La Señorita Julia1 tiene una larga trayectoria de puestas en Buenos Aires, es uno de los
textos de Strindberg más representados, y la obra considerada como referente a
la hora de hablar de naturalismo. Marcelo Velázquez es un director que trabaja
con solvencia y comodidad dentro de los parámetros naturalistas, recordemos Acreedores (2010) dirección que le valió
una mención revelación, aunque
también ha dirigido piezas de poéticas diversas, como su puesta de Criminal (2007) de Javier Daulte. La
versión que dirige en El Extranjero es fiel al espíritu del autor y a su época,
como así también a la poética naturalista que la constituye. En un espacio
determinado por el piso de la cocina, blanco y negro como un tablero de
ajedrez, o el de juego de damas, como
metáfora de lo que va a suceder, se desarrolla la intriga que reúne a los tres
personajes centrales del drama. Allí harán sus movimientos, esas acciones que
transcurren en la noche de San Juan y que modificarán sus vidas para siempre. Allí,
en la cocina donde Cristina prepara la comida para los señores, los lacayos y
los animales, donde se refugia la señorita Julia en busca de Juan, y donde la
presencia del conde está señalada por un par de botas que deben ser
escrupulosamente lustradas. La estructura opresiva del siglo XIX, se hace
presente en el cinismo descarado del personaje masculino, y en la forma desesperada
e inadecuada de Julia de llevar adelante una atracción que la domina; los ojos
y la voz de la sociedad es la conciencia de Cristina que no puede obedecer y
guardar respeto a una “señora” que según los parámetros del “deber ser”, no se
respeta a sí misma. Señalando una y otra vez, que no es entregarse el hecho
equivocado sino hacerlo con alguien que está por debajo de su clase. “Usted ya
no está entre los primeros, está detrás de los últimos” le dice Juan para
instarla al paso final. El lugar de la mujer, ha cambiado considerablemente,
por supuesto, que no en todo el mundo, ni de forma homogénea, y también es
verdad que algunos cambios, sólo son más de lo mismo, o una pequeña concesión
para que todo siga igual, será por eso que el texto de Strindberg sigue aún
produciendo relato. La actuación de Gustavo Pardi, es no sólo verosímil, sino
por momentos, excelente, su Juan toca todos los registros y logra los matices
necesarios, de alguna manera el punto de vista de la puesta pasa por él. Julia
en el cuerpo y la voz de Josefina Vitón no logra de forma total
introducirse profundamente en el conflicto del personaje y algunas veces parece
solamente declamar el texto; es hacia el
final, que la tensión por fin la atraviesa, y el espectador puede sentir con
ella, lo irreversible de su situación. Paula Colombo compone una Cristina
austera, que por momentos lleva adelante una actuación rígida y esquemática. El
espacio escénico es íntimo e impenetrable, es el espacio donde el conflicto
entre dos mundos opuestos se enfrentan, quizá también entre lo nuevo y lo
viejo, en ese tablero de ajedrez sugerido desde el piso y cada
jugador muestra con en sus movimientos los puntos fuertes y los débiles. Pero
si la Dama – la Señorita Julia-
puede moverse en cualquier dirección según lo desee, será el Peón – Juan- quien
gane la partida haciendo jaque mate primero a la Dama y por añadidura el Rey –
el Padre. La rigidez de las líneas rectas de la escenografía (Nicolás Nanni) delimita
la situación dramática y el espacio virtual representado se filtra con una
presencia opresiva y siniestra –el Conde ejerce su poder sobre ambos
contrincantes, el pueblo disfruta de una bacanal noche de San Juan. Además pone en el
espacio real representado el pesado legado de la herencia, algo/alguien que
siempre escucha en silencio y se mueve lentamente, como una sombra entre el
tiempo de la vida y de la muerte, que podemos observar a través del liviano
lienzo negro desde la platea2. Mientras
que el impecable vestuario (Nicolás Nanni) nos ancla en la época de su estreno,
a fines del siglo XIX. Naturalismo sin fisuras en la textualidad de Strindberg,
naturalismo en abismo en la puesta de Velázquez, que exalta los determinismos,
y juega con la verdad escénica, desde el ritual de la comida y el vino hasta la
muerte del pájaro; símbolo anticipatorio de la muerte de Julia, la social y la
real3.
La
Señorita Julia de August Strindberg. Versión: Enrique
Papatino. Elenco: Julia (Josefina Vitón), Juan (Gustavo Pardi), Cristina (Paula
Colombo). Escenografía y vestuario: Nicolás Nanni. Realización de escenografía:
Gastón Nanni. Realización de vestuario:
Celia Cohan. Iluminación: Alejandro Le Roux. Diseño gráfico: Verónica Duh.
Soporte audiovisual: Sebastián D’Angelo / Virginia Mañe. Asistencia de
dirección: David Robles. Música original: Pedro Rossi. Dirección: Marcelo
Velázquez. Prensa: Silvina Pizarro. Espacio teatral: El Extranjero.
http://auguststrindberg.se/teater1.htm
http://www.srtajulia-strindberg.blogspot.com/
http://www.elextranjeroteatro.com/plays/view/25/18-02-2012
http://marcelovelazquez.blogspot.com/
1 Escrita durante el
verano de 1888, cuando Strindberg se hallaba en Dinamarca, el autor envió la
pieza al editor sueco Karl Otto Bonnier, convencido del valor del manuscrito,
pero también de las dificultades que habría para su publicación, previsiones
que se vieron confirmadas tras el rechazo del editor. Años más tarde, Bonnier
admitiría, arrepentido, el gran error que había cometido. Posteriormente, otro
editor, Joseph Seligmann, accedió a su publicación, abonando 300 coronas a
Strindberg, pero exigiendo que la obra fuera pulida en los pasajes considerados
más escandalosos. Según los investigadores, el editor hizo cerca de 300
enmiendas y cambios en el original. La primera edición apareció el 23 de
noviembre de 1888, y los críticos fueron tan despiadados que la calificaron de
ser "un montón de basura".
Censura
Las
dificultades para ponerla en escena no fueron menores a causa de la censura. La
obra se representó por primera vez el 14 de marzo de 1889 en Copenhague, ante
unos 150 espectadores, en una función casi privada y en la que el papel de
Julia fue hecho por Siri von Essen, entonces mujer de Strindberg. Algún diario
llegó incluso a exigir que la pieza fuera confiscada, y su autor, expulsado de
Dinamarca. Tras una representación que fue un fracaso, realizada por un teatro
experimental en Berlín, La señorita Julia cosechó sus primeros éxitos
en 1893 en París, donde fue representada por teatro libre. La primera
representación ante el público en Suecia tuvo lugar en Luynd en 1905, a iniciativa de
August Falck, un joven director que se entusiasmó con la pieza. Cuando la moral
sexual comenzó a cambiar en el mundo, a partir de los años veinte, la pieza de
Strindberg comenzó su imparable carrera hacia la fama, que no se ha detenido
hasta el día de hoy, siendo representada en casi todos los escenarios del
mundo. En 1985, Ingmar Bergman dirigió la pieza en el teatro Dramaten de
Estocolmo, con Marie Göranzon en el papel de Julia. Este montaje se vio en
Madrid los días 28 de febrero y 1 y 2 de marzo de 1986, coincidiendo su estreno
con el asesinato del que fuera primer ministro sueco, Olof Palme, en Estocolmo.
(Por Ricardo Moreno, Estocolmo, para la Edición archivo del diario El País, 22/11/1988)
2 Para el naturalismo que no cree en los finales felices, dos son los
determinismos que marcan a los personajes sin ofrecerles la posibilidad de
cambio; uno el determinismo social que hace que cada individuo siempre se
encuentre atrapado por su condición de clase, y el segundo el determinismo
biológico, la herencia que cada individuo recibe y que como un destino trágico
e inamovible provoca la desgracia de los actores del drama. Estos dos elementos
están presentes en la obra de Strindberg, y son los puntos de apoyo de la
puesta dirigida por Marcelo Velázquez.
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