En la muy cómoda y recién inaugurada sala de “El Tinglado”, tuvimos
oportunidad de presenciar una puesta que propone el sentido más allá de
la realidad visible.
La pieza no es nada complaciente, cualquiera de los presentes sintió el
aguijón. Como lo dice la voz en off: “… la memoria donde la toques
duele… siempre entra el relámpago y el trueno en ese irascible fogonazo
que es la vida…” Los recuerdos son sustancia inmanejable y aparecen en
el preciso instante en que lo real y lo irreal se fusionan, siempre hay
un detonante: un objeto, un sonido, un perfume que los hace aflorar…
como en el instante en que una persona está por quedar dormida o está
por despertar. De allí que el sueño y el recuerdo se parezcan tanto.
Gabriela Daniell no elije al azar el personaje que se niega al
recuerdo, no, es un monje, un personaje dedicado a la oración que debe
reprimir todo lo mundano, que no puede permitir que lo seduzca nada
mundanal y mucho menos si son recuerdos ligados a la ternura o a lo
carnal.
El monje no desea recordar pero los sueños tienen el suficiente poder
como para hacer que caiga la máscara, que aparezcan las capas ocultas de
la conciencia, todo lo que obsesiona su mente: los objetos que
actualizan la niñez, la ternura de una muñeca, el despertar de la
codicia, una bella mujer y la vejez con su verdad rotunda. Dos
personitas bufonescas son el detonante, ese algo que reaviva la memoria,
de nada vale que su amo las encierre en la lata, son astutas, tan
astutas que finalmente lograrán su objetivo, encajonar nuevamente los
recuerdos. Las dos constituyen el lado oscuro del monje, aquel que por
algún motivo, cíclicamente, se divertirá torturándolo.
La escenografía, el juego con las cajas amplifica y agudiza el sentido:
la opresión, el encierro y la posibilidad de la liberación, se logra
así una verdadera totalidad de gesto y sonido, de imágenes visuales y
auditivas. La escena en que una de las niñas termina en la caja como en
un cadalso y la otra encintada en otra caja, son momentos que impactan y
sofocan. Igualmente fuerte y visualmente bella opera la escena en que
los recuerdos liberados aparecen en estado puro, en forma rítmica y en
conjunto se regocijan porque “a la lata no…” y lo expresan con las
palabras, los sonidos, la lengua, los brazos, las manos. En ese momento
no hay gesto (mezquino y malicioso) que pueda desvanecerlos.
La música en vivo: guitarra, flauta traversa, flauta dulce, saxo,
genera un clima y una fuerza muy especial. En una pieza que apela a los
sentidos, donde la imagen tiene similar o mayor fuerza que la palabra,
las composiciones musicales de Pino Enríquez, Tobías Re e Iván Andreoni
alcanzan verdadera relevancia.
Todos los elementos de la puesta se integran armónicamente logrando un
puesta que busca nuevas formas para hablar de todo aquello que anida en
el interior del ser humano.
Encajarás de Gabriela Daniell. Grupo El Colectivo. Teatro “El Tinglado”, Mario Bravo 948. T.E. Domingo 21:15 horas. Elenco: Martina Ballespin. Milasgros Duarte. Sofía Echave. Gabriela Golgdenberg. Micaela Morello. Esteban Nerone. Arnoldo Tytelman. Voz en off: Sergio Bressky. Asistente de dirección y producción: Malena Fainsod y Dolores Vázquez. Dirección de manipulación: Sergio Bressky. Composición musical: Pino Enríquez. Tobías Re. Iván Andrioni. Interpretación musical en vivo: Tobías Re. Gabriela Golgdenberg. Iván Andrioni. Interpretación musical grabada: Andrés Amerayo. Pino Enríquez. Marcelo Perrone. Fernando Capelletti. Iluminación: Betina Robles. Fotografía: Dolores Vazquez. Escenografía, diseño y realización: Grupo El Colectivo. Máscaras: Gabriela Daniell. Diseño gráfico e impresión: Fénix Ediciones Gráficas. Idea, dramaturgia y dirección: Gabriela Daniell.
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