¡Cuánto mayor sentido tiene ahora la vida! En
lugar de nuestro lento y pesado ir y venir a los pesqueros, ¡hay una razón para
vivir! Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia, podremos descubrirnos como
criaturas de perfección, inteligencia y habilidad.
¡Podremos ser libres! ¡Podremos aprender a volar!
(Juan Salvador Gaviota)
¡Podremos ser libres! ¡Podremos aprender a volar!
(Juan Salvador Gaviota)
La prostitución es un tema fuerte para la vida
y el escenario, sobre todo cuando su exposición es desde el interior de la vida
de una mujer que muestra su fragilidad en relación a quien la maneja en su
trabajo, y en relación a sus clientes, como un objeto de compra y venta. Las
secuencias, en la puesta de Yoska Lázaro, se suceden en el escenario, a un
tiempo marcado por el teléfono y la imperiosa necesidad de los otros. Entre
ellos, uno que parece distinto, que tiene un trato sexual diferente, una
historia personal pesada, pero que sobre todo la acerca a un mundo otro, que le
permite soñar con ser otro tipo de mujer, una persona culta, que pueda vivir
como el resto; “parezco normal” le dice a su rufián en un momento en que se va
a encontrar con ese cliente que siente que le abre las puertas a un lugar que
ansía. La normalidad, a través del afuera, la ropa, la manera de pararse o de
maquillarse, el vocabulario que se agiganta a partir de las citas de poetas que
aparecen en los bombones, y que forman parte de ese nuevo escenario que siente que
va creando, casi sin darse cuenta cómo. El lugar de la mujer que entrega para
sobrevivir la única herramienta que posee, su propio cuerpo, que vende,
alquila, enajena, pero que se guarda para sí lo que no se compra ni se vende:
las ilusiones. Sin voluntad para luchar contra el mandato de una sociedad machista, Llueve en Barcelona propone una lectura
mínima pero eficaz, sobre la soledad de quien es para los demás sólo un cuerpo.1 La cultura también es un tema dentro de la puesta, que papel cumple
para los que no acceden a ella naturalmente, como parte de su futuro, sino que
la ven como la tierra prometida, la meca anhelada para ser otra cosa que un
cuerpo que sufre la humillación de no ser más que un cuerpo, ya se llame
prostitución o trabajo industrial. En
el espacio escénico, espacio privado e íntimo de un dormitorio, la cama está en
el centro y algunos pocos elementos más, entre ellos un cuadro que cuelga
inclinado y una ventana. A través de esa ventana Lali (Esther Ramos) observa
día tras día a una simple gaviota, quizá como a Juan Salvador Gaviota le es
difícil convencer a las otras gaviotas de hasta donde pueden llegar, quizá es
difícil para la protagonista darse cuenta de la violencia física y psíquica que
ejercen sobre ella los dos personajes masculinos, David (Iñaki Moreno) y Carlos
(Kike Gómez). Esther Ramos construye a su prostituta desde lo corporal, con la
sumisión a flor de piel, en su gestualidad, en la forma en que desplaza y hasta
en el modo en que se viste y se desviste constantemente. El profesionalismo de
los tres actores y el hecho de que no que nada sugerido, como las escenas en
cierto sentido escabrosas, produce incomodidad en el público. En la sala la
tensión y el malestar se perciben, no sólo por la dureza de la temática que no
deja a nadie indiferente, sino también por la docilidad de Lali y por sus
sueños inconclusos, porque todos sabemos de la cotidianidad de esta situación.
Casi al final del texto espectáculo, cuando llueve torrencialmente no implica
que la lluvia va a lavar todo el lodo, sino por el contrario lo generaliza: Llueve
en Barcelona como llueve en todas partes del mundo. Una propuesta que
agrede y, a la vez, compromete al espectador, porque trata un tema complejo de
abordar escénicamente como es la explotación sexual, pero lo logra con un texto
sencillo y sin entrar en el dramatismo.
Llueve en
Barcelona de Pau Miró. Dirección: Yoska Lázaro. Actúan: Esther Ramos
(Lali), Iñaki Moreno (David) y Kike Gómez (Carlos) Participación Especial (Voz en off): Elizabeth
Vernaci. Asistencia de dirección y
producción: Graciela Agrelo. Colaboración en producción: Imma Rabasco.
Escenografía: José Daniel Menossi. Asistente de escenografía: Damián Santarán.
Iluminación: Paula Fraga. Vestuario: Laura Poletti. Maquillaje: Anna Mundet.
Musicalización: Marcelo Medina. Voz: Pepa Luna. Cajón: Carla Zianni. Prensa:
Carolina Alonso. Asistencia de producción: Bárbara Castro Soler. Dirección:
Yoska Lázaro. Teatro Abasto.
Bach, Richard, [1970] 1976. Juan Salvador Gaviota. Barcelona: Pomaire.
1 En la Argentina
la red de prostitución corre paralela al bienestar según afirman “Las juanas de
Rosario”: “Las Juanas indican que hay tres rutas que siguen las redes de
explotación sexual: la del Turismo Carretera, la del petróleo y la de la soja.
Gabriela resalta que Santa Fé es la segunda exportadora de soja del país. Y es
muy común para los productores sojeros –los nuevos ricos- “ir de putas” a los
pueblos vecinos. ‘Está naturalizado que el cuerpo de las mujeres puede mostrarse,
usarse, comprarse y venderse. Romper esa naturalización es un trabajo que hay
darse y el arte es una herramienta fundamental para eso.’ Que así sea” El
periódico de lavaca, julio 2011/año
5/número 46; “Trata con arte”, pág. 14. ¿Quiénes son Las Juanas? son un grupo de mujeres que desde el arte
reflexionan sobre la explotación sexual de las mujeres. Salieron a la calle con
una intervención que interpeló a vecinos y medios, para evidenciar la trama de
la trata.
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