Haciendo círculos de jade está
tendida la ciudad,
Irradiando rayos de luz cual
pluma de quetzal está aquí México:
Junto a ella son llevados en
barcas los príncipes;
Sobre ellos se extiende una
florida niebla.
(Canto a Huitzilopochtli)
En los textos
precolombinos podemos encontrar la leyenda de las cuatro edades anteriores a
esta, y la de los soles que forman parte de la narración que da origen a la
vida1: “Luego deliberaron los dioses, dijeron:
-¿Quién habrá de morar? / Consolidóse el cielo, se consolidó la Señora Tierra, ¿quién habrá de
morar en ella, oh dioses? / Todos ellos se preocuparon. Pera ya va
Quetzalcôatl, llega al Reino de la
Muerte, al lado del Señor y de la Señora del Reino de la Muerte.” (1981, 68)
Relatos constitutivos de una estirpe que aún conserva en la memoria la fuerza
de sus palabras. La creación de un mundo, su origen narrado desde una
concepción distinta que será luego atravesada por el discurso del conquistador,
que tratara por todos los medios borrar de la faz de la tierra su historia y su
valor, pero que a pesar del esfuerzo y la lucha mortal contra los hijos del
sol, estos guardan como un tesoro inacabado y eterno aquel punto originario que
les dio la luz y la vida: “Nacieron los merecidos de los dioses, pues por
nosotros hicieron penitencia meritoria.” (1981, 69). La Quinta teatro en la figura
del actor Daniel Loyola presenta en el Museo de la Mujer y en un ciclo que
involucró temáticas diversas relacionadas con la discriminación, en estructuras
teatrales diferentes, una performance que nos traslada a una cultura que parece
tan distante y que sin embargo es constitutiva de nuestra identidad latinoamericana.
El cuerpo del actor transformado en la Diosa Madre, surge en las calles del Pasaje
Rivarola para inundar el aire de sones originarios y construir a partir de la
palabra, el gesto, el movimiento, un relato único ante los espectadores
habitualmente sentados en sus sillas, y los que oportunamente transitaban por
ese espacio de la ciudad. Todos nos trasladamos a un tiempo donde las diosas
eran las creadoras de una vida que partía de la fecundidad de su propio cuerpo.
Diosas madres, altivas y dadoras de estirpes que poblarían los caminos
dibujados con sus manos. Un tiempo arcaico que se manifiesta en la expectativa
creada por la diosa Madre (Daniel Loyola) al sólo escuchar su voz, como si el
tiempo y el espacio no nos perteneciera, una diosa que tienen el poder de
surgir de la nada, pues no fue vedado su ingreso al espacio ficcional y en su
desplazamiento fue envolviendo a más de un transeúnte desprevenido. Esta performace pone entre paréntesis de la
cotidianidad del Pasaje y siglos de historia se condensan haciendo con su
ingreso que el reducido espacio escénico del Museo adquiera un volumen, una
densidad muy especial, para dar cuenta que “la miseria sigue viva en este
mundo”. En la construcción de este personaje hay una perfecta fusión de varias
miradas, tanto desde el vestuario y la fuerza de su máscara como desde la
dirección. Además, con profesionalismo el actor pone en escena una corporalidad
difícil de definir, ni humana ni animal, con diferentes tonos de voz, ni
masculina ni femenina, y, en especial, con la expresividad de sus manos que no
solo subraya el discurso verbal sino que responde, también, a su propio discurso
gestual. Produciendo en su conjunto un fuerte impacto visual y junto a la
música en vivo aportan el lamento arcaico que se actualiza ante la mirada
atenta del público. La danza, la canción, la risa, el llanto y la furia en el
relato mítico de la diosa Madre, que pare y devora la carne de sus hijos que
han muerto, para dar cuenta que la historia se repite una y otra vez. El
unipersonal Coatlicue 2.0 tiene un claro
color local pero más allá de que podemos desconocer la connotación de algún término
esto no es un límite para la experiencia expectatorial sino, por el contrario, produce
en cada espectador una identificación hispanoamericana, histórica y social,
imposible de ignorar. Los discursos del origen nos pertenecen, nos constituyen,
son nuestra raíz y nuestro legado, renunciar a ellas es olvidarnos de nosotros
mismos.
Coatlicue 2.0 Dramaturgia y actuación: Daniel
Loyola. Dirección: Salomón Santiago. Diseño y realización de vestuario: Julio
Sánchez. Composición electroacústica: Alexandra Cárdenas. Museo de la Mujer
Freidemberg,
Daniel, (Estudio Preliminar) 1981. Gilgamesh,
Chilar Balam y otros textos antiguos. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.
1 Por lo que se conoce, las principales divinidades toltecas fueron Tlaloc y Quetzalcôatl, ambas expresivas del mismo principio: el origen de la vida a partir de la unidad de elementos opuestos. Quetzalcôatl es el creador del hombre: expresa, según algunas interpretaciones, la dualidad espíritu – cuerpo, que se resuelve a través del sacrificio, para así unirse a la divinidad. La victoria del espíritu sobre la materia logra que el cuerpo: “brote y florezca” y la guerra florida tan mencionada por la literatura de estos pueblos es un modo de nombrar esa lucha. (1981, VII)
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