Una invocación a la poética de Marosa di Giorgio1
Una poeta, una emoción; una actriz y el arte de la seducción.
A veces, en el trecho de la huerta.../Anoche, volvió, otra vez.../Árbol de magnolias...
Bajó la mariposa.../De súbito, estalló la guerra/Domingo a la tarde...
Ellos tenían siempre la cosecha más roja.../Había nacido con zapatos.../La naturaleza de los sueños
Los hongos nacen en silencio.../Los leones rondaban la casa/Me acuerdo de los repollos...
Mi alma es un vampiro.../Misa del árbol/Misal de la virgen
Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz
Desde el espacio físico donde se realiza la convocatoria, Querida Elena, todo se aúna para que el espectador ingrese con la suavidad de los gestos rituales al mundo construido por Marosa di Giorgio2, poeta uruguaya de fina sensibilidad no ajena al erotismo femenino y que busca en la materialidad de la naturaleza la identidad femenina jugando con todos los sentidos. Vanesa Maja la intérprete de ese mundo extracotidiano construye con acabada maestría una relación con el público donde el juego de la seducción, que yace en las palabras de la poeta, atraviesa a todos y cada uno de los que se atreven a ingresar en el juego. Contrastes de colores y sabores, la música en vivo que acompaña los diferentes momentos por los que la emoción desatada en la voz de la actriz arrastra como un oleaje los pensamientos. La razón dejada de lado, en la calidad de la metáfora surrealista de la textualidad y de la puesta en escena; que apela a perforar cualquier certeza e instaura la necesidad de romper con cualquier relato lineal, aunque bosqueje un itinerario desde la niñez hasta la adultez. Así, como la poeta enhebra palabras en un collar donde el sentido es una fiesta para la imaginación, la actriz con el fondo de la música en vivo, y la voz en off de la propia Marosa, despliega un entretejido de procedimientos que provienen de la plástica, y la dramaturgia. Relato trasgresor el de sus poemas en prosa, búsqueda incesante de una identidad que la ligue a lo ancestral y la libere finalmente del peso de esa tradición, para finalmente, pájaro suelto de ataduras le permita la inauguración de una nueva, unida al contexto de ese presente de exilio que es el cosmos de todo hijo de inmigrante. Peso doble por su condición de fémina que debe luchar contra la memoria de los suyos en paisajes ajenos y también contra un mandato social que la ubica por su género en el lugar relegado de la pasividad y la obediencia. Jugar a ser otra es mucho más que una necesidad artística es sobre todo un grado superior de supervivencia. Este “jugar” toma cuerpo no sólo en la actriz, sino también en un espacio escénico reducido, la economía de elementos no impide que el despliegue de los mismos supere con creces su fin utilitario. Con el retroproyector este espacio adquiere un sentido inusual, es como un gran caleidoscopio que va generando diferentes imágenes donde la “recitatriz” se sumerge y en el mismo movimiento nos arrastra a un tiempo “otro”, tiempo suspendido, pausado pero no lento, sino un tiempo dinámico y sumamente sensorial. Ante cada estímulo el espectador participa cada vez más en un ritual donde los poemas en prosa ser transforman en teatralidad. Toda una experiencia poética y de seducción que se va armando a modo de un rompecabezas y sus tres pilares – Marosa Di Giorgio, Vanesa Maja y Juan Parodi- confluyen en una propuesta que supera el tiempo real del espectáculo, porque después de finalizado aún se huele el aroma de las diferentes frutas exóticas o del crisantemo que hemos arrojado al personaje, o el sabor de la ciruela que a modo de souvenir nos es entregado al salir de la sala, o la letra de alguna canción que nos sigue murmurando en los oídos:
Rosa brillando de Vanesa Maja y Juan Parodi. Intérprete: Vanesa Maja. Música original en escena: Gonzalo Gamallo. Diseño Gráfico: Bárbara Delfino. Prensa: Agencia Duche & Zarate. Producción ejecutiva: Ximena Hoffmann. Textos: Marosa Di Giorgio. Dramaturgia: Vanesa Maja y Juan Parodi.
Dirección general: Juan Parodi. Querida Elena (2011).
Delbene, Lucía, Marosa Di Giorgio. Mundo, mito y lenguaje.
1 (Salto, 1932/2004) Descendiente de inmigrantes italianos y vascos que fundaron quintas en zonas rurales del Uruguay, Marosa di Giorgio Médicis comenzó a publicar en los años 50. En los dos tomos de Los papeles salvajes (1989 y 1991) recopiló sus poemas publicados hasta entonces. El extenso Diamelas a Clementina Médici (2000), estuvo inspirado en la muerte de su madre. Sus textos narrativos eróticos son: Misales (1993), Camino de las pedrerías (1997), y Reina Amelia (1999). Su obra, que recibió numerosos premios, ha sido traducida al inglés, francés, portugués e italiano. En su obra, un canto a la naturaleza y a sus mutaciones, la mitología es una constante. Es una de las voces poéticas más singulares de Latinoamérica. En sus recitales poéticos -muchos de ellos reproducidos en cassettes y otros formatos- demostraba una capacidad interpretativa sui generis, en la que se entremezclaban emociones como el miedo, la sorpresa, el desasosiego y el deseo, siempre con una voz trémula y delicada. (Wilkipendia) Transcribimos un poema más de la autora:
A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar...
A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar
a la alcoba, se me aparecían los ángeles.
Alguno, quedaba allí de pie, en el aire, como un gallo
blanco -oh, su alarido-, como una llamarada de azucenas
blancas como la nieve o color rosa.
A veces, por los senderos de la huerta, algún ángel me
seguía casi rozándome; su sonrisa y su traje, cotidianos;
se parecía a algún pariente, a algún vecino (pero, aquel
plumaje gris, siniestro, cayéndole por la espalda
hasta los suelos...). Otros eran como mariposas negras
pintadas a la lámpara, a los techos, hasta que un día
se daban vuelta y les ardía el envés del ala, el pelo,
un número increíble.
Otros eran diminutos como moscas y violetas e iban
todo el día de aquí para allá y ésos no nos infundían miedo,
hasta les dejábamos un vasito de miel en el altar.
De "Historial de las violetas" 1965
2 Como afirma Lucía Delbene en su trabajo sobre la autora: “Habitante de las tertulias y de los cafés, su silueta fugaz y colorida, sonámbula y feérica pertenece al imaginario colectivo de los montevideanos como figura originalísima, un mariposa que hubiera transitado por la arquitectura gris de un esplendor en ruinas. De su manto de liebre continúan cayendo las flores abrillantadas de las chacras salteñas”. Tempranamente vinculada al grupo de teatro Decir dirigido por Nidia Arenas, argentina radicada en Salto, desarrolló un gusto especial por el teatro, y en su personalidad se conjugó perfectamente este aspecto lúdico, performativo, de ser en el mundo. Podemos aseverar que Marosa es una obra de arte de Marosa, una creación infinita que no cesó hasta los últimos días de su vida. Parte de su estampa eran los exuberantes vestidos de colores fuertes, con el cabello rojo y los lentes de mariposa como un antifaz que oculta y sugiere.
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