Desacralizar las historias de tango es una tentación recurrente para todos lo que amamos la música de Buenos Aires. Quién puede resistir la tentación de parodiar o caricaturizar la historia de alguna letra tanguera aunque más no sea para formular un reproche a su pareja o para contar sobre un amor perdido, medio en serio y medio en broma, al tiempo que se intenta entonar la música con profundo histrionismo.
Amor de tango nos instala en nuestros sueños ficcionales. La pieza tiene un narrador, un poeta argentino (en el París de comienzos de siglo XX, siempre hubo un poeta argentino en el barrio latino) es el encargado de contar la “verdadera historia de Madame Ivonne”, el poeta narra y los diálogos surgen de las letras de tangos, milongas y valses, todos, maravillosa y exactamente seleccionados. El poeta describe una historia donde se cruzan personajes y hechos: el gigoló que no es ni más ni menos que el Porteñito, su propia figura, de amigo y confidente de Madame Ivonne, la muerte del Porteñito en el momento en que el barco arriba al puerto de Buenos Aires, el reencuentro del poeta con Madame Ivonne en Montevideo; son elementos con los cuales el poeta reconstruye la historia a partir de su propia interpretación. No importa que el tango no los mencione, pura metaficción, aunque la vida real en el Río de la Plata haya conocido a más de una Madame Ivonne.
La pieza está organizada en cuadros, como una típica revista porteña y su principio constructivo es absolutamente sentimental. Además, desarrolla una serie de procedimientos propios de la comedia, entre los que se destaca la caricatura. Cada personaje es caricatura del personaje de tango: el poeta y el Porteñito, son dos partes de una misma bohemia, uno honesto, el otro tramposo pero ambos, justificados en su rol desde la lógica tanguera. La protagonista femenina busca afanosamente la felicidad sin querer ver el engaño y en esta búsqueda se desplaza sin transición de lo cómico a lo sentimental. El músico, es ese personaje siempre presente en la mística del tango, que habla, hace y calla sólo lo necesario; en esta caso, habla poco, gesticula mucho y calla, todo con absoluta exageración. Mizrahi, nos ofrece excelentes arreglos y con una ajustadísima compaginación se constituye en el eje que, musicalmente, hilvana las secuencias a partir de las numerosas interpretaciones. Los actores y la actriz desarrollan numerosas técnicas, tanto gestuales como verbales, del actor popular y del music hall. Entre ellas, la maquieta, el doble sentido en la interpretación de la palabra y de la frase y la repetición de acciones y de situaciones con el fin de despertar la risa del espectador. Estas actuaciones tienen como base la excelente calidad vocal de Guillermo Fernández y Alicia Vignola, quienes logran combinar canto y actuación con profunda solvencia, tanto cuando necesitan desplegar la actitud cómica como la que apunta a lo sentimental.
Con relación a Alicia Vignola, el contraste que logra entre la genuina comicidad desarrollada en el transcurso de la pieza y el más puro sentimiento, se materializa en la escena final donde Madame Ivonne se encuentra con el poeta en Montevideo y no logra rescatar de lo profundo de su memoria los bellos recuerdos de la juventud parisina.
Un comentario especial merece la interpretación de Luis Longhi, el trabajo corporal y gestual y, fundamentalmente la mueca que logra en escenas como la mencionada anteriormente, lo ubican entre los grandes que pueden desarrollar con idoneidad las técnica del actor popular argentino. Su tarea como bandoneonista, con una interpretación siempre “abriendo”, además de calidad musical, logra imágenes muy bellas.
La pareja de baile presenta una actuación estilizada, que ilustra el tema y lo hace admirablemente. Lo bueno: no se abusa de ella. Lo mismo sucede con el vestuario y la escenografía. La pieza tiene la economía del buen gusto.
Manuel González Gil y Marisé Monteiro, son los responsables de la adaptación de Madame Ivonne, célebre tango de Enrique Cadícamo cuya música pertenece a Eduardo Pereyra. Este tango en la excelente interpretación de Carlos Gardel nos coloca en clima cuando entramos a la sala y es lo que escuchamos también al retirarnos, excelente elección para hablar de la nostalgia de partir y nunca regresar.
Una puesta muy cuidada para una dramaturgia inteligente que confirma las múltiples posibilidades de cualquier texto de ficción. ¿Por qué sólo llorar con las letras de tango? ¿El humor las desvirtúa?, texto y puesta confirman que no, seguimos emocionándonos con ellas y riéndonos cuando el juego escénico y el disparate distorsionan las situaciones con los recursos adecuados para el humor.
Un amor de tango. Centro Cultural Borges. Viamonte esquina San Martín. Jueves y domingos a las 21 horas. T.E. 5555-5359.
Elenco:
Guillermo Fernández. Alicia Vignola. Luis Longhi. Federico Mizrahi.
Libro: adaptación del tango de Enrique Cadícamo, Marisé Monteiro y
Manuel González Gil. Arreglos y dirección musical: Federico Mizrahi.
Coreografía: Carolina Pujal y Emir Fares. Producción ejecutiva: Andrea
Widerker. Prensa: Fabiana Angeloni. Dirección general y puesta en
escena: Manuel González Gil.
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