Un espacio
delimitado por un diagrama de líneas en el suelo y por la luz, una silla, una
pequeña valija de donde surgen la necesidad y el milagro, una planta, un cactus
que señala procedencia y destino, y una soga con que saltar los tiempos y las
distancias; del juego infantil al sueño de adolescente, a la realidad que pesa
como una piedra atada por una soga en el vientre. La valija contiene la pequeña
vida de Victoria, y una esperanza grande que la desborda, y se le escapa por
las manos, las piernas, y el pelo, largo hasta el suelo donde el azar jugará
con ella como en cada salto de rayuela; la desviará del cielo que busca y
espera hasta el infierno que no teme y desconoce. La actriz, Lorena Székely,
desde su pequeña figura, inunda el espacio con su presencia única y aborda
todos los lugares, todos los personajes con los cuales entabla un cuasi /
diálogo, incluido el espectador. Logra con su voz, ser una y dos y todas las
que habitan las circunstancias que atraviesan su relato. El unipersonal, ya que
la dramaturgia también la tiene como una de las autoras, es el género que le permite
mayor lucimiento al actor o la actriz que lo aborda, pero también aquel que
exige de ellos un compromiso mayor. Compromiso que Székely asume con pasión
para constituir a los dos, a Victoria devenida Alma, y a Alma que nunca olvida,
porque no puede, que fue alguna vez Victoria. El minimalismo y la simpleza de los
elementos juegan en la puesta a favor de la misma, porque permiten el
lucimiento de una actriz que nos lleva de la mano al discurso del drama
cotidiano pero jugando. Su plasticidad para pasar del presente al pasado a
través de flash –back, que en su ritornelo
describe el hilo conductor, la lógica temporal de su vida. Una vida marcada por
la economía de posibilidades, por el egoísmo de los otros, por la inocencia que
luego se convierte en ausencia para sobrevivir. La trata de blancas1 tratada sin desborde, ni golpes bajos,
sino desde el medio tono de una intimidad que Alma / Victoria nos permite
atravesar y compartir sin estridencias, pero con una profundidad emocional
inquietante. Dos temáticas de discriminación que se cruzan, la del un sujeto
femenino que viene con su deseo, a concretarlo en una ciudad hostil, y la de
aquella que engañada se convierte en objeto, en víctima de una situación de
pobreza y desamparo para luego ser denigrada por la mirada del otro, aunque sea
de su propia sangre. La ductilidad de la actriz[2]
junto a la co-dirección de Saire – Odierna introducen al espectador, más allá
de la pura teatralidad del unipersonal, en los fragmentos de un relato de vida
y en cuyos dobleces hay más realidad que ficción, situaciones traumáticas que se
invisibilizan ante una sociedad que, en general, condena a las “Alma”. Imágenes
tiernas en algunos momentos y muy crueles en otros, imágenes potentes a partir de
la gestualidad y de los desplazamientos de Victoria / Alma. Un movimiento
originado desde el interior de la actriz, y con esa fuerza intrínseca permite
que dicho movimiento, al propagarse hacia el exterior, encuentre fuertes puntos
de contactos con el espectador. Un cuerpo menudo que sabe transmitir, por
ejemplo, la inocencia pueblerina o la humillación desgarradora de la violación.
Un cuerpo pequeño que desborda energía y tiene clara conciencia de los
diferentes tonos y del diálogo tónico corporal necesario para que un cuerpo
particular se transforme en una corporalidad únicamente femenina, de tal manera
que es imposible que el receptor - sea hombre o mujer – no se involucre
afectivamente con la ficción. Una niña, una joven que con un dado imaginario
avanza en la rayuela y en la vida tratando de que el infortunio se olvide de
ella. Como espectadores atentos a este
hecho teatral, compacto y sin fisuras, donde la realidad supera la intriga de una
forma tal que despierta en nosotros un fuerte compromiso para ayudar a
visibilizar estas mujeres sobrevivientes de una sociedad que las niega
constantemente.
Alma[3] de Armando Saire, Lorena Székely. Intérprete: Lorena Székely. Predramaturgia: Néstor Navarría, Leonardo Odierna, Lorena Székely. Diseño de Iluminación: Néstor Navarría. Diseño de Gráfica: Diana Rutkus. Escenografía y Vestuario: Mercedes Piñero. Prensa: Tehagolaprensa. Comunicación: Luciano Székely. Fotografía: Lucila Arietti. Trailer: Andrés Portaluppi, Lucía Manzano. Operador de Luces: Miguel Madrid. Producción: Pablo Mariuzzi. Asistencia de Producción: Ana Laura Schechtel. Asistencia de Dirección: Néstor Navarría. Producción General: Grupo Sin Guardia. Dirección: Armando Saire y Leonardo Odierna. Vera Vera Teatro.
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1
La ley Palacios de 1913, comprendía por primera
vez una sanción para un comercio que en el país era de moneda corriente. Un
poco de historia: En 1797, sesenta y seis reclusas que estaban en camino hacia
una colonia penitenciaria en Australia recalaron en el Río de la Plata, después de un motín
que tuvo lugar en el barco prisión Lady Shore. Algunas de esas mujeres
permanecieron en Buenos Aires ganándose la vida con la prostitución.
Posteriormente, en la década de 1860, otras prostitutas y rufianes se
instalaron en la ciudad. La trata de blancas precedió, por tanto, a la
prostitución legalizada en la
Argentina que comenzó en 1875. Desde ese año, arreció el
tráfico de mujeres para los burdeles. La mayoría de ellas, procedentes de
Europa del Este, Francia e Italia, eran víctimas engañadas por los rufianes.
Este hecho motivó, entre otros, la celebración de congresos internacionales
abolicionistas y la formación de entidades protectoras con ramificaciones
locales. Así, la
Asociación Judía para la Protección de Jóvenes y
Mujeres (JAPGN), fundada en Londres en
1885, tuvo una filial en la Argentina.
La Unión Internacional
des Amies de la Jeune
Fille en Suiza tuvo asimismo su rama local: la Asociación Nacional
Argentina contra la trata de blancas, integrada por hombres prominentes,
dirigentes religiosos de la comunidad de inmigrantes, políticos y reformistas
argentinos. Recién en 1913 el Congreso Nacional sancionó la ley antitráfico
(9143). El proyecto, que había presentado el legislador socialista Alfredo
Palacios, ampliaba la definición de la trata de blancas e incorporaba la
corrupción de menores de ambos sexos y de mujeres adultas. Los culpables serían
condenados y los parientes, esposos o tutores perderían el derecho a la patria
potestad sobre la mujer o la menor. Los rufianes extranjeros podían ser
deportados y perderían la ciudadanía si eran reincidentes de la esclavitud
blanca. Pero no tendrían que pagar los costos de la repatriación. La respuesta
a esta legislación fue favorable en el plano local e internacional. (El ruido de las Nueces, blogspot.com)
[2] Como actriz actuó en El abuelo del pescador de
Ernesto Marcos y Alejo Piovano, El día que Nietzsche lloró con dirección
de Lia Jelin, Lope de Aguirre, traición, con dirección de Roberto
Aguirre, Edilicio (historia de mujeres desesperadas) de Dario Serantes,
en El Himno, de Claudio Nadie, Woyzeck con dirección de Carlos
Rivas , Somos dirigida por Martin Pavlovsky y Los Mitos de Creación
Sol y Luna con dirección de Sam Kerson y Roberto Villaseñor. Como
directora, estrenó Miradas descalzas una Creación colectiva en 2005, El
burgués gentil hombre de Moliere, en la Sala Alberdi (C. Cultural San
Martín), Trescientos Millones de Roberto Arlt y Médico a palos de
Moliere entre otras. Espectáculos en
cartelera: Alma
(Dramaturgia, Actriz) y Puig´70, lo
que calma el ansia de los muertos (Actriz)
[http://www.alternativateatral.com/persona10012-lorena-szekely]
[3] Según la gacetilla de prensa es un “trabajo inspirado en El Alma Buena de
Se-Chuan, la Película Irina Palm de Sam Garbarsky entre otros
disparadores”.
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