Por Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz
Luis
Cano es un dramaturgo de amplia trayectoria que presenta en este volumen seis
de sus piezas teatrales que llegan así al público lector de textos dramáticos,
como también a aquél que luego de haber disfrutado de las puestas quiera
nuevamente, a partir de la palabra, recrear el momento de la enunciación. Las
textualidades de Cano, breves y potentes en su escritura fragmentada pero
cargada de una subjetividad inquietante, recorren los mundos privados de
personajes expuestos no desde una referencialidad directa, sino que son
presentados en un no tiempo cronológico, un tiempo cargado del acontecimiento
que relatan, un universo íntimo, de una conflictividad singular. Imágenes de una novela, es el título que
las recoge, título sugestivo desde el lugar de la confluencia de dos géneros
disímiles, teatro – novela. Novela como narración que incluye diversidad de
personajes, situaciones centrales y secundarias, imágenes múltiples, historias
que se cruzan y que permiten a su vez el encuentro de sus protagonistas,
presentando lo narrado como hitos de una encrucijada; novela como ramificación,
como extensión en el tiempo y en el espacio; teatro como concentración de situaciones,
donde confluyen el acontecimiento y la palabra, y donde la fuerza reside en la
potencialidad de sus imágenes. Así son las piezas que integran la propuesta,
cada una por separado presenta la impronta de su fuerza intrínseca, proyectada
en una sintaxis segmentada, en un tiempo acechado por las elipsis, pero que
leyéndolo como un todo, cada textualidad dramática podría ser el capítulo de
esa novela que no tiene un fin próximo, porque aún no están exploradas todas
las posibilidades de su semántica. En Ostras
frescas,1 bajo el epígrafe de Máximo Gorki,
nos introduce en una situación confusa donde la muerte que iguala los destinos
de todos y cada uno de los seres humanos, es registrada en tono paródico por
dos hombres que esperan llegar el féretro del general Keller y se encuentran
con un festejo preparado para recibir a un escritor; los diálogos se suceden
dando espacio a la cotidianidad de Bujarín y V. A. Maklakov, el dinero, lo que
se puede o no comprar con él, el tiempo; en una espera que ha diferencia de la
situación de angustia de Valdimir y Estragón, en Esperando a Godot de Beckett, para los personajes de Cano, todo se
reduce a un contratiempo sin mayor consecuencia, la vida continúa a pesar de la
desilusión de no haber conseguido su propósito:
Bujarín: ¡Bien pensado, Maklakov! Fue un placer conversar con
usted.
V. A. Maklakov: Una lástima no haber visto al general.
Bujarín: Y pensar que lo tuvimos al
alcance de los ojos y lo dejamos ir.
Siguen sentados. Sube el escándalo
de la estación de tren y de los perros. (19)
La
siguiente obra que construye el itinerario del texto es Comedia de un hijo2, como
en la anterior está situada en un espacio no convencional, “un escenario impreciso”,
sin posibilidad para el lector de encontrar coordenadas espacio-temporal. Con
su singular estilo de escritura el autor va fragmentado la historia y a través
del Coro vamos adquiriendo algunos pequeños indicios sobre la fragilidad de los
personajes, también sobre lo oscuro y lo siniestro de algunos de ellos. La
constante metateatralidad, la aguda reflexión y la deconstrucción del héroe
trágico encierra a los personajes y estimula en el receptor todos los sentidos:
Hijo: Qué lío de muñecas y fregonas y corifeos. Papá, sos mi
padre aunque no me hayas dado nada. Ahí está el motivo de este falso teatro.
Voy a dejar de ser hijo. Voy a usar mis manos. Voy a dejar tu palacio y toda su
mierda. Soplaré, soplaré y lo derribar.
Coro: Todo está torcido. Esta comedia sobre Hamlet donde el
único que falta es Hamlet
Padre: ¿Dónde está el idiota que me desenterró durante años?
Hijo: Te dejo en paz. Volvé a tu sueño. (36-37)
El
Hamlet de Cano, además, parece cuestionar a los agentes del ámbito teatral,
incluyendo al público. Un final que puede resultar abrupto, en especial, para
el lector que desconoce su visión sobre el lenguaje, un final en donde la
tragedia y el espectro ya no existen o, tal vez, nunca existieron. La tercera pieza
es muy breve, Blancos posando[3],
y tienen la particularidad de haber condensado el tiempo de la intriga a la
mínima expresión, los diálogos fraccionados entre los tres personajes parecen
inconexos pero la búsqueda de Expósito tiene un objetivo claro: reconstruir su
pasado, a pesar de que su familia ya esté muerta:
Mujer con blusa
blanca: No se vaya.
Expósito: Cambiaron las chapas de la esquina. ¿Qué estamos?
Mujer con blusa
blanca: Estoy tratando de encontrar un pasado para usted.
Expósito: Yo puedo solo. (...) No suelo ponerme así. (42)
El
hilo conductor es una vieja foto apaisada, quizá en tonalidad sepia, para hacer
presente el pasado y para trasladar el presente a un tiempo incierto. Es
necesario estar atento en lo no dicho, a los silencios, a los intersticios y
como un boomerang la tensión dramática se dirige al lector para regresar con un
plus extra. En este transitar por Imágenes
de una novela, Socavón[4] nos
desorienta desde el inicio, obra pensada para un solo personaje en un recorrido
laberíntico a partir de las diferentes entradas, prolijamente enumeradas: Uno,
Dos,…, Veintitrés. Tampoco en esta obra
hay marcas espaciales o temporales, de manera que el lector siente la oquedad que
emerge del texto a flor de piel. Hilachas del pasado que se visualizan en el
presente, presente de demencia y de recuerdo, de ficción y de retazos de
nuestra realidad:
Seis: […] mi casa. Se la habían llevado… mi casa. Todos los
vecinos estaban mirando pero nadie vio nada… (Pausa) Dónde vivo, Mamá me dijo aquella vez en voz baja pegándome
la boca en la oreja… Cuando quieras volver Ulisito acá está tu pieza […] (56
Ocho: …no quise faltarle. Se me mezcal Marita con otras
imágenes. Un mezcla de María con… amigas, mujeres que vi en la calle,… Marita
se me confunde con. Se me junta la Marita de ayer con la de hace… La que
conocí… con todas las demás Maritas que nunca… Mejor me voy a caminar. (57)
Un
texto dramático por demás inquietante y a las diferentes voces el lector
inconscientemente le dará un nombre real. En la siguiente obra, El paciente[5],
el autor nos ubica en una despojada habitación hospitalaria, en un clima
claustrofóbico y la visibilidad de un cuerpo encerrado en si mismo por la
enfermedad y el deterioro, tanto físico como psíquico, que se materializa en los
personajes de Paciente, Vendado, Triviño y 85. Podríamos encontrar un cierto
humor en El Payaso Blanco que sale de la oscuridad:
El Payaso Blanco: Primer acto: el paciente en un hospital muere. Segundo
acto: el paciente en un hospital muere. Tercer acto: el paciente en un hospital
muere. ¿Cómo se llama la obra? (64)
Personaje
que por momentos se pasea por el espacio dramático y luego “llama a la puerta con una guadaña en la mano”.
A lo largo del relato será el lector atento quien complete los vacíos en los
diálogos entre los diferentes personajes. La última pieza del presente volumen
es Chiquito[6]
y suponemos que esto no es azaroso, quizá sea la obra más provocadora y de una
subjetividad más inquietante. Desde el título nos desconcierta, porque Chiquito
no es el niño que ha sido apropiado y al cuál se le ha negado su identidad,
sino es el sobrenombre de quien le ha usurpado su familia y su historia. Un
relato cruel de mentiras y ocultamientos que todavía hoy nos enmudece, ficción y
realidad que despierta nuestra memoria individual y colectiva. Ninguno de los
tres personajes tiene posibilidad de salir del círculo vicioso que han
construido como una maraña; espacio íntimo y claustrofóbico que anticipa el
violento final:
Cascarita: Y ahora estoy parado
No sé qué hacer
Por una punta de este caño meto el ojo
Y no encuentro a los míos
¿Estarán aplaudiendo?
¿Qué hago?
Chiquito: Esa mañana no me la olvido
Enfermera: Bien no me acuerdo (85)
Luis
Cano, por su particular poética, no es un autor / director teatral fácil de
asir porque necesariamente involucra al lector / espectador. En la construcción
de los espacios íntimos, sin posibilidad de anclaje alguno, logra que la
temática estalle en mil sentidos. Los diferentes personajes crean la tensión dramática
apoyados en un mundo sugerido, del que casi no se dan datos pero que es por
todos nosotros conocido, es este mundo el que sostiene a cada personaje y del
cual no puede evadirse. El autor apropiándose del lenguaje y con la fragmentación
de los parlamentos no sumerge en una historia escrita con jirones de las capas
de nuestro pasado; quizá en un intento de deconstruir la historia oficial y
ofreciendo una nueva estrategia de lectura teatral para un lector / espectador escindido
en sí mismo y en su cotidianidad.
Imágenes de
una novela / Textos dramáticos de Luis Cano
Autor: Luis Cano
Páginas 97
Ediciones artesdelsur, 2010
1 Ostras frescas se estrena en el teatro IFT en el año 2000, con auspicio de Argentores y del Instituto Nacional de Teatro, como parte del evento 9. Con un elenco conformado por: Julio López y Jean Pierre Regueras. Iluminación: Jorge Merzari. Música: Tian Brass. Dirección: Virginia Lombardo. La pieza obtuvo el 2º Premio en el Concurso de Teatro de la Dirección General de Promoción Cultural, Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.
2 Comedia de un hijo fue estrenada como Dia Pater en el Teatro Babilonia en 1996. El elenco que estuvo formado:
Fernando Rossaroli, Julián Howard, Roberto Saiz, Graciela Baduán. Dinámica
corporal: Román Caracciolo. Asistencia de dirección y creación de utilería:
Mónica García. Diseño de escenografía: Los volatineros. Diseño de iluminación:
Roberto Traferri. Dirección y puesta en escena: Francisco Javier. En 1997
obtiene la Mención Honorífica
del Premio Municipal de Dramaturgia , otorgado por la Secretaría de Cultura
del Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires (correspondiente al bienio 1996/1997)
[3] Blancos posando recibe la
Mención Especial de Teatro en el Concurso Internacional
organizado por la UNESCO,
el Ministerio de Cultura y Educación de la Nación y la Universidad Nacional
de Salta (2000) . Se estrena durante el Primer ciclo Teatro x La Identidad, organizado
por Abuelas de Plaza de Mayo, se presenta en la Sala Entrecasa
(2001) y en la Sala
Uriarte Viejo (2002). Con la participación de los actores:
Virginia Lombardo, Adríán Canale; Fabián Canale, Alfredo Martín. Música: Tian
Brass. Asistencia: Luciana Giacobbe. Dirección: Luis Cano. (2011: 51)
[4] Socavón recibe la 1º Mención Especial en
el Premio de la
Nueva Dramaturgia Argentina Germán Rozenmacher, Universidad
de Buenos Aires, II Festival Internacional de Buenos Aires, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
(1999). Ganador también en el mismo año
del concurso de Becas y subsidios de la Fundación Antorchas.
Se estrena en el C. C. R. Rojas (1999), luego en el Teatro Callejón (2000),
invitado al III Festival Internacional de Buenos Aires (2001). Su elenco es:
actor: Osmar Núñez. Iluminación: Alejandro Le Roux. Fotografía: Mariano Dobryz.
Asistencia: Luciana Giacobbe. Banda sonora y dirección: Luis Cano. Después
forma parte del programa de traducción de la Maison Antonie
Vitez (2203), bajo el título Effondrement,
la traducción a cargo de Armando Llamas y la dirección de Luis Cano (2011: 62)
[5] El paciente obtiene el 2º Premio en el Concurso
Nacional de Obras de Teatro otorgado por el I. N. T. (1999) bajo el título La cuna mecánica. Su primer montaje es
en la Sala
Contemporánea del C. C. Recoleta (2001) y luego en el Salón
de la Cátedra
de la Facultad
de Medicina, U. B. A. (2002). Su elenco es: Tian Brass, Hernán Cáceres, Fabián
Canale, Emilio García Wehbi, Virginia Lombardo, Alfredo Martín, Élida
Schinocca, Alejandro Vizzoti. Iluminación: Matías Sendón. Tratamiento textiles:
Laura Poletti. Música original: Tian Brass. Asistencia de dirección: Luciana
Giacobbe. Dirección: Luis Cano. La presente versión corresponde a la presentada
en la ciudad de Córdoba (2006) y en esta ocasión el elenco está formado por:
Carolina Cismodi, Cipriano Argüello Pitt, Hernán Sevilla, Luciano Delprato,
Martín Suárez, Sonia Daniel. Iluminación:
Rodrigo San Martín. Asistencia: Maura Sajeva. Dirección: Luis Cano.
(2011: 77)
[6] Chiquito es estrenada bajo el título de Ruleta rusa en el teatro El Doble (1997)
El elenco está formado: Fabiana Berghole, José Luis Arias, Viviana Saavedra.
Voz en off: Ernesto Luppino, Florindo
Beneitez, Pablo Cassina, Ricardo Baquero. Escenografía: Alejandro Mateo,
Mariano Saavedra. Objetos: Luis Cano, Viviana Saavedra. Música: Gustavo
Dvoskin. Iluminación: Dana Barber. Asistente de escena: Luciana Giacobbe.
Colaboración artística: Margarita Mantello. Asistente de dirección: Dana
Barber. Dirección: Luis Cano. La presente versión se presenta en el teatro La Carbonera (entre 2008/2010). En esta oportunidad
el elenco es: José Márquez, Élida Schinocca, Martín Urbaneja. Escenografía:
Laura Rovito. Maquillaje y vestuario: Florencia Orlando. Iluminación: Juan
Ramos. Música: Gustavo García Mendy. Asistencia de escena: María Mercedes Di
Benedetto. Asistencia de dirección: Paula Rutschi. Coordinación de producción:
Sergio Spinella. Supervisión: Daniel Veronese. Dirección: Analía Fedra Garcia.
Obtiene varias nominaciones y participa de Festivales Nacionales e
Internacionales (entre 2008/2010) (2011: 95)
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