TEATRO › HERMINIA JENSEZIAN HABLA DE LOS QUINCE AÑOS DEL TEATRO TADRON
La actriz es la propietaria de este espacio palermitano en el que se
respira cultura armenia, aunque se monten obras de todo tipo. La
celebración comienza hoy con la reposición de Volvió una noche, la
puesta con la que se inaugurara la sala.
Por Carolina Prieto
En la
esquina de Niceto Vega y Armenia funciona desde fines del ‘96 Tadrón
Teatro. Entrar a esa casona de Palermo, construida en 1912, es suspender
por un rato el ruido y el ritmo de la gran ciudad y sentirse en algún
lugar íntimo, colorido y apacible de Oriente. La actriz y directora
Herminia Jensezian es la dueña y la directora artística de la sala
independiente que desde su creación combina producciones propias (muchas
de dramaturgos armenios), obras gestadas por otros teatristas (algunas
verdaderas gemas del circuito alternativo como Nada del amor me produce
envidia, de Santiago Loza, con la actuación de María Merlino) y ciclos
especiales como Teatro por la Justicia, además de talleres, seminarios,
charlas y un puñado de mesas que invitan a saborear exquisiteces
orientales. Antes de entrar o al salir de la sala donde caben no más de
cien personas, los espectadores pueden sentarse en un living que respira
texturas, colores y objetos de distintos países de Oriente. Allí,
Jensezian y su hijo ofrecen la posibilidad de descubrir la cocina
armenia, un elemento central de esa cultura que hace del encuentro, los
manjares y la bebida una celebración de la vida.
Los festejos por los quince años comenzarán hoy a las 20 con el
estreno de una nueva versión de Volvió una noche, de Eduardo Rovner, con
la que se inauguró el espacio. En esa primera versión, la comedia sobre
el regreso de una madre muerta para conocer a su nuera y palpar la vida
de su hijo fue presentada en armenio. Esta nueva puesta dirigida por
Jensezian –que encarna al personaje de la madre– es en castellano,
cuenta con música en vivo a cargo de un cuarteto de tango y con varios
guiños a la comunidad armenia.
–¿Por qué retomar esa obra para iniciar los festejos?
–Es una de esas grandes obras a las que siempre quiero volver. Tenía
muchas ganas de hacer una comedia y Volver... es muy sólida desde su
estructura dramática y también muy desopilante. El tema de la madre que
vuelve de su tumba para conocer a la mujer de su hijo, ver cómo están
viviendo y encontrarse con que nada es como ella soñó es algo muy común
entre las madres, sean armenias, judías, argentinas o italianas. La
dificultad de aceptar que los hijos no les pertenecen y que ellas son un
medio para traerlos al mundo es universal, como lo es el amor de ese
vínculo. En Praga la obra lleva diez años en cartel.
–¿Cómo aparece la cultura armenia en este montaje?
–Al ser madre e hijo armenios, hay rasgos de esa cultura que se
cuelan, como las comidas, pero son detalles que no alteran la esencia.
Hay un único personaje que modificamos. Reemplazamos a Chirino, el
Sargento de Juan Moreira –que en la obra ayuda a la madre en su intento
de encauzar al hijo– por un personaje de la mitología armenia. Me
interesó que la historia suceda en el marco de una familia de origen
oriental como nota de color.
–¿Qué motivó la creación de Teatro Tadrón?
–Hace 27 años creamos con mi marido el grupo de teatro George
Sarkissian: al comienzo hacíamos obras en idioma armenio en todo tipo de
espacios. Actuábamos en salas, sótanos, patios e iglesias. Llegó un
momento en que queríamos tener nuestro propio espacio de trabajo. Así
llegamos a esta esquina, que antes fue una panadería, y decidimos
comprarla. Mantuvimos todo lo que pudimos de la construcción original
–la puerta, el piso, las vigas– y modificamos el interior para poder
tener una sala lo más amplia posible.
–¿Cómo caracteriza la actividad de la sala en estos años?
–Empezamos tímidamente haciendo obras en armenio con traducción en
sala al español, a través de un sistema con auriculares. Así llegábamos a
un público amplio. Inauguramos en noviembre del ’96 con Volvió una
noche, yo actuaba y mi marido dirigía. No nos interesó encerrarnos en
nuestra cultura. De hecho, en el ’99 llevamos La Nona, de Tito Cossa, a
Armenia. Buscamos articular las dos culturas, para enriquecernos y
abrirnos. Además el idioma armenio se fue perdiendo. Queríamos integrar
el bagaje cultural que traíamos con el lugar donde uno se crió y formó.
Estudié dirección con Juan Carlos Gené y escenografía con Gastón Breyer,
a quienes admiro y quiero profundamente. Fueron maestros mucho más allá
de lo artístico.
–¿Cómo surgió Teatro por la Justicia?
–Cuando gestamos el ciclo en el 2006 había cinco obras en cartel
sobre el genocidio armenio, muchas de autores argentinos. Estaba
instalada la necesidad de abordar el tema. En el ciclo queríamos reunir
obras que traten distintas formas de abuso y de violación de derechos
humanos. Y no es una elección casual: soy hija de sobrevivientes del
genocidio cometido por los turcos y creo que hay algo de eso que todavía
no está totalmente elaborado. No es casual el camino que uno elige. El
ciclo propone temáticas duras, nada amables, pero la gente sale
agradecida de ver las obras, de haberse enterado, de saber algo más. Y
para nosotros ayudar a tomar conciencia justifica el esfuerzo de
sostener esta movida, a veces con subsidio y otras sin. El año pasado,
Boulogne, con Malena Solda, Martín Slipak y Noemí Morelli, fue un boom:
hacíamos dos funciones seguidas.
–¿Cómo serán los festejos?
–Seguimos con nuestra programación anual que incluye obras nuestras,
otras que nos proponen, el ciclo Teatro por la Justicia los jueves
desde el 26 de abril. Reponemos Como arena entre las manos, con Ana
María Cores; estrenamos Encuentro en Roma, de Jorge Palant; Hrant Dink,
de Pablo Mascareño, y Señor Garbis, de Vahe Berberian. Habrá novedades
como la creación del Archivo Gastón Breyer, que fue padrino de Tadrón.
Junto a otras alumnas suyas y a su hija, decidimos reunir el legado de
años de trabajo escenográfico, de puesta y también heurístico, y armar
un archivo de documentación en soporte físico y virtual para que todos
puedan consultarlo. También habrá una serie de homenajes a quince
personalidades notables que nos acompañaron en todo este tiempo, como
Roberto Cossa, Onofre Lovero y Olga Cosentino. Y una serie de
entrevistas abiertas a quince teatristas, a quienes invitaremos a
charlar con el público y tomar café oriental. Además se viene un ciclo
de narración y cena que funcionará en el living desde abril: Cuentos y
Sabores de Oriente. Será una fusión entre los relatos y los platos más
tradicionales, simples y sabrosos de la cocina armenia. La idea es
desempolvar esas recetas típicas para disfrutar de la comida y de los
cuentos.
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