Lo admiraba (a Pablo)
como lo admiraba todo Buenos Aires. Comencé a presumirle. Estaba embobada. Me
parecía algo gigantesco. Me sentía halagada cuando me hablaba, porque me
hablaba no un hombre, sino el ídolo de Buenos Aires.
(Olinda Bozán)
(Olinda Bozán)
(…) haré construir una
galería de vidrios en la calle Florida…
y la llenaré de pájaros cantores…”
(Máscara, octubre de 1944)
y la llenaré de pájaros cantores…”
(Máscara, octubre de 1944)
La puesta de Paolantonio, sobre un momento de
la vida de dos de los protagonistas indiscutibles de nuestro teatro nacional,
en el tiempo en que nuestro teatro comenzaba a pensarse como tal, está
atravesada por dos líneas de sentido: la primera el relato de ese instante de
locura que significó el encuentro en el escenario y en la vida de Pablo Podestá1 y Olinda Bozán2,
que los llevó a vivir una relación cuya intensidad de durar en el tiempo los
hubiera arrastrado al abismo; la segunda, la que narra desde la
metateatralidad, la historia de los géneros constitutivos de nuestro sistema,
desde el circo de segunda parte, la gauchesca, el sainete, hasta el realismo
naturalista que tan bien llevaba al escenario la figura de un Pablo
transformado y que aparece en el monólogo que Miguel Ávila recrea de Muerte civil (1908) pieza del autor italiano Giacometti. Se puede
decir, que una línea es la excusa para desarrollar la otra, pero que ambas
fluyen necesariamente para expresar ese instante único e irrepetible donde la
profesión y el amor se cruzan. Pablo de los hermanos Podestá, fue el más
prolífico en cuanto a la gama de matices y recursos escénicos que poseía para
llevar adelante cuanto género se le ofreciera realizar. Se lo recordaba por sus
personajes en el melodrama como “Manuel” en La
piedra de escándalo (1902) de Martín Coronado, como su personaje de “Pucho”
en Fumadas (1902), de Enrique Buttaro o como el actor preferido de Florencio
Sánchez, quien llevó adelante una composición de “Don Zoilo”, en Barranca abajo (1905) inolvidable para
el público y para sus propios compañeros de teatro. La puesta presenta
entonces, a una Olinda Bozán enamorada de un actor que ya tiene una larga
trayectoria, y que se cruza en su camino admirando al artista en quien cree
amar al hombre: “Mi matrimonio con Pablo duró un mes. Tenía un carácter
terrible: era muy tosco. Una cosa era el Pablo a quien yo admiraba arriba del
escenario, y otro ese hombre rudo con el cual me había casado. Yo me había
casado con otro hombre, no con aquel que me electrizaba, yo quería casarme con
los personajes que ese hombre creaba y no con él. (Ardiles Gray: 44; en
Mogliani, Sanz, 133) El Pablo real, había tenido otras relaciones antes de
Olinda, y las tendría después, la última, la actriz Carmen Castex. El teatro,
la música, la escultura y la pintura eran unas de sus pasiones, el juego, el
alcohol y las mujeres las otras; las primeras sucumbieron en las redes de las
segundas; la puesta de Paolantonio, da cuenta en el relato deshilvanado del
comienzo, de esa vida desordenada y pasional, cargada de sensualidad, que lo llevó
a la locura y a la muerte. Como asegura su director –en el programa de mano- la
obra es “realidad y ficción entremezcladas para demandar una atención alerta,
un sentimiento inquieto y un reconocimiento de la fragilidad de las relaciones
humanas.” El espacio escénico cuenta con muy pocos elementos y algunos paneles
sobre los cuales se proyectan las imágenes, como la carpa del circo. Porque el
texto espectáculo no requiere de más elementos, incluso hasta los más pequeños
están sugerido: no hay arma ni cartas ni mate ni nada que pueda desviar la
atención del espectador. La iluminación desde el comienzo crea el clima de
encierro, de locura y de amor, en que el protagonista se va sumergiendo sin
darse cuenta: una habitación en la clínica psiquiátrica. Este espacio real
representado se recupera sobre el final, donde se cierra el círculo en la vida
de un gran actor con los fantasmas de un hombre singular, en el medio quedaron
sus días de felicidad, de éxito, de dudas y de violencia. El profesionalismo de
los actores atrapa al público en esta fusión de realidad y ficción. El
personaje de Pablo (Miguel Ávila) se sitúa en ese límite confuso entre la
locura y la lucidez, Olinda (Tatiana Santana) en una mezcla de niña y mujer, y
los hermanos Salma le ponen el humor y la chispa infaltable que tenía nuestro
circo criollo, además de la música en vivo. La propuesta es un canevas, un
entramado artístico donde todos los sistemas significantes le dan forma a la
fábula que se confunde con parte de la historia de nuestro teatro, como las dos
inseparables máscaras del teatro –comedia y tragedia, en una mirada distinta de
nuestro querido Pablo Podestá.
Pablo y Olinda de
José María Paolantonio. Elenco: Miguel Ávila, Tatiana Santana, Francisco
Ramírez, Mariano Falcón, Eugenio Erretegui. Vestuario: Nené Murúa. Iluminación:
Sebastián Irigo. Asesoramiento coreográfico: Mecha Fernández. Música Original:
Sebastián Irigo, Javier López del Carril. Viloncelista: Jorge Bergero. Diseño
gráfico: Mariano Falcón. Video: Tres tipos. Dibujo artístico: Natalia Macías.
Asistente de dirección: Paula Ettedgui. Asistencia de vestuario: Cristina
Tavano. Realización de escenografía: José María Vergel. Fotografía: Agustina
Luzniak. Operación de luces: Florencia González. Dirección: José María
Paolantonio. Andamio 90. Viernes 20,30 hs.
Aisemberg, Alicia, 2001. “Pablo Podestá:
trapecista, sainetero y actor de “teatro serio” en De Toto a Sandrini. Del cómico italiano al “actor nacional” argentino. Osvaldo
Pellettieri (dir) Buenos Aires: Galerna/ Instituto Italiano de Cultura de
Buenos Aires. (75/88)
Couselo, Jorge Miguel, 1989. “Pablo Podestá,
entre la locura y la muerte” en Todo es
historia, reedición especial número 118, octubre número 268. (6/15)
Mogliani, Laura; Sanz María de los Ángeles,
2001: “Olinda Bozán: la vida y la representación” en De Toto a Sandrini. Del cómico italiano al “actor nacional” argentino. Osvaldo
Pellettieri (dir) Buenos Aires: Galerna / Instituto Italiano de Cultura de
Buenos Aires. (131/148)
1
Como afirma Alicia Aisemberg
en su artículo: “En la historia del actor Pablo Podestá (1875/1923) se
encuentra condensada la de una etapa germinal del teatro argentino. Se trata de
un período clave de la historia del actor criollo; un momento en el que
comienza múltiples procesos que generan la paulatina conformación de un campo
teatral autónomo: la aparición de actores, autores, directores, críticos y un
público especializados que desempeña una actividad permanente y sistemática. “
(75)
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