“Téngase piedad de la cultura, pero antes que nada,
téngase piedad de los hombres.
La cultura es
salvada, cuando los hombres son salvados.”
(B. Brecht)
(B. Brecht)
Un cuerpo en escena
narra y se narra a sí mismo; el actor entra y sale de su personaje para dar
cuenta de una historia que se presenta atravesada por nuestro pasado y nuestro
presente y por la metáfora y la poesía que nos ponga en condición hacia el futuro,
futuro representado por Carmela que duerme, sueña o llora, desde su pequeño
mundo que cabe en un cochecito, para exigirnos a todos que cuidemos del espacio
y el tiempo que le pertenecen, y que necesariamente va a ser el resultado de
nuestras acciones de hoy. El actor Manuel Santos Iñurrieta1
lleva adelante con excelencia su monólogo, interpelando a su público, único en
esa noche única, utilizando procedimientos que recuerdan a los desarrollados
por el actor popular argentino, al personaje narrador brechtiano, a los grandes
cómicos del cine mundial. De esa mixtura, surge el mismo, distinto a todos
ellos, pero haciendo gala de conocerlos y haber logrado captar lo esencial de
una técnica relacionada con la palabra, la gestualidad, y el uso en desequilibrio
de un cuerpo / instrumento que emite sonidos que no son sólo audibles cuando
salen de su garganta. Cuerpo que establece desde el movimiento, desde las
acciones, su propia melodía, que acompaña y resemantiza la fuerza imperiosa de
la palabra. Desde una pantalla leemos en espejo, lo que el personaje escribe
desde una pequeña máquina, mientras Carmela duerme y el vela su sueño. Monólogo
político, de larga tradición en el sistema teatral argentino, dividido en dos
partes, donde vemos impresas en la pantalla de fondo, las palabras que forman
parte del entramado narrativo, donde nada es dicho al azar. Como nexo entre la
primera y segunda parte, el cuento, el cuentito para que Carmela concilie el
sueño y sueñe con un futuro de posibilidades: viajar a la luna desde el punto
distante de la imaginación. La imaginación no sólo como constructora de relatos
tranquilizadores sino como herramienta para producir una realidad, menos densa,
menos dolorosa, pero tan real como la que surge del constructo histórico.
Animarse a soñar, es animarse a crear otro mundo posible, parece decirle el
personaje a Carmela; y el arte tiene la obligación de dejar ese legado a todos.
El cuerpo del actor, pantalones rojos, remera rayada, saco negro y bombín, y un
maquillaje que destaca la mirada, se mueve, pide, cuenta y reza los principios
de una religión propia; una letanía donde todos tenemos uno o dos versos
propios. Donde desde alguna de esas palabras como pedradas, sin pensarlo,
estamos también. Luces de bombilla, que recortan el espacio y remiten a las
luces de los camarines, porque eso es lo que vemos, el momento de seudo
descanso del actor donde debe cuidar niños para reunir lo suficiente, y que
mientras tanto juega y construye con palabras el discurso emotivo dirigido al
espectador y a Carmela. El Bachín teatro es un grupo que ya lleva doce años de
trabajo en conjunto desarrollando los procedimientos del teatro épico; como
ellos mismos afirmaban en una entrevista con motivo del estreno de La Comedia mecánica:
Lo que nosotros estamos haciendo es intentando
desarrollar una línea de teatro épico: el Teatro de Berltod Brecht, algunos de
sus lineamientos, fundamentalmente la idea de ir hacia la razón, por encima de
la emoción, en todo caso sería la razón que empuja a la emoción. (Loreley Riccardi,
2007)
La razón que hace
que trabajen con la creencia en el poder de la palabra como acción, y además
que recurran a la teatralidad que aportan otras disciplinas, la clownesca, por
ejemplo, para reforzar lo enunciado; de la misma manera que las citas que
aparecen en la pantalla de fondo y que aportan una cuota de legitimación y
orientan en el punto de vista de la puesta en escena: Borges, Alfonsina Storni,
El Che Guevara, Brecht. Sin embargo, en Mientras
cuido a Carmela, lo fantástico atraviesa la puesta, en el relato del viaje
a la luna, que acompaña una visión en pantalla que recuerda a momentos del cine
surrealista. Arte y vida, arte y sociedad que evitan el trabajo en solipsista
que a veces seduce al artista en el goce de la experimentación. Con un trabajo
cuidado, minucioso sobre la palabra y el cuerpo, la escritura dramática y la
escénica de Iñurrieta, pone en acto su necesidad de darle a su labor un sentido
que abarque al espectador potencial y a la sociedad toda, a quien va dirigida.
Puesta que respeta al público, cuando
apela a su razón y a su imaginación para la construcción palabra a palabra y
gesto a gesto del entramado de una historia que nos pertenece a todos.
https://www.facebook.com/bachin.teatro?fref=ts
https://www.facebook.com/elbachin
Hopkins, Cecilia, 2009. “Manuel Santos Iñurrieta: Crónicas de un comediante” en la sección: Cultura /Espectáculos de Página 12, 26/2.
Riccardi, Loreley,
2007. “Argentina: El Bachín teatro” para Teatroff,
25/4.
1
Manuel Santos Iñurrieta es nacido en Mar del Plata en 1977 y está
establecido en Buenos Aires desde hace nueve años, Manuel Santos Iñurrieta
formó su grupo El Bachín junto a otros tres actores (Carolina Guevara, Julieta
Grispan y Marcos Peruyero) en la búsqueda de un lenguaje común que privilegiara
una temática ligada a lo político. Tal vez, la historia de este grupo (que
desde hace un año cuenta con sala propia en Parque Patricios) pueda resumirse
en sus espectáculos Siberia, obra en
la que en 2002 habló acerca del exilio económico de muchos argentinos, Charly, en la que poco después ponía el
foco sobre las costumbres del poder, y Lucientes,
espectáculo que, partiendo de la obra de Goya y del teatro de Brecht, elaboró
un homenaje a los desaparecidos de la última dictadura. En estos días, el grupo
acaba de reestrenar Crónicas de un comediante, versión de una obra que
Santos Iñurrieta montó en Mar del Plata junto al actor Esteban Padín, que se
hizo merecedora de los Premios Estrella de Mar 2007 a Director y Mejor
Espectáculo Marplatense. (Hopkins, 26/2, 2009)
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