“Tienes, oh alma, un enemigo doméstico, un enemigo amigo, un adversario familiar que te devolvió males por bienes, y siendo un enemigo tan cruel bajo apariencia de amistad, te privó de todos estos y otros infinitos bienes. Este enemigo, salvo tu respeto, es tu carne infeliz y miserable, la que, no obstante, te es muy dulce y querida.”
(San Buenaventura) Soy un cuerpo, mi cuerpo soy yo.
La figura de Don Juan1 es la del arquetipo del cínico y burlador que no
cree en nada, ni lo que proviene de los hombres ni lo que deviene de
Dios. Su afán libidinoso es la conquista despiadada de mujeres, que
engañadas por su falso amor caen rendidas a sus encantos. La lujuria de
Don Juan es uno de los siete pecados capitales, y la puesta de Rául
Serrano recuerda en su disposición espacial, en la distribución de la
luz, y en el punto de vista de la dirección, al famoso cuadro de El
Bosco2 sobre el tema bíblico. Serrano3 nos presenta al típico Don Juan
pero salvo doña Elvira, las mujeres no son el elemento que más perturba
al personaje, sino la división de cuerpo y alma, ya que él se pregunta
las razones por las cuales Dios les dio a los hombres un cuerpo
demandante para luego juzgarlos por ello. Preso del deseo, Don Juan,
Piero Anselmi,4 busca el placer, desoyendo consejos y pareceres, en un
viaje de aprendizaje donde retorna sin duda a encontrarse con su
destino. Enfrentado a su padre, Jorge Diez, a su prometida, Verónica
González, y a su criado, Sergio Pascual, es el encuentro con el
comendador el que va a mostrarle por fin los límites de su desmesura.
Con su padre lo enfrenta la desobediencia y la falsía, con doña Elvira
el cuerpo y el deseo que de él emana, cárcel del alma en la que don Juan
descree, con su criado Sganarelle, el desafío es entre la lujuria del
amo y la gula del servidor. Sganarelle es construido por Molière
siguiendo la tradición de la comedia del arte, y Serrano le pide al
cuerpo del actor, que desde ese registro “enérgico”, según la
denominación de De Marinis de vida a su personaje. El viaje de Don Juan
es un viaje en círculo, como a ningún sitio, una travesía en la que
termina atrapado junto a su sirviente, envueltos entre redes. Don Juan y
Sganarelle con sus buenas actuaciones generan humor e ironía, y le dan
una impronta especial al texto espectáculo. Como dos opuestos que se
complementan, el amo y su sirviente se desplazan en el espacio escénico
despojado. El espacio privado y el espacio público no tienen otro límite
que la iluminación, porque va focalizando, recortando y dirigiendo la
mirada del espectador. La religión, personaje omnisciente y omnipresente
se desdobla en varios actores, como espectros entre la noche y el día,
en penumbras y con sus rostros rara vez visibles, penitentes al acecho
de ambos viajeros por tierras desconocidas. Un viaje con toda la
connotación que para la tradición occidental tiene en la literatura, ida
y vuelta del aprendizaje de la vida pero recorrido que nos lleva a la
meta fatal a la que estamos destinados por el sólo hecho de nacer;
entonces ¿el cuerpo acumula culpas en ese viaje entre real e imaginario
en el que Don Juan está inmerso o su culpa es ancestral, es simplemente
el accidente azaroso de tomar un espacio en el mundo?, ¿cuál es el
pecado de Don Juan? Serrano trae al conocido personaje español, a un
escenario donde la desmesura por lo que somos en el exterior, el cuidado
del cuerpo, es un imperativo categórico, pero sin la trascendencia, sin
el atrevimiento de que nos preguntemos que somos y a dónde vamos, sólo
como un intento desesperado de supervivencia.
El viaje de Don Juan de Raúl Serrano. Elenco: Piero Anselmi, Sergio
Pascual, Jorge Diez, Verónica González, Leandro Martínez, Juan Speroni
Hernández y Andrea Boveri. Asistente de Dirección: Manuela Serrano
Bruzzo. Escenografía y Puesta de Luces: Alejandro Arteta. Operador de
Luces: Matías Miranda. Asistente de Producción: Mariano Retorta y
Manuela Serrano Bruzzo. Fotografía: Christian Pittari. Gráfica:
Alexandra Chiti. Prensa: Leticia Hernando. Dirección: Raúl Serrano.
Teatro del ArteFacto.
1 Don Juan es un personaje tipo que apareció, por primera vez, en la
pieza El Burlador de Sevilla, del dramaturgo español Tirso de Molina
(1579/¬1648). La obra de Tirso de Molina aborda dos temas de larga
tradición en España: uno es el del "burlador". Burlador, en este caso,
significa 'engaña¬dor de mujeres', cuyos favores obtiene mediante falsas
promesas de casa¬miento. El otro tema es el del "Convidado de piedra",
una calavera o es¬tatua de la que el personaje se burla, y que termina
vengándose. La obra de Molière suscitó una enorme polémica y que los
devotos se levantaran contra el autor. Esta obra escrita inmediatamente
después del Tartufo en la que Molière fustigaba la hipocresía de
algunos devotos, ésta aparece, a los ojos de algunos religiosos de su
época, como una apología del libertinaje. El único defensor de la
religión parece ser Sganarelle, para quien la religión se parece mucho a
la superstición y cuyo papel cómico es evidente. La obra sufrirá desde
su segunda representación un ataque en toda regla. Se pedirá a Molière
que suprima ciertas escenas (la del pobre) y algunos diálogos que
aparentemente se mofaban de la religión. Sólo conseguirá publicarla en
1682 y en versiones censuradas. Habrá que esperar hasta 1884 para poder
ver la representación en su versión original. (Wikipedia)
2 El Bosco (su verdadero nombre era Jeroen Anthoniszoon van Aken), fue
un pintor que vivía hace algo más de cinco siglos (1450 - 1516). Un
artista que a diferencia de muchos centraba sus pinturas en el pecado
del hombre, escenas apocalí¬pticas infectadas por demonios y demás
criaturas deformes y abstractas. En sus obras relaciona motivos
astrológicos, populares, brujería y alquimia, así como el tema del
Anticristo y episodios de las vidas de santos ejemplares. El resultado
es un ecléctico estilo iconográfico propio de finales de la edad media.
Los estudiosos difieren respecto a la interpretación de su pintura, pero
la crí¬tica es más bien unánime a la hora de manifestar que sus obras
muestran la preocupación por la inclinación del hombre hacia el pecado,
en desafí¬o a Dios, así como la condena eterna a las almas perdidas en
el Infierno, como consecuencia fatal de la locura humana. (Los siete
pecados capitales). Podemos apreciar en el cuadro cada uno de los 7
pecados del hombre, a la izquierda, en la gran cama en donde 2 diablos
agarran a la mujer y al hombre distinguimos el pecado de la lujuria,
seguimos hacia la derecha y en una pequeña tienda vemos a un hombre
sentado a la mesa con un demonio agarrándole por detrás el pecado de la
gula, bajamos ahora hasta la parte más inferior del cuadro y miramos
hacia la mujer y el hombre para encontrarnos con el pecado de la
soberbia, nos desplazamos ahora hacia la derecha para ir redondeando el
círculo, vemos una especie de caldero oscuro con varias cabezas humanas
asomando, estamos frente al pecado de la pereza, y ahora si miramos un
poco hacia arriba nos encontramos con una gran superficie plana y un
hombre boca abajo a punto de ser sacrificado por un diablo amarillento
que empuña una espada, es el pecado de la ira, desplazándonos justamente
al centro de la pintura de Hieronymus Bosch para ver el pecado de la
avaricia, un hombre humano colocado sobre un objeto y mientras un diablo
negro y alado lo sujeta otro ser con vestimentas azules y blancas se
dispone a golpearlo con un mazo, y si queremos ver el último pecado
capital solo tenemos que mirar un poco más allá hacia las montañas,
veremos a una jauría de bestias negras devorando a varios hombres, es el
pecado de la envidia.
3 El director dice de su propio trabajo: “Escribí un libro, Tesis sobre
Stanislavki, que fui reescribiendo durante años. Me considero un
practicante de teatro que se dio cuenta de los problemas de la
creatividad y de la poética del actor. Nunca me propuse ser un maestro
de teatro, sino que me encontré con eso sobre la marcha. Hacer teatro es
reproducir la conducta humana en las condiciones de la escena. Cuando
uno reflexiona qué causa la conducta humana, también está hablando de
los paradigmas de la vida. La diferencia entre el teatro y la vida no
está dada en la conducta humana, sino que en lo cotidiano hay causas
reales que nos motivan y en el teatro uno se las debe imaginar. Así se
movilizan las instancias menos racionales. Estructurar y guiar al actor
en una partitura que le muestre claramente qué debe ir haciendo: ése es
el rol de un maestro de actuación. Tengo dos autores preferidos:
Shakespeare y Molière Ambos no son literatos sino directores de escena,
son creadores de situaciones teatrales. Los dos escribieron para
compañías que debían vivir de esas obras. El viaje de Don Juan,
espectáculo que acabo de estrenar, toma al personaje de Molière, pero en
mi versión el cuerpo aparece como eje de la obra.” (J.J. Santillán,
Rául Serrano: más practicante que teórico, 24/8/11; sección
Espectáculos, Clarín.com.)
4 Piero Anselmi comenzó su formación a los diez años en Tarariras,
Uruguay, con el profesor Fernando Cardani. Continúa su formación en los
Talleres Integrales de Artes Escénicas de Colonia, siendo un destacado
alumno. Una vez egresado de dichos talleres, es convocado a participar
del elenco estable de la Comedia Municipal de Colonia dirigida por
Eduardo Grosso. En la ciudad de Colonia funda el primer grupo de Teatro
Independiente de la ciudad, junto a Lorena Rochòn, Juan Sebastián
Rodríguez y Fernando Cardani con el espectáculo Locos. A los veinte años
decide ampliar y profundizar su formación, se radica en Buenos Aires, y
comienza sus estudios en la Escuela de Teatro de Buenos Aires que
dirige el maestro Raúl Serrano. Al egresar de la escuela el maestro lo
toma como asistente en sus cursos de segundo y tercer nivel, obteniendo
allí las herramientas más importantes de su formación. En los años de
trabajo como asistente, se hace cargo de diversas tareas operativas y de
mantenimiento en el Teatro Del ArteFacto que funciona en la escuela de
Serrano. Desde el año dos mil siete hasta la fecha, es el coordinador
general de todas las actividades del Teatro Del ArteFacto. Dada su
cercana formación con el maestro Raúl Serrano éste lo designa profesor
en los cursos de segundo nivel de su escuela, desempeñándose como
docente desde el año dos mil siete hasta la fecha. En el dos mil diez es
convocado por el grupo de Teatro Ciego para entrenar a sus actores en
el espectáculo Luces de Libertad.
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