martes, agosto 27, 2013

El régimen del pienso de Eusebio Calonge por el grupo La Zaranda / Teatro Inestable de Andalucía La Baja





“Pensando el hombre como mero mecanismo en la producción, ajustándonos
 a los principios de una sana economía, cuando el rendimiento cae por debajo
de los gastos de mantenimiento, se comienza a ser una carga inasumible, ya
no vale la pena la “reparación” y es estrictamente lógico suprimirlo”

Un escenario en semipenumbra donde cuatro personajes se mueven entre grandes carpetas de oficina y unos grandes móviles de metal que cumplirán diferentes funciones a lo largo del desarrollo de la puesta. El lugar, un subsuelo donde se llevan adelante las autopsias que den cuenta del por qué de la peste. Peste como metáfora, que recuerda a otra en la palabra de Antonie Artaud, y su teatro de la crueldad. Porque si hay un sentido que se reitera en el trabajo del grupo: es la crueldad, la antropofagia, el hombre como lobo del hombre. La analogía entre los cerdos y los humanos, y su manera de ser ambos cebados hacia el matadero, también recuerda aquel libro fundamental para entender un momento en el mundo como la década del cuarenta y su guerra infamante, Rebelión en la granja de  George Orwell. Lo humano contamina el mundo del hombre y de los animales, y lleva la peste en su esencialidad. Hasta allí, la propuesta metafísica de un teatro que trabaja con la estética barroca del feísmo y de “pintar” la sociedad desde una mirada que va desde adentro hacia fuera. Pero las analogías no terminan allí, en lo concreto, en el presente de la enunciación, Eusebio Calonge da cuenta de una realidad española, fácilmente trasladable a otros escenarios europeos, paisajes tan conocidos por otra parte por el espectador de Buenos Aires. El descarte por edad, la lucha por permanecer, la aceptación del sistema que es el que provoca finalmente las dos situaciones anteriores, están presentes en la representación. Los humanos en una sociedad vacía de valores, donde la palabra es una unidad privada de sentido, es carne para el matadero; es ese mundo perverso, tortuoso, kafkiano el que se presenta a sí mismo con el desenfado propio de un teatro que además se da la oportunidad, de cuestionarse en una discusión metateatral: “ que antigüedad…” “no se entiende nada, nada…” El humor sobrevuela la platea y una risa nerviosa se hace presente ante una realidad que se presenta en escena con todo su dolor y su descarnada verdad. Humor ácido, negro, negrísimo, constituyente de las actuaciones que desde el estereotipo, del trabajo inarmónico con el cuerpo, del desequilibrio buscado en las acciones, provoca la desmesura. Actuaciones que el grupo lleva adelante con precisión y con la madurez de un trabajo exhaustivo en la búsqueda del efecto sobre el espectador. Como se afirma en el programa de mano:

Su trayectoria tiene como constantes teatrales el compromiso existencial y el partir de sus raíces tradicionales para revelar una simbología universal como recursos dramáticos, la búsqueda de una poética trascendente sin perder la cotidianidad, el uso simbólico de los objetos, la expresividad visual, la encarnación de textos en situaciones puramente teatrales y la plasmación de personajes vivos, y como método de trabajo, un riguroso proceso de creación en comunidad.

Esta indiscutible trayectoria de más de 30 años con la incorporación de Calonge como el dramaturgo de la Compañía, desde hace tiempo, permite a nuestro público disfrutar ese humor para nada inocente y repensar las situaciones trágicas que tienen que ver con una maquinaria siniestra. Los cuatro actores construyen a sus personajes desde una corporalidad, más allá de las máscaras, que se fragmenta o se fusiona entre lo humano y lo animal. En el dispositivo escénico los mínimos elementos - estanterías metálicas y pilas de viejos biblioratos por doquier - son desplazados constantemente por los personajes, líneas rectas para los distintos espacios lúgubres que la situación dramática requiere: el hospital / la morgue, la oficina / el depósito. Un gran espacio sombrío y claustrofóbico como el de una cárcel donde todos están encerrados. Ningún objeto parece ser nuevo como tampoco es nueva la idea de que si hay menos cerdos habrá menos trabajo y, por lo tanto, más despidos. Es interesante el trabajo corporal y gestual del actor que personifica a la muerte – un ejemplar macho, 50 kilos, castrado,…, como también la utilización de las lámparas por parte de los personajes para lograr una iluminación extra que recortar cada rostro otorgándole una imagen cadavérica y focalizando la atención del espectado como si presenciara un interrogatorio. Tanto el dispositivo lumínico como la música aportan un sentido plural a esta nueva propuesta de La Zaranda, mientras cada espectador realiza su particular lectura de una problemática que nos abarca y nos excede a todos sin color local. Como en el barroco, el núcleo duro de la historia está formado por dos centros: animalización / humanización, hombre / cerdo, simulación medioambiental / industria “porcina” en quiebra. Da lo mismo cuando la muerte / el poder de turno son los únicos que se benefician con una “epidemia” provocada más por los intereses mezquinos que por los factores naturales e inevitables. El hecho teatral nos ha hecho participe de recorrido laberíntico en esta necropsia a nuestra sociedad y la Sala María Guerrero del Teatro Cervantes es el marco perfecto para la reflexión metatetral y metafísica.









El régimen del pienso de Eusebio Calonge por el grupo La Zaranda / Teatro Inestable de Andalucía La Baja. Elenco: Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez, Luis Enrique Bustos, Javier Semprún. Música: Amadeo Vives, Pablo Luna, J. N. Hummel. Imagen cartel: Andrew Polushkin. Dirección: Paco de La Zaranda. Producción ejecutiva en Buenos Aires: Alberto López y Romina Chepe. Producción ejecutivo TNC. David Hoyo. Diseño gráfico TNC: Verónica Duh, Ana Dulce Collados. Producción General en Buenos Aires: Sebastián Blutrach. Teatro Nacional Cervantes.









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