Grupo La noche en vela
Paco Giménez1
Paco Giménez1
Juguemos en el bosque mientras… ¿Tierra estás?
María de los Ángeles Sanz
Si en los ’70 era la revolución, el cambio, la transformación de las estructuras, la unión latinoamericana, la fuerza de las masas, la libertad; cuarenta años después de aquella utopía, parece que sólo nos queda apagar la luz e irnos, pero antes gozar, vivir hasta el último aliento, vivir sin pensar en el juego racional, ni la moralina de turno, ni los buenos modales. Paco Giménez y su grupo ponen en acto aquella consigna del los años hippies: hagamos el amor y no la guerra, atravesada en su significado esta vez por la desesperanza. Ante la probabilidad del fin del mundo, la utopía es el primer cadáver visible. Si el mundo se acaba, y la inconsciencia colectiva pareciera llevarnos allí, el mito de Sísifo se concretiza de concepto metafísico a tragedia. Los dioses, cansados de nuestra ignorancia no sólo se juegan nuestro porvenir a los dados, sino que lo rueda en la mesa de juego son nuestras propias cabezas. Este panorama desalentador no aparece en la puesta desde la solemnidad del discurso, sino desde el humor y la parodia a todos los discursos que nos constituyen. Los cuadros se suceden dentro de un espacio escénico cargado de objetos, caóticos en su exposición, pero que funcionales a la intriga, se descubren diferentes en forma y uso; y como una cadena de significantes no verbal, son contenedores parciales de un mismo significado. La canción que abre el espectáculo, Las voces de los pájaros de Hiroshima de Horacio Guaraní y Manuel Serrano Pérez, interpretada por Natalia Olabe, es el prólogo que resume el desarrollo de la pieza, que no es otra cosa que la secuencia de la estupidez humana, elevada en proporciones geométricas en neutrones radioactivas,2 hasta la explosión final. La ruptura de la cuarta pared nos advierte de la responsabilidad de nuestra culpable pasividad. Los actores personajes del grupo La Noche en vela nos proponen una mirada alerta, para esperar esa, la última noche del hombre que espera, que está sólo y espera, en el medio de todos, y de todo aquello que se vuelve inútil, vacío, sin sentido alguno. Las actuaciones que se instauran desde el clown, el grotesco, hasta el límite del teatro pánico, son en su aparente caos una sucesión de comportamientos absurdos ante el miedo de que todo termine. El sexo, como paliativo al dolor y a la sinrazón, la muerte buscada preferible a la angustia de la espera del desastre colectivo, la música que es el último grito sobre un mundo que se apaga sin remedio, la solidaridad quebrada a pesar del amor; son desnudados por los personajes que finalmente llegan a la desnudez literal, para señalar la facilidad del hombre en ocultarse tras la costumbre y los vestidos para finalmente estar ante lo inevitable, desnudos de recursos. Las actuaciones muy buenas, logran un buen nivel de sincronización en el contexto anárquico de la intriga, y juegan dejándose penetrar por el azar, como un elemento más de la propuesta escénica. ¿Qué hacer si el mundo se acaba mañana?, ¿Cuál sería la acción a tomar o la reacción ante las acciones desesperadas de los demás? ¿Cuál en ese futuro posible, la relación entre la responsabilidad humana y la furia de la naturaleza? Agua, fuego, tierra seca y estéril, veneno en el aire; los cuatro elementos conjugados para destruir una especie, que se ve y siente a sí misma, superior a las demás. El discurso bíblico, es el que mantiene en la fragmentación del relato, la lógica causal, desde un tempo original, el de Eva, la manzana y el pecado hasta el Apocalipsis. Como se llama ajenjo3 en ucraniano le dice un personaje a otro, cuando afirma que el agua está amarga como el ajenjo, Chernobyll. Nombre que lo resume todo, no sólo un pasado de irresponsabilidad colectiva, sino de la ambición singular, la soberbia colectiva, la ignorancia, el dolor y la muerte. El ayer se hace hoy en la prensa diaria, y los integrantes del grupo no cesan a pesar del humor de avisarnos de nuestra ceguera suicida. El espectador ríe, aprecia el juego que se desarrolla en el espacio escenográfico, y cree que todo lo que se dice allí no es más que ficción, y puede ser; el fin del mundo se ha vaticinado una y otra vez, y el mundo ha terminado para algunos muchos antes que el planeta se rebele; pero a pesar de la tranquilidad de que al salir de la sala todo parezca “normal”, la inquietante pregunta, por lo menos a algunos, no deja de resonar en nuestras cabezas.
Lo último que se puede esperar /la noche en vela. Elenco: Horacio Acosta, Carolina Adamovsky, José Luis Arias, Laura Battaglini, Mónica Dreidemis, Víctor Galestok, Adriana Garibaldi, Nani López, Natalia Olabe, Alejandro Sánchez, Adrián Silver, Mariana Tognetti. Asistencia de dirección: Horacio Larraza. Coordinación de producción: María La Greca. Asistencia artística: Alejandro Barratelli. Iluminación: Tato La torre. Vestuario: Alejandra Taubin, y La noche en vela. Intervención del espacio: Félix Padrón y La Noche en vela. Dirección: Paco Giménez. Teatro San Martín: Sala Cunill Cabanellas.
Brailovsky, Antonio Elio, 1985. “Ecología y autoritarismo” en Revista Plural, setiembre.
Mogliani, Laura, 1997. “Los miembros de La cochera, están Enfermos del culo.” En Revista Teatro XXI, Primavera, setiembre. 1 Paco Giménez, el director de La Cochera, se formó en el Departamento de Teatro de la Escuela de Artes de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Córdoba, en 1969, en un momento histórico del país convulsionado por el Cordobaza. Cinco años más tarde, en 1974, se integró al grupo teatral La chispa, comprometido políticamente con quien realizó varios espectáculos. Sin compartir la actitud revolucionaria del grupo, este luego devino en un grupo de búsqueda y experimentación de la forma teatral. Exiliado en México durante los años de la dictadura militar, junto a otros integrantes de La chispa, volviendo a Córdoba en 1983, ante la apertura democrática. Fundó entonces La cochera, en 1985, como un taller de formación actoral. El lugar donde se desarrollaban sus actividades, un garage del barrio cordobés de Alberdi, le dio el nombre al conjunto, que primero se denominó Los delincuentes de La cochera. Paco Giménez divide sus actividades entre Buenos Aires y Córdoba. Algunos de sus trabajos son: Delincuentes comunes, Cielos de agua, Barriendo la Pampa, Choque de cráneos, Besos divinos, Sacra Fauna, La noche de alegría, Polvo de ladrillos, Enfermos del culo, Manjar de los dioses, Teatro imposible sobre el sentimiento trágico del grupo La noche en vela, En la jabonería de Vieytes, entre otras. La noche en vela surge como grupo en 1992.
2 Antonio Elio Brailovsky en su trabajo “Ecología y autoritarismo” aclara: “Hasta hace unos pocos años, establecer una relación entre ecología y autoritarismo era casi impensable. (…) Todo comenzó cuando un grupo de ciudadanos norteamericanos inició una lucha contra las pruebas nucleares en la atmósfera. Todavía no se llamaban ecologistas, pero sobre ellos fue decisiva la prédica del ecólogo Barry Componer. (…) El famoso atolón de Bikini fue utilizado como blanco hasta Comoner y su equipo se preguntaron si, efectivamente, las radiaciones estaban tan lejos como parecían indicar los mapas. El resultado fue un estudio científico de circulación de radiactividad en la biosfera, que demostró, que por más lejos que explotaran las bombas, las radiaciones llegarían siempre. Se estaban dando así los primeros pasos en la conciencia de que el planeta es una unidad.” (1985, 117) Chernobilly y Fukiama, entre otras calamidades mundiales, son una verdad contundente de que todos estamos en un camino definitivamente hacia el horror. El teatro en estos tiempos está tomando entre sus materiales la problemática ecológica, obras como Residuos (2010) Vientos zumban entre ladrillos (2010), trabajan desde poéticas diferentes las consecuencias de no atender a la problemática del uso de la energía nuclear.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario