: Fátima Macera. Operadora de luces: Cristina Lahet. Dirección: Carlos Belloso. El Camarín de las musas.

















Hopkins, Cecilia, 2012. “El estímulo del Unipersonal” en Página 12, sección: Cultura y Espectáculos, 20/1.







1 Carlos Belloso es un actor reconocido desde su participación en el under de los ochenta con el dúo que formaba con Damián Dreizik , Los Melli, de allí su paso por la televisión sin abandonar el teatro; el personaje que lo hizo famoso, El Vasquito, en Campeones (1999/2000) dio lugar a numerosas  intervenciones en el género novela, Sos mi vida, junto a Natalia Oreiro sólo para mencionar uno de sus trabajos o en miniseries comprometidas con la realidad social, es el caso de Tumberos, el cine lo tuvo como actor también, entre otros filmes La niña santa, su última intervención en televisión fue El donante (2012) Sin embargo su trabajo como director teatral no es tan reconocido por el espectador en general; en una entrevista para el diario Clarín: “Soy un fanático de Nerón” el describe el lugar de la dirección:  “Me gustan los directores que me dicen que no quieren de mí nada de lo conocido. Soy de los que piensan que el actor debe ampliar su conocimiento y expresar una idea bien dicha. No me gusta quedarme al lado del celular esperando que me manden una obra. Mientras espero, escribo mis propias palabras. Es una necesidad vital. Hay actores que necesitan decir las palabras de otro, y punto. No me parece mal, pero el actor completo, para mí, es el que puede escribir sus propios textos. (…)Un buen director tiene que entender la obra más que yo. Debe llegar a un estado de comprensión absoluta de la pieza y mover a los actores como marionetas. Si lo logra, me entrego totalmente.”  Me gusta dirigir obras sin una producción pretenciosa, tal vez porque me gustó siempre lo artesanal”, cuenta el director y agrega: “Para mí, lo más importante es lograr que se luzca el actor y que el texto sea el resultado de una creación propia”. (Hopkins, 20/1, 2012)

Como actor en el teatro en el 2011, llevó adelante el personaje de un homosexual en El Cordero de ojos azules de Gonzalo DeMaría. Su anterior trabajo en dirección fue Un poco me molesta, pero un poco no con Pablo Picotto como actor de un excelente unipersonal, también  había dirigido Relajado (2010), la obra que protagonizó Martín Rocco en el Teatro del Nudo y Criticonas y su secuela, Criticonas 2, que fueron dos espectáculos que tomaron como eje el stand up, si bien el segundo se propuso enmarcarlo en una situación teatral.




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