miércoles, abril 27, 2011

Un hombre amable entró a orinar


Cuando los sueños no alcanzan para cambiar la realidad


Susana Llahí



Al hablar de Pezones mariposa (Bernardo Cappa-2011), nos referimos a la vigencia que posee la poética del grotesco en nuestro sistema teatral. Entre los motivos enumerados mencionamos la deficiente comunicación entre los seres humanos, ya sea en el seno de la familia o en la sociedad, provocando, como en el caso de esta pieza, que uno de sus miembros no pueda responder a las tensiones que impone el medio, cada día más competitivo, vertiginoso y autista. De allí que enmarquemos a la comedia de Perinelli en las características del grotesco criollo (Pellettieri, 1990: 99-100). Zulema, la protagonista de esta historia no recibe ningún tipo de consideración, ni de su esposo ni de su hija, su vida transcurre entre la limpieza de la casa, el mirar por la ventana imaginando cómo será la vida de quienes pasan por la calle y en soñar para sí misma momentos románticos que nunca se concretarán. Grotesco adecuado a un tiempo que parece acentuar la incomunicación.
La pieza trabaja en dos niveles, un primer nivel, el de la historia en sí: un hombre entra en una casa porque necesita orinar y oportunamente ve abierta la puerta de calle y un baño al final del pasillo de entrada. Se encuentra luego con la dueña de casa, se entabla una extraña conversación donde ambos entran en confianza a punto tal de que el hombre va al supermercado y compra las cosas para el almuerzo. Comen juntos, se cuentan sobre sus vidas y dialogan telefónicamente con los cónyuges de ambos. Finalmente, el hombre se va dejando a la mujer sumergida en la angustia que le provoca su pobre y deslucida realidad. Y un segundo nivel, nivel de metateatralidad, donde la mujer representa musicalmente los sueños que le permiten evadirse de su monótona cotidianeidad.
El texto trabaja con un humor directo, en base a un discurso que sorprende por su ingenuidad, clave de la comicidad del mismo. Y si el discurso es un acierto del autor, la dirección logra un trabajo actoral que potencia y aprovecha al máximo las posibilidades del texto. El manejo de la mueca y de la gestualidad, que en este caso parodia el género romántico, cae en el exceso que conviene a los sueños de la protagonista. Se producen desplazamientos desbordantes, ajustados en cuanto al ritmo y a la intencionalidad, trabajados con la intensidad precisa. Norma Buscaglia alcanza con su personaje de Zulema el tono exacto del desamparo, de la mujer que no ve el desinterés de su esposo y el mal trato de su hija encerrándose en su mundo de limpieza y ensoñación. La forma en que explica su vida de todos los días al visitante ocasional marcan lo ridículo de su accionar. La actriz nunca pierde ese admirable equilibrio entre ingenuidad, represión y desenfreno que caracterizan a su versión del personaje. Silvio, viajante de ferretería “el hombre amable que entró a orinar”, es también un solitario a quien ni siquiera el trabajo en la calle salva de la incomunicación, al contrario marca aún más la indiferencia del medio. Sin embargo, es Zulema quien encarna el personaje patético del grotesco, es quien cae desplomada por la verdad final: un visitante que elige ser confidente de su esposo, una hija que la insulta porque no atiende a tiempo el teléfono y un adentro que se yergue más opaco, silencioso y sombrío que al comienzo.
La acumulación y el carácter de los objetos que pueblan ese escenario tan peculiar, resuelven y determinan con total claridad los espacios por donde se desenvuelven los protagonistas. La escenografía de Mecha Fernández y la elección de los temas musicales merecen un comentario especial, no sólo complementan la semántica de la pieza sino que agregan la belleza de los ritmos elegidos con acierto y una interpretación fuerte en sus desplazamientos, desmesurada pero armónica en su lenguaje gestual y ajustada al sentido de la secuencia en consonancia con las exigencias del texto. Los personajes, en los momentos de interpretación musical, logran una justa articulación entre sexualidad y humor
La pieza de Roberto Perinelli en la puesta de Corina Fiorillo alcanza una densa materialidad, habla de la soledad, de la incomunicación en tiempos en que la globalidad nos vincula en proyección geométrica a través de la tecnología, apela a un referente más que conocido y lo hace desde el humor, que no es ácido pero como en otras obras de este autor (Hombre de confianza-2001, Desdichado deleite del destino-2008), la vuelta de tuerca final nos sorprende y nos precipita en el desasosiego. Es previsible el final, debe ser así, no obstante, la escena del teléfono logra que olvidemos lo previsible, nos hace reír hasta último momento, hasta el instante en que Zulema se desploma poniéndose en cuclillas mientras se tapa la cara. La actitud final resume todo: dolor, abandono e imposibilidad de una salida. 
            Una puesta excelente donde todos los signos escénicos se organizan armónicamente. Y donde, es necesario mencionarlo, tiene un lucimiento especial la calidad actoral de Norma Buscaglia.









Un hombre amable entró a orinar de Roberto Perinelli. Teatro Anfitrión, Venezuela 3340, T.E. Sábado a las 21 y domingo a las 20:30
Elenco: Norma Buscaglia y Osvaldo Djeredjian. Dirección: Corina Fiorillo. Escenografía y vestuario: Julieta Risso. Iluminación: Soledad Ianni. Coreografía: Mecha Fernández. Fotografía: Fabián Pol. Prensa: Duche y Zárate. Asistencia de dirección: Mariana Pérez Cigoj. Producción general: Corina Fiorillo. 












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