lunes, febrero 27, 2012

Granos de uva en el paladar | Versión libre de los cuentos de Susana Hornos



Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón
.
(Proverbios y Cantares, Antonio Machado)


No somos los únicos, pensé…sentí que la búsqueda de la no memoria nos pertenece a todos, a América Latina, al otro lado,
a los que nos precedieron y los que vendrán
.

Federico Luppi, actor argentino.


Desde el programa de mano todo comienza antes de que se levante metafóricamente el telón. La cita de Federico Luppi, sobre nuestras heridas en común, la línea de tiempo que establece la sucesión de los acontecimientos; relatos encarnados en las actrices  que van uniendo, la Historia de un país, España, y la historia de sus protagonistas: víctimas y verdugos, seres anónimos, en la encrucijada violenta de la guerra civil, y luego, cuando la memoria quiere desandar su rumbo de olvido para permitirles reconstruirse en una entidad donde nadie falte a la cita. Todo está allí, lo expresado y lo simbólico, el color de fondo, rojo y el cuerpo desnudo, de espaldas para que en su anonimato todos y cada uno se encuentre atravesado por la instancia inquietante de su presencia. Para algunos de los espectadores que asisten a la puesta en el Centro Cultural de la Cooperación, la vivencia de esos hechos, es un relato familiar conocido, temido y recordado, un antes y un después en la propia línea cronológica de su historia; para otros, un hilo conductor entre el ayer vivido en otro país y en un pasado no tan lejano en el propio. Algunos más, tal vez, descubran ciertos aconteceres similares con sorpresa. Todo empieza entonces antes de empezar, como la alegría y los cantos de los personajes que vienen de la extraescena para contarnos sus expectativas, deseos y esperanzas en una España de la Segunda República, casi en las vísperas de la insurrección franquista. La síntesis que se logra con la suma de los personajes y sus vidas es representativa de lo ocurrido, desde la alfabetización de la mujer, la ley de divorcio, la vida carcelaria y su relación con la Iglesia, como así también la homofobia que termina con la vida, en el cuadro final, de Luis y Miguel. La reconstrucción de lo ocurrido a través del despertar de un desaparecido cierra la obra, y siembra la esperanza del reencuentro, a pesar del tiempo y la distancia. España tiene un representante de esa lucha por lograr la verdad y recuperar la memoria de un pueblo, el juez Garzón, neutralizado por un dictamen judicial que lo inhabilita a continuar en su cargo; la oscuridad no cesa de propagar su necesidad de cerrar los caminos que conducen al reencuentro con lo sucedido. Haciendo un poco de historia, la guerra civil española tuvo en su momento en los escenarios de Buenos Aires, sus bandos determinados: la postura de Lola Membrives, y la de Margarita Xirgu, una por una vuelta a la España conservadora y otra luchadora desde siempre por la República.

La figura del teatro español que encarna a los leales es la actriz Margarita Xirgu. Cuando llega al país la reciben delegaciones obreras, y en febrero de 1938 está dispuesta a regresar a España para defender a la República. Pone es escena a García Lorca, y sala del teatro Odeón se llena, la ovaciona, y vitorea las expresiones contra la tiranía cuando actúa en Fuenteovejuna, el inmortal drama de Lope de Vega. La favorita de los rebeldes es Lola Membrives, quien, según dicen, primero es republicana, luego apoya a los dos bandos, y finalmente se que queda con Franco. (Goldar, 1996, 179)

 En una ciudad, como era Buenos Aires, de alto porcentaje de inmigrantes españoles, entre otras colectividades, la contienda se vivió como propia, y no fueron pocos los argentinos que se sumaron a uno u otro bando, e inclusive formaron parte de la lucha armada1. Esa hispanidad dividida que tan bien definió Antonio Machado2, es por cierto una herencia que también nos divide en polos opuestos desde siempre. Por esta razón el espacio escénico es totalmente despojado, no es necesario nada más, no sólo por el espesor de la historia sino por la corporeidad social que en él se construye a partir del juego actoral. El espacio lúdico va estallando en distintos espacio-tiempo por la fuerza del relato lineal en un nefasto recorrido desde la España lorquiana – desde 1932 y antes de que estallara la Guerra Civil– a la España que hoy se intenta ocultar. Corporeidad social donde memoria-historia-pulsión de vida y de muerte se entrecruzan y se amalgama en un solo hecho teatral. El rojo intenso envuelve el espacio real representado, es el rojo de sangre de los muertos / desaparecidos y es el rojo de la pasión por el no olvido; es una puesta en escena de la memoria colectiva y el grito desesperado por la revisión del discurso oficial incomprensiblemente actual. Quizá por ello la escena donde las actrices quedan casi suspendidas en un tiempo otro y con sus bocas abiertas pero sin emitir palabra alguna sea tan perturbadora que nos recuerda, como El grito de Edvard Munch[3], la angustia de la tragedia humana. El vestuario es neutro y atemporal, el negro del duelo, del luto y del sentimiento de pérdida, y el gris para ese accesorio funcional según requiera la acción dramática: una cuerda o un fusil, el hábito de monja o traje de reclusa o el delantal de cocina,…. Las seis actrices construyen con dinamismo a los quince personajes comprometidos emocionalmente y la obra adquiere un lenguaje y ritmo escénico que le es propio. A través de sus desplazamientos y del poder expresivo, tanto de sus cuerpos como de sus gestos, de sus voces y de sus miradas, como la  presencia no menor de otros sistemas significantes - la iluminación, la banda sonora original y la coreografía- hacen que en esta propuesta estética la corporeidad social a la que nos hemos referido trascienda el color local y cada espectador realice su propio camino a través de los diferentes intersticios que la obra nos abre, mientras todavía resuena en nuestros oídos la poesía del cante:

En la calle de los muros
mataron a una paloma
Yo cortaré con mis manos
las flores de su corona.

(Federico García Lorca)










Granos de Uva en el paladar sobre textos de Susana Hornos. Elenco: Arantza Alonso, Lucía Andretotta, Marta Cuenca, Clara Díaz, Sauce Ena, Ruth Palleja. Diseño de caracterización y vestuario: Néstor Burgos. Iluminación: Mariano Arrigoni. Diseño escenográfico: Alejandro Mateo. Realización escenográfica: Chinthia Chomsky. Banda sonora original: Gonzalo Morales. Coreografía Paco y Rosa: Antonio Luppi. Fotografía: Akira Patiño. Diseño gráfico: Sergio Calvo. Producción ejecutiva: Cooperativa “Granos de uva en el paladar”. Asistencia en gira: Morgane Amalia. Dramaturgia y dirección: Susana Hornos y Zaida Rico. Centro Cultural de la Cooperación: Sala González Tuñón.

















Goldar, Ernesto, 1996. Los argentinos y la guerra civil española. Buenos Aires: Editorial Plus Ultra.









1
Dice Goldar en su libro: “Se pide voluntarios para defender a la República en esta dura prueba el 31 de julio de 1936, en un mitin socialista, en el que hablan Alicia Moreau de Justo y el embajador de España, Enrique Díaz Canedo. Los vuelve a solicitar la multitud cuatro días después en un mitin radical cumplido en Córdoba, y los reclaman miles de obreros de la CGT el sábado 15 de agosto en el Luna Park. El compromiso con España es vital. Las izquierdas a ocho días de la rebelión militar, constituyen el primer comité que convoca a los voluntarios dispuestos a ingresar a filas leales. (…) El primer contingente que envía la Falange Española en Buenos Aires está integrado por treinta hombres. Se embarcan con destino a Vigo a fines de agosto, en el vapor “General Artigas”. Allí se pondrán a las órdenes de la Junta de Burgos”. (45)

2 El mañana efímero
La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y alma inquieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.

………………………………
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.

Antonio Machado

[3] El grito es el título de varios cuadros del noruego (1863-1944), en todas las versiones el cuadro es abundante en colores cálidos de fondo, luz semioscura y la figura principal es una figura andrógina en un sendero con vallas que se pierde de vista fuera de la escena. Esta figura está gritando, con una expresión de desesperación. El cielo parece fluido y arremolinado, igual que el resto del fondo. (http://es.wikipedia.org/wiki/El_grito)
















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