La dictadura del ’70 funcionó en base a una distorsión de la conciencia colectiva; el silencio era saludable y cualquier expresión pública se convertía en delito. Nadie debía saber nada en ese extraño código de comunicación que establecieron los medios y las omnipotentes FFAA de la Nación.
(Alejandro Maciel)
La represión en la última dictadura cívico/militar es un tema que duele a
flor de piel, a quienes sufrieron las consecuencias y a quienes no nos
afectó directamente, pero nos marcó la vida para siempre. Alejandro
Maciel1 se atreve a expresarse sobre una de las cuestiones más ríspidas,
la relación entre la víctima y el victimario. Eduardo Pavlovsky, desde
su teatro, Potestad (1987), Paso de dos (1992), entre otras, imprimía a
los personajes represores su costado humano; para demostrar por un
lado, que no son monstruos sino seres normales que hacían cosas
monstruosas, y para advertirnos de que pueden estar al lado nuestro sin
que nos demos cuenta; son hombres y mujeres a quienes un sistema
perverso llevó a creer que cumplir órdenes, obedecer leyes de dudosa
procedencia, y luchar contra el demonio del comunismo amparados por la
mirada divina, dispensaba cualquier acción, por más horrorosa que fuera.
Productos de un plan maquiavélico que quería cambiar un proyecto de
país por otro, y que sabía que sólo podría lograrlo eliminando sin
eufemismos a quienes desde el pensamiento o la acción se lo podían
impedir. Asistir a la puesta de Culpa de los muertos es observar como
ese planteo que llevaba a justificarlo todo, pudo en algunos
interiorizarse y hacerse ley, y en otros en el contacto con la palabra y
los sentimientos de las víctimas, romperse para por fin darse cuenta,
quienes eran los unos y los otros. El planteo es valiente y duro, la
estructura elegida le debe mucho al melodrama, género que habitualmente
se lo considera de forma despectiva pero que es fundacional para muchos
de nuestros géneros teatrales desde la gauchesca al teatro de tesis
social2, como también para nuestra música nacional: el tango. Como en
Las mil y una noches, el relato dentro del relato permite el milagro del
nuevo día, y va diluyendo las fronteras entre represor y reprimido.
Contar esta parte de la historia que es la menos transitada necesitaba
de alguna manera una forma que la abarcara desde el sentimiento, la
sensibilidad y la pasión. Porque en ese marco de horror en el cual se
desarrollan las secuencias, de lo que se habla sobre todo es de la
fuerza del amor para abrir los ojos y ver. Corrientes es el escenario de
una historia chiquita, íntima que toma dimensión nacional por lo que
implica en su sucesión repetida de acciones que se sucedían a lo largo y
a lo ancho de nuestro país. Por eso quizá la letra manuscrita del
programa de mano resulta intimista, aunque el tema nos involucra a
todos. Una deslucida aula en algún colegio donde esta ausente el
inocente griterío infantil, un pupitre destartalado y un pizarrón que
por momentos funciona como la pantalla donde el espacio virtual es
explicitado y unos pocos elementos más construyen el horror: un centro
de detención clandestino. Candela Suárez López (Loisa) y Juan Manuel
Romero (El Sargento) logran con su profesionalismo que la tensión y la
violencia ejercida por el captor sobre la estudiante se sienta a flor de
piel y, también, cuando comienzan a compartir sus confidencias un
cierto alivio parece instalarse en el público. En el espacio real
representado se reclama por un hijo que ha sido robado pero una nueva
vida se gesta. ¿Casualidad? ¿Destino? La omisión en la “lista” de la
joven secuestrada permitió que victima y victimario se unieran en una
utopía en voz alta: un Mundo Mejor. La puesta también es valiente por
exponer con claridad puntos oscuros, que se soslayan habitualmente
porque el dolor que implica tratarlos aún es demasiado, nos sobrepasa,
nos aturde con su verdad y nos impide el registro, sólo nos deja las
lágrimas y la angustia de un vacío que formara parte siempre de nuestra
identidad.
Culpa de los muertos de Alejandro Maciel. Elenco: Juan Manuel Romero,
Candela Suárez López; en video: Julieta Fayart, Juan Matías Gras, Jorge
Graciosi Alejandro Maciel. Escenografía: Camila Morvillo. Iluminación:
Damián Monzón. Operador de Luces: Oscar Canterucci. Video y Asistente de
Dirección: Claudio Ferraiolo. Fotos & Diseño Gráfico: Ignacio de
Barrio. Prensa: Tehagolaprensa. Dirección: Jorge Graciosi. Teatro del
Pasillo.
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1 Alejandro Maciel es un médico psiquiatra argentino que no cree en el
psicoanálisis. Es también un escritor que no cree en sí mismo como
autor; y acaba de publicar la novela Culpa de los muertos (Editorial
Rubeo, Barcelona, 2008) en la que describe la vida de cinco estudiantes
de medicina de Corrientes, en la década de la dictadura militar de la
violenta Argentina de los ’70. El autor vivía en Corrientes en la
década del 70 y como el mismo declara, narra un escenario que conocía
muy bien: “vivía en Corrientes en los ’70. (…) porque la paz romana era
una apariencia en Corrientes. No faltó violencia ni represión: faltó
información.” Alejandro Maciel, ha publicado también La salvación
después de Noé, 1990; el capítulo argentino de la novela Los conjurados
del Quilombo del Gran Chaco, con Omar Prego Gadea (Uruguay), Eric
Nepomuceno (Brasil) y Augusto Roa Bastos (Paraguay), Alfaguara, 2001;
Prostibularias (con Amanda Pedrozo, Luis Hernáez y Pilar Muñoz Romano),
Ed. Servilibro, Asunción, 2003; 20 poemas de humor y una canción
disparatada, con Pepa Kostianovsky, Servilibro, 2004. Es director de la
revista~libro Palabras Escritas, semestral, editada por Servilibro.Por
Culpa de los muertos hay una autor ausente, entrevista por Alina
Muratori. Nota para la revista literaria Triena.
2 El teatro de tesis social, es un género de denuncia en el teatro que fue transitado entre otros por Roberto J. Payró y Florencio Sánchez quienes utilizaban los procedimientos melodramáticos para llegar más rápidamente al espectador, producir su empatía por el personaje, sujeto de la acción, héroe o heroína, y a través de la misma lograr el desenmascaramiento de los males de la sociedad o de sus verdades ocultas, oponiéndose de esta manera desde la dramaturgia al status quo reinante. La lucha entre el amor y el deber, la coincidencia abusiva que hace que todos los males recaían sin excusa sobre el personaje, el abandono desde la infancia por ejemplo, la pareja de amor imposible, que terminará en tragedia, el silencio y el secreto, son recursos que la puesta utiliza para adaptar la novela de Maciel.
Azucena y María de los Ángeles: muchas gracias por el comentario, veo que observaron con inteligencia los distintos matices y aspectos de la obra. Realmente, les estoy enormemente agradecido por haber escrito esta crónica, minuciosa, certera y profundizando en el análisis de un tema tan doloroso para la historia común como argentinos.
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Alejandro Maciel