El texto de Sinn
Nachtrieb trabaja con la parodia hacia dos puntos de tensión bien delineados,
por un lado, la búsqueda del origen de la vida y la inconsistencia de la
realidad científica, en un mundo apocalíptico del
que sólo se conocen informes fragmentados, con los cuales el personaje
narrador, Bárbara, Dalia Elnegavé, inicia un relato posible o deseado; cualquier
similitud con lo que la antropología hace con las ruinas conocidas no es pura
casualidad; y por otra parte, una parodia que le sirve para realizar una
crítica feroz al mundillo académico sus alcances y sus miserias. Dividida en dos tiempos, el primero pareciera un
presente de la historia hasta el momento que se produce el estallido y entonces
los espectadores nos damos cuenta que asistimos a una representación dentro de
otra, donde una figura nos cuenta una mirada sobre acontecimientos del pasado a
través de la teatralización de los hechos según su interpretación de “una
montaña de diarios íntimos”. Una cita a ciegas a través del Internet,
pone en contacto a dos seres absolutamente diferentes, que se reúnen con
propósitos disímiles: Jose, Vanesa González, quiere un encuentro sexual sin
consecuencias, mientras que su posible pareja, el biólogo Julio, gay, Nicolás
Woller, necesita casi un conejillo de Indias; a descubierto a través de la
observación del comportamiento de los peces que todo indica que está llegando
al final del hombre en la
Tierra, y siente el llamado de construir su propia arca de Noé, posmoderna, sin
fanatismos religiosos ni fundamentalismos metafísicos, sino desde la razón
científica, que intenta por todos los medios posibles conservar la especie para
continuar con el ciclo vital, y para lograrlo necesita el cuerpo-incubadora de
la desprevenida Jose que se niega sistemáticamente a contribuir, una vez más, a
una tarea asignada a la mujer por secula seculom. Desde el humor el autor logra
poner en cuestión una interesante lista de problemáticas que no sólo abordan
las tensiones que parecen ser centrales en su narración, sino que deja
expuestas a la posteridad, las formas de relación, el tema de la muerte y la
soledad, el amor, la cuestión de género, la sobrevivencia versus el autismo o
la indiferencia ante los signos que la naturaleza se empeña en darnos desde sus
más simples criaturas, que viven en un medio, donde la ciencia siempre supuso,
fue el origen de toda vida en el planeta. Ni Adán ni Eva, sino dos
protagonistas agónicos, actualizados desde un futuro incierto por la palabra y
la acción del discurso y la presentación en vivo de aquel fortuito encuentro y
sus consecuencias ¿Texto teatralizado de ciencia –ficción?, ¿Teatralización de
los miedos más cercanos que nos atraviesan en estos años en que se juega al
apocalipsis y a las interpretaciones de civilizaciones perdidas? Todo eso y una
estructura en abismo que rompe la cuarta pared para provocar que nos podamos
entretener y reír de nuestras debilidades y fantasmas más preocupantes. Es
interesante la construcción de este búnker posmoderno desde el dispositivo
escénico, donde casi todos los elemento están realizados con papel madera o
corrugado, un trabajo artesanal en el cual no faltan las flores o la figura de
un pescado tal vez embalsamado, las cortinas y las fundas de los
almohadones,... Cajas de cartón y cajones de madera por doquier completan la preponderancia
del color beige, el color del otoño, de lo natural y de la estabilidad. Quizá,
para resaltar que mientras participamos de la clase magistral y los dos
personajes / alumnos con buenas actuaciones y con mucho humor le otorgan
dinamismo a la exposición del evento - el
fin de una era y el inicio de otra – el eje de esta comedia apocalíptica son
los siglos que el hombre ha utilizado para destruir sistemáticamente a la Naturaleza.
Boom de Peter Sinn Nachtrieb1, traducción de Nicolás Woller y Nicolás Barsoff. Adaptación: Hernán Morán[2]. Elenco: Vanesa González, Nicolás Woller, Dalia Elnegavé. Escenografía y vestuario: Lucila Rojo. Asistencia artística: Laura Woller. Fotografía: Juan Salvarredy. Retoque: Diego Beyró. Diseño de luces: Emiliano Cativa. Asistencia: Nahuel Petryk. Producción integral: Nicolás Woller. Dirección: Hernán Morán. Espacio: El Extranjero.
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