Roberto Cossa
escribe El viejo criado en 1980, a cuatro años de la
dictadura cívico / militar, y a un año del movimiento que fundaron algunos de
los integrantes del Teatro Independiente, entre ellos el mismo autor, y que abriría
el camino para un nuevo modo en la resistencia que el teatro tenía por aquellos
años, Teatro Abierto. La obra habla entonces de nuestro pasado, que nos ancla
en un deseo incumplido, y en un presente de la enunciación donde el afuera es
el sonido estridente de las sirenas policíacas. Un viejo café, dos habitúes de
la mesa de truco, que ven como el pasado retorna en la figura mítica de
Carlitos, émulo de Carlos Gardel, e Ivonne, la protagonista del tango, la
francesita que lo dejó todo por un argentino1.
Cuatro personajes que relatan a su manera la historia del país, detenidos en su
propia historia personal, y que ven pasar anclados en la mesa del bar, a
Irigoyen, la década infame, el 17 de octubre, la caída del general, su retorno
y finalmente una dictadura tangencialmente mencionada en el Mundial del 78, y
en el ya mencionado sonido de las sirenas. Mientras, la figura del hombre de la
doble impostura, el Carlitos de cartón piedra, el que sueña con la risa de
Gardel, ve desvanecerse su tiempo de gloria fingida, de felicidad robada al
recuerdo. La teatralidad se impone sobre la referencialidad, y el humor surge
del desequilibrio de los cuerpos, de la coreografía de los desplazamientos, y
del muy buen trabajo de Flavia Vitale (Ivonne), Luis Margani (Balmaceda, el
boxeador) y Alejandro Polledo (Alsina, el poeta), que producen alrededor de
Claudio Salama (Carlitos) un coro chispeante, que maneja el registro de la
tensión dramática. Hugo Álvarez es un director experimentado que respeta con
rigurosidad el texto escrito, sin embargo, en este caso, tal vez la reiteración
de algunas secuencias podría haberse reducido para producir un clímax de mayor
intensidad. En el espacio escénico la iluminación recorta estos dos mundos, dos
situaciones simultáneas que se cruzan en un tiempo otro. Por un lado, viejos
amigos que con humor y con profesionalismo logran atrapar al público; entre el truco y retruco del juego de cartas no hay lugar para las frecuentes
mentiras del juego sino, por el contrario, es el lugar de las confidencias que
sólo pueden escucharse en una mesa de café. Por otro lado, la mítica pareja,
tratando de recuperar esas noches fugaces de cabaret y champagne; e Ivonne con su gestualidad, sus tonos y miradas, a
pesar de ser una caricatura grotesca y absurda, le agrega una mirada tierna a
esta noche de bohemios. La escenografía crea el clima necesario para dar cuenta
de un tiempo suspendido en nuestros recuerdos, recuerdos con color local y
sabor a tango. El viejo criado a
pesar del tiempo transcurrido desde su primera puesta en escena, todavía nos
habla de la necesidad de hacernos cargo de nuestra historia, porque de todas
maneras, a pesar de la indiferencia con que quisiéramos soslayarla, vuelve una
y otra vez en el fantasma de los mitos que supimos construir.
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El viejo criado
de Roberto Cossa. Elenco: Alejandro Polledo, Luis Margani,
Claudio Salama, Flavia Vitale. Diseño
de Escenografía y Vestuario: Paula Molina. Diseño de Iluminación: Miguel Solowej. Diseño Gráfico y Fotografía: Lis Rivas Nanizzi. Diseño de Maquillaje: Paola
Costantino. Musicalización:
Mariano Vitale. Coreografía:
Julieta Jones. Operador de Luces:
Damián Giangrasso. Operador de Sonido:
Julieta Jones. Asistente de Dirección:
Flavia Vitale, Julieta Villanes Jones
Prensa: Simkin y Franco. Producción General: Claudio Salama. Dirección y Puesta en Escena: Hugo Álvarez. Teatro La Mueca.
Prensa: Simkin y Franco. Producción General: Claudio Salama. Dirección y Puesta en Escena: Hugo Álvarez. Teatro La Mueca.
1 Madame Ivonne, es un tango de 1933, con música de Eduardo Pereyra y letra de Enrique Cadícamo y describe las
circunstancias de muchas muchachas que venían engañadas o no a ejercer la
prostitución a Buenos Aires:
Mamuasel
Ivonne era una pebeta
que en el barrio posta del viejo Montmartre, con su pinta brava de alegre griseta animó la fiesta de Les Quatre Arts. Era la papusa del barrio latino que supo a los puntos del verso inspirar... Pero fue que un día llego un argentino y a la francesita la hizo suspirar. Madame Ivonne, la Cruz del Sur fue como el signo, Madame Ivonne, fue como el signo de tu suerte... Alondra gris, tu dolor me conmueve, tu pena es de nieve... Madame Ivonne... Han pasado diez años que zarpó de Francia, Mamuasel Ivonne hoy solo es Madam... La que va a ver que todo quedó en la distancia con ojos muy tristes bebe su champán. Ya no es la papusa del Barrio Latino, ya no es la mistonga florcita de lis, ya nada le queda... Ni aquel argentino que entre tango y mate la alzó de París |
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