miércoles, enero 11, 2012

Entrevista a Matías Spadaro | Integrante del Quinteto de las Albas



Por Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz





-¿Cómo definirías la música que realizan con el grupo?

La música que hacemos puede ser llamada fusión; es una mezcla, una unión, un desencuentro entre retazos de épocas, tendencias y sonoridades varias, y esa afluencia espontánea y popular que la música imprime en tanto necesidad. Se la podría llamar de "aires" folclóricos, y esto se debe a los compases, a las rítmicas que utilizamos, que en definitiva son chacareras, escondidos, etc. El asunto es que se alejan en sus construcciones armónicas y melódicas de lo que sería un chacarera tradicional; tampoco buscan ser la "nueva" chacarera o algo por el estilo, ese aire referencial un tanto restrictivo al mundo del folclore no lo deseamos, preferimos no restringir las posibilidades, además de que sería engañoso -nuestra música es muy difícil de bailar de forma tradicional- . Se trata de rítmicas populares, folclóricas, atravesadas por un cúmulo enorme de estéticas: desde Bach hasta Piazzolla, pasando por el rock, el tango o el jazz, Radiohead, Hermeto Pascoal, etc., etc.; es música de la Urbe, del 2011, que recibe de ella esa cuota de fragmentariedad que caracteriza a nuestra época; es música actual, vieja, una repetición de lo que ya ha sido, pero diferente, enunciada de un modo particular y desde nuestro presente: somos de una generación que tiene la posibilidad de escuchar a Scriabin, a Troilo, a Serú giran, a Ravel, a Bjork, y un sin fin de maravillas más, lo que se evidencia al momento de componer, de crear melodías que antes no estaban sobre la faz de la tierra, y a la vez, se escuchan entre líneas, como ecos ancestrales, en la Historia de la música, pues como dijo el poeta Jiménez: "Entre la flor que recibo y la flor que doy, la irremediable nada", algo de la singularidad se anuda en ese pasaje, algo que el arte busca representar, pero que, al no ser un medio representativo, el Arte, si no un fin en sí mismo, es decir, simbólico, solo puede dar cuenta de este aspecto en su propia materialidad, en este caso, sonora o musical, en nuestras composiciones.


¿Cuánto tiempo hace que están en este proyecto?

El quinteto nació hace dos años, con una serie de composiciones mías (Matías Spadaro, guitarrista) que al no caber en otros proyectos -el trío Prelude to be, del que también soy guitarrista y compositor- fueron dando lugar a la idea de esta formación; en las composiciones aparecían estos aires folclóricos una y otra vez, lo que en un primer momento me sorprendió: pasados unos meses comprendí que desde mi más temprana infancia había sido oyente de esta música, y que incluso en la primaria, había tocado durante años el bombo legüero en un taller de danzas folclóricas. Inmediatamente comprendí que este proyecto suponía algo muy íntimo, y tuve la idea de multiplicar las voces nacidas en la guitarra, en la flauta traversa, por su dulzura y color, en el violín, por su matiz y su trágico resonar, en el bajo fretless, porque es un instrumento que soporta con sus graves brechas sonoras al resto de la formación, y a la vez puede cantar, y por último la percusión, que imprime con sus halos rítmicos un toque ritual, acaso privilegiada a la hora de marcar un compás. Raúl Sciorra, nuestro bajista, esta con nosotros desde aquel entonces. Tocamos durante un año con un percusionista sin hallar quien nos acompañara en violín y traversa, con lo que el proyecto se fue diluyendo, hasta estar al borde de la extinción. Aparecieron entonces Santiago Montero, un virtuoso joven de 19 años en aquel entonces, que ejecuta la flauta traversa con gran musicalidad, y luego de probar varios violinistas, hizo su entrada Gerardo D´ambrosio, cuyo toque fascinó mis oídos: es un hombre de 50 años, que toca hace 25, y aportó el tono trágico que los demás violinistas -en su mayoría mucho más jóvenes- no lograban transmitir. Pero Raúl, el bajista, se fue a vivir al interior durante 9 meses, con lo que el proyecto quedó otra vez por la mitad, solo éramos tres tocando, igual que antes, pero con los instrumentos complementarios, a excepción de la guitarra. Pasaron los meses, Raúl volvió a la ciudad y comenzamos a tocar los cuatro, hasta que mi hermano, Mauro Spadaro, se dignó a acompañarnos en la percusión. El es baterista, con lo que se fue introduciendo de a poco en las rítmicas que acuña nuestra música y el modo de ejecutar el set de percusión; de esto han pasado apenas tres meses, unos ocho ensayos como mucho, tres fechas en vivo, y a mediada que pase el tiempo, confiamos en ir consolidando nuestra impronta en lo musical y lo escénico.

¿Cómo es su ritmo de trabajo?

El modo de trabajo es el siguiente: armo las guitarras -en verdad ya están desde hace dos años- y luego, oralmente, les paso sus partes al bajista, el violinista y el percusionista; ellos escriben la partitura o no, depende de cada cual, y luego introducen las variantes que consideran necesarias, ya que son ellos quienes mejor conocen sus instrumentos; pero la música la armamos nota por nota, pensando fundamentalmente, que cada canción es un todo que supera las partes que lo componen -es decir, la presencia de cada instrumento-. Santiago Montero, el traversista, improvisa bastante, y arma las líneas melódicas a raíz de esas improvisaciones. La primera vez que tocamos juntos pasó algo fantástico, le mostré un tema, y luego lo toqué con él: no hubo que decir nada, tocó lo que había que tocar. Desde aquel entonces entendimos que nuestro modo de comunicación es la música, y que goza de una increíble fluidez. En los ensayos ensamblamos todas las líneas y en función de lo que escuchamos, planteamos matices e intencionalidades que poco a poco van definiendo el tema, otorgándole un cuerpo, una cierta textura, una esencia sonora.


 ¿Tienen algún trabajo ya grabado?

Aún no hemos grabado, Esperamos hacerlo pronto.





Transcribimos dos de las poesías de las que  Matías es autor, que demuestran además su calidad y calidez de artista: Triunfal y Un llamado.


                                                      


                                                           ¡Oh sagrada piel!
perfumes de la muerte te surcan,
árida planicie intacta de velos,
remedo lacunar de las letras.

Allí,
inexorable cauce de los frutos
Prohibidos, árboles agónicos:
-¿Qué bien? ¿Qué mal?...-
Soplo desértico de cada cual,
cada vez, en un viento y sus molinos que
se trasmutaran gigantes de la Tierra.

Tierra de nadie, allí
Oh sagrada piel, invoco al concilio
De tu voz, la presencia engañosa,
De oírte en un llamado...


                                                                                                          



Triunfal
arrojo de las albas
Mudas, retornarán de letras
breves los eclipses lacunarios
de lo Incierto.

En los fondos yacerán,
de tus pupilas,
pictóricas raíces desenterradas,
Vacío inquietante: Las cuencas de sus ojos
dormidos entre sombras...

Claro
enturbiaré las aguas
desde los estrechos de tu nombre,
habitaré tu historia sin desmedro
en cadenas, de plata y luna.
A los senos de su arrojo
yaceré los fondos, enturbiaré lo Incierto
de pupilas, dormiré  tus ojos
De raíces.






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