El personaje, la mujer, atraviesa con su maleta y un arma el espacio
despojado, sólo un banco y un panel, que luego se inundará de imágenes a partir
de las proyecciones que se reiteran y que van no sólo creando climas sino
también aportando una simbología que da espesura semántica al relato. La mujer
quiere tomar un tren que no llega, y detrás de ella una pared y una puerta, que luego también se
duplicaran, son la entrada o la salida a otro mundo, que no responde, y que se
hace presente desde la ausencia. Otra mujer se suma a su soledad, y también
espera, pendiente de una luz que se intuye o parece estar, allí como un punto
de esperanza en la oscuridad más profunda y que es la que habita en el tren que
las aleje de ese lugar y sobre todo de ellas mismas. Ana Alvarado consigue del
texto poético de Amancay Espíndola una puesta entre surrealista y expresionista1, con su carga de duda y culpa, que
envuelve a los personajes, más la sombra onírica que fija el límite entre lo
real y lo imaginado, donde se despliegan mundos paralelos que intentan cruzarse
con la misma imposibilidad que las líneas paralelas, pero que encuentran en la
encrucijada de ese instante, sus coincidencias. Como ella misma afirma: (…) “Ante
la hibridación de las artes, la aparición de la tecnología como creadora de
sentidos escénicos y la intertextualidad permanente, el rol del
dramaturgo/gista ese puente entre texto, representación y público, se
complejiza. (…) los directores asumimos esa función en espera del tercero que
nos ayude a dar sentido a la pluralidad de imágenes, textos elípticos, recursos
tecnológicos en tiempo real, técnicas de presentación casi reality, que pueblan
de complejas intenciones nuestro trabajo; (…)” Los relatos parecen primero
banales, luego se tiñen cada vez más del tono de una confesión acechada por el
externo amenazante y una historia de perros salvajes que son la metáfora de una
sociedad que muerde y mata. ¿Quiénes son las dos mujeres? Seres que la vida
apuesta a unir para que puedan develarse a sí mismas el dolor que guardan con
recelo, o es la misma en dos tiempos distintos que por azar se cruzan, cuando
todo ya está perdido para siempre. Nunca lo sabremos, es imposible desarmar
este nudo borromeo, como los tres aros enlazados, las dos protagonistas están
unidas por una fuerza extraña e invisible, como un “entre dos” ni vivo ni
muerto pero que cuya presencia asfixia al espectador. Con profesionalismo ambas
actrices en el reducido espacio escénico y con muy pocos elementos van
construyen un especio virtual representado que empuja y finalmente se impone a
los dos personajes. El espacio se dilata y parece convocar tanto al público
como a los “malos espíritus”, mientras el tiempo se contrae y el ritmo escénico
se acelera. Alcira (Estela Garelli) por momentos se arrastra y gime como un
animal mal herido y temeroso de los buitres que lo acechan o de los fantasmas
que persiguen a los pocos que quedan en el pueblo. La tensión y el miedo se
expresa a través de su cuerpo, de su mirada y sus gestos. Stella (María Zubiri)
es la joven actriz que se ha perdido y conserva cierta inocencia infantil. La
música, la iluminación y las imágenes
proyectadas sobre la pared negra contribuyen a crear esa atmósfera de misterio y suspenso, y refuerzan el ambiente claustrofóbico y la imposibilidad de salir para
las dos mujeres a campo abierto. Eventos sobrenaturales o
de difícil explicación como los
perros salvajes, una cueva tenebrosa, la noche de luna llena o el tren que
nunca llega parecen no darle tregua ni a los personajes femeninos ni al
espectador, a pesar de que el conjuro ya ha sido dicho al invocar un hombre
amado.
Ojos verdes de Amancay Espíndola. Elenco: Estela Garelli, María Zubiri. Vestuario: Rosana Barcena. Iluminación: Facundo Estol. Música original: Cecilia Candia. Fotografía: Silvana Lozano. Arte digital: Silvia Maldini. Diseño gráfico: Silvana Lozano. Asistente de dirección: Guadalupe Lanusse. Prensa: Carolina Alfonso. Dirección: Ana Alvarado. Teatro: El extranjero.
Alvarado, Ana, 2008. “La diversidad” en Saverio revista cruel de teatro.año, 1 número 3, octubre.
Maldonado Alemán,
Manuel, 2006. El Expresionismo y las
vanguardias en la literatura alemana. Madrid, España: Editorial Síntesis.
1 El expresionismo subjetivo trabaja con personajes que están acuciados por los recuerdos y los remordimientos. Seres donde la vida cotidiana, la ciudad, los objetos se transforman en una amenaza, en una angustia permanente que lo lleva a la desesperación y al suicidio. Vida y muerte se confunden en sus valores, y aquello que es evitado en otros personajes, en los expresionistas se carga de una fuerza que no evita la degradación, la violencia, lo obsceno, lo desagradable. En el lenguaje del drama expresionista (…) “la palabra dramática ya no se usa para la caracterización de peculiaridades individuales ni siquiera sociales, sino para la expresión de la interioridad prototípica de los personajes, para la manifestación de sus ideas e inquietudes. Ello explica que el drama expresionista recurra con frecuencia al monólogo, una forma expresiva capaz de desvelar la intimidad del alma de los sujetos, en comparación, y a veces, en contraposición con sus actos. (Maldonado Alemán, 2006,140)
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