La intérprete de
sus propios temas, la actriz, juega a entregarnos como espectadores fragmentos
de una historia contada desde palabras sencillas que encierran su metáfora en
el quiebre, en lo no dicho, en lo que deja salir a partir de la mirada
cómplice, la risa, el gesto o el acorde desde una guitarra que parece formar
parte de su anatomía. Ni tango ni bolero, pero siguiendo la estructura de la
narración íntima en primera persona, se sucede el diálogo con el otro, un otro,
y también con ese que está encerrado en uno mismo. La figura de Irene Goldszer1 bajo la luces de la escena, acompañada
por la escenografía de Paco Fernández Onnainty2, por los músicos que inician y oscilan
según el tema en integrarse al espacio donde una pequeña historia deviene en la
voz de colores insinuantes que la cantante maneja con fluidez, aparece
angelada, como tocada por la magia del lugar. Nada parece forzado sino que
tiene la impronta de una reunión de amigos que se reúnen para festejar
precisamente la felicidad de estar juntos, y donde la música es el instrumento,
la herramienta que facilita el encuentro. Un espectador que disfruta, que
reconoce el valor de la entrega de la artista, que sabe cuáles son sus
recorridos, que la conoce y en quien se reconoce en las temáticas y los ritmos.
Instrumentos de viento, de cuerdas y percusión, y la vibrante vocalización que
se atreve a un tema conocido para traerlo a su propia intensidad y crear una
versión de una belleza diferente. Autora, intérprete y directora de la
propuesta, Goldszer logra que todos los procedimientos adquiridos en su
formación se aúnen para dar cuenta de un trabajo dinámico y sorprendente en los
registros y en el devenir de las microhistorias que conforman una, cuyo tema es
el amor. El pequeño programa de mano parece ser una de las piezas del puzzle que la actriz con mucho
profesionalismo va armando a lo largo del recital como ella misma lo define en
una entrevista realizada[3]
por otro medio:
“Pedazos” es un recital […] En las letras
resaltan ojos, dedos que se mueven solos, bocas que hablan sin sus
cabezas. Hay dedos que suenan en el vivo –los chasquidos-. Un corazón sin forma
de corazón. El viento, el pasto y el cielo como escenarios de esas bocas,
dedos, pelos, cuerpos que se desprenden de su parte total. Lo cotidiano del tenders
y el surrealismo de los dedos colgados en él. Las sábanas, el sueño que se
queja, la noche infinita. Las palabras que hartan. La interferencia del
lenguaje. Algo bueno puede nacer desde tan abajo – el amor… una planta… una
casa…-. Disfrutar de lo pequeño. Un abrazo. Los trozos que se cuelan (que se
meten), los trozos que dejan secuelas. Las partes del cuerpo, las emociones,
los pensamientos que se liberan y cometen actos que no controlamos y vuelven y
nos transforman. Creer. Imaginar. Querer. Y llorar por eso y reír también por
lo mismo. La maldad en un libro, en un dicho, en la naturaleza, en todos lados.
El engaño y el amor. El origen de la obra. Esos son los conceptos que contienen
a Pedazos.
Todas esas pequeñas
y sencillas cotidianidades, a modo de un relato de vida, es lo que transmite
Irene sin sobresalto y dejando al espectador atrapado en una maraña por demás
sensitiva, maraña colorida planteada desde el espacio lúdico con diferentes
hilos, cintas, cuerdas que se cruzan o están en el suelo. Pero la imagen visual
no es caótica sino, por el contrario, todos los elementos conviven armoniosamente,
como conviven en esta obra los diferentes lenguajes artísticos, sin
subordinación alguna. Espacio que va tomando textura a medida que la ductilidad
y el carisma de Goldszer nos atrapan en un canevá poético para cerrar el
espectáculo con una impecable versión Malagueña
salerosa:
Malagueña salerosa,
besar tus labios quisiera,
besar tus labios quisiera,
malagueña salerosa.
Y decirte niña hermosa
eres linda y hechicera,
eres linda y hechicera,
como el candor de una rosa.
besar tus labios quisiera,
besar tus labios quisiera,
malagueña salerosa.
Y decirte niña hermosa
eres linda y hechicera,
eres linda y hechicera,
como el candor de una rosa.
Pedazos una nueva propuesta teatral, poética y musical, creada e
interpretada por la cantante, poeta y actriz Irene Goldszer, quien se
presenta junto con otros artistas invitados que son también actores y músicos: Carla Crespo (Mi vida Después); Leandro Stivelman (Banda de Alejandro Balbis); Marina Fantini (Estado de Ira) y Federico Barroso Lelouche (Grupo Humus cine).
Escenografía
creada por el artista plástico Paco Fernández Onnainty. Voz,
Guitarra y Cuatro Venezolano: Irene Goldszer. Invitados: Carla Crespo en Batería, Leandro Stivelman en Voz y Melódica, Marina Fantini en Charango y Federico Barroso Lelouche en Voz; Invitado Especial Fecha 2 de septiembre: Fernando Tur en guitarra (Grupo Krapp- Cocktail Tour Musique) Diseño del Espacio: Paco Fernández Onnainty. Trailer: Pablo Lugones;
Fotografía: Riki Lozada,
Chino Suárez y José María Gómez. Asesoramiento de Vestuario: Marta Albertinazzi. Composición,
Dirección e Interpretación: Irene Goldszer
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