Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz
La aparición del
segundo cuaderno de la Red de Historia de los Medios, bajo la dirección de Mirta Varela y su conjunto de
colaboradores es un acontecimiento necesario para que el lector interesado:
investigador, docente, o alumno, tenga un material inédito para analizar uno de
los medios más complejos: la televisión. Con
una diagramación fluida que permite la lectura y que además aporta
elementos gráficos que la apoyan y la expanden, este cuaderno tiene un material
imprescindible para los interesados en las comunicaciones audiovisuales. Las
relaciones de la misma con la sociedad desde la mirada de Lynn Spigel; el
momento de las dictaduras en América Latina, momento de inflexión en un medio
que se vio rápidamente intervenido por el poder militar es abordado como tema
en tres de los países que fueron atravesados por la mismas: Brasil, Chile,
Uruguay, investigación que estuvo a cargo de Igor Sacramento, Eduardo Santa
Cruz y Antonio Pereira; por último, la
televisión analizada desde las variables arte y cine, lectura que fue desarrollada
por Regina Mota y Manthia Diawara, son textualidades que aportan una temática
transitada pero desde un punto de vista diferente. Como afirma Varela en la
introducción:
Los debates suscitados por los llamados poscines le
han otorgado un interés inusitado a la televisión. La crítica cinéfila
descubrió en algunas series norteamericanas una sofisticación narrativa que, al
menos en ese plano, parece haberle ganado una batalla al cine. Las lecturas de Lost, The Wire o The Sopranos, sólo por
citar algunos títulos recurrentes, apuntan a la distinción de textos y autores
en un medio que hasta hace poco sólo podía ser reivindicado por cineastas
prestigiosos como Rossellini, Godard, Fassbinder o Lynch. (9)
A pesar de, como
también afirma la directora del cuaderno, la nueva tecnología aportada por el
uso de Internet produce una relación diferente con el lector/usuario al mismo
nivel que la aparición del folletín en el siglo XIX, y un claro desplazamiento
de funciones en relación a la televisión, que ha perdido la hegemonía que
ejercía hasta su aparición.
El primer articulo, “Raymond Williams y la televisión” de Lynn Spigel es un abordaje académico y argumentativo no solo sobre algunos conceptos de suma importancia de Willians con motivo de la reedición de Television: Technology and Cultural Form sino, además, una reflexión sobre su importancia actual dentro de los Estudios Culturales. La autora sostiene que dicho volumen es más reconocido por “su análisis de la retórica televisiva como un ‘flujo’ –la transmisión fluida y móvil de textos que no guardan relación entre sí”, aunque es tratado solo en un capítulo:
El interés de Williams acerca de la televisión debe
verse en relación con sus preocupaciones más generales sobre el lugar de la
cultura y las comunicaciones en el mundo entero, en particular, en el contexto
en que vivía: la sociedad de posguerra. (18)
Un breve y preciso recorrido
desde la publicación de Culture and
Society (1958) hasta la muerte del intelectual galés (1988) para dar cuenta
de la “extraña capacidad que tenía para forjar conexiones intuitivas” entre
aquellos campos de estudio que se analizaban por separado. Para Spigel, el
pensador marxista en Television:
Technology and Cultural Form:
[…] hablaba de múltiples comunidades y múltiples intereses.
Sin embargo, a lo largo de su vida se resistió a usar la palabra “masa” (…) y
continuó argumentado que la igualdad en el acceso a la producción de los medios
permitirá una cultura más democrática dónde la gente tenga más chances de
debatir cuestiones, formular ideas e imaginar sus vidas de manera más creativa.
Al alejarse de la terminología degradante y de la
imaginación limitada del modelo de comunicación de comunicación de masas,
Williams abre un espacio para pensar la relación de los medios con un futuro
alternativo. (21)
La investigadora realiza un análisis de cada
capítulo e incorpora otras voces –historiadores,
críticos,…, itinerario en que une distintos momentos desde la publicación del
libro hasta la reedición en 1992. Si Raymond Williams es considerando un
importante referente fundador de los Estudios Culturales, constantemente citado
en las diversas disciplinas del mundo académico, Spigel resume de manera clara
y tomando distancia de su objeto de estudio la originalidad con que Williams ha
cuestionado y contribuido a la tradición intelectual de su época y la actual.
De esta forma da cuenta no solo del conocimiento de uno de los intelectuales
marxistas más destacados de la postguerra, sino también del estado de la cuestión
de su tema de investigación, y de esas lecturas que están enmarcadas en un discurso
más amplio y no siempre de forma explicita.
A medida que los estudios sobre la televisión
evolucionan en una suerte de campo (quizás parcela) dentro del amplio paisaje
académico, muchos de los asuntos cruciales de la cultura y la comunicación a
los que Williams se refirió continuarán siendo atendidos. El punto más central
del trabajo de Williams sobre comunicaciones es el de nuestra relación con el
mundo mismo de la televisión. En este aspecto, para cerrar el círculo, el
verdadero tema en juego para él en Televisión: tecnología y forma cultural es precisamente una práctica alternativa. Más
en general, a lo largo de su vida, Williams insistió en que la
teoría era más relevante cuando era útil de modo práctico, y se resistió a
placeres y privilegios académicos de la teoría por la teoría misma. (46)
Lynn Spigel en este texto, que fue la
introducción de dicha edición, atrapa al lector en cada párrafo, quien renueva su
interés tanto en una relectura de Williams como en un abordaje más sistemático
de los medios de comunicación y, en particular, de la televisión y su constante
transformación.
La historia común latinoamericana, entre estados democráticos precarios y feroces dictaduras, se ve atravesada por las particularidades propias de cada espacio geo-político. Es así, que la televisión, como medio masivo de comunicación, en esos años, guarda también las peculiaridades propias en cuanto a la funcionalidad y el grado de sometimiento al mandato dictatorial que presentaron. Igor Sacramento en su artículo: “La televisión brasilera en los años de la Dictadura militar (1964 -1984): la higienización del grotesco como afirmación de lo moderno”, analiza la impronta en la construcción de un medio que se proponía como popular, con una programación donde el “grotesco” como definición y género, era el común denominador de los espacios de mayor audiencia y cómo esa realidad se vio atravesada por:
La política cultural de los gobiernos militares,
basada en el binomio seguridad / desarrollo, permitió la modernización e
incremento del acceso a los medios de comunicación que se volvieron
fundamentales para la consolidación del régimen militar en Brasil,
especialmente en el caso de la televisión. El gobierno hizo un gran esfuerzo
por instalar en el país una red de televisión nacional. (Sacramento, 53)
El medio, entonces,
a partir de la dictadura comenzó a crecer hasta convertirse en dominante,
pero teniendo en cuenta para su
desarrollo los postulados de La
Doctrina de Seguridad Nacional y Desarrollo que el Brasil
incorporó de Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial. Todo
programa que no obedeciera a una moral occidental y cristiana y que incluyera
aquél conocimiento que provenía de las clases más bajas de la población, con
sus mitos, supersticiones, religiones ancestrales africanas, y que permitieran
la presentación de lo considerado “feo” o “monstruoso” debía ser controlado y
finalmente extirpado de la pantalla chica. De este modo Sacramento relato el
periplo que en el medio tuvieron que atravesar presentadores super exitosos de
programas populares que fueron perdiendo su trabajo por reemplazo de sus
programas aún manteniendo el protagonismo ante los espectadores de la pantalla
chica. Ya que un presentador tan famoso como “Chacrinha” que fue despedida por la
TV Globo, va a ir pasando de cadena
televisa a cadena televisiva.
En diciembre de 1972 Chacrinha fue despedido de la
TV Globo y demandó a la
cadena por incumplimiento de contrato. Poco después, fue contratado por la
TV Tupi, En una entrevista con la revista Veja se quejó: La
TV Globo es una emisora
muy fuerte y creo que mi partida no alterará nada. Pero estas son cosas que
sólo los especialistas de markenting pueden responder a las estaciones.
(Sacramento, 2012, 77)
Ese año coincide
también con el inicio de la televisión color en el Brasil: “durante la
cobertura de la Fiesta
de la Uva en la
ciudad de Caxias, en Río Grande do Sul, el 10 de febrero de 1972” (Sacramento, 2012, 83)
La llegada de la dictadura entonces para el autor produjo el alejamiento de lo
popular, considerado grotesco, feo, inculto, macabro; y el advenimiento de una
manera de hacer televisión en la búsqueda de una identidad que blanca,
occidental y cristiana, en todos sus aspectos desde los programas de
divertimento hasta los noticieros o el nuevo formato de los documentales, muy
al estilo de los que llegaban desde los Estados Unidos.
El proceso de la televisión chilena fue diferente. En el capítulo Entre goces y llantos: la TV chilena en la Dictadura (1973-1990) de Eduardo Santa Cruz A, su autor nos inicia desde el pasado en el proceso que llevó adelante el período de Pinochet en relación a los medios de comunicación. Esta síntesis histórica, precisa y necesaria, nos ubica y ubica al medio en una continuidad que evita desconocer los hilos que unen las decisiones tomadas por sus directivos:
Chile fue uno de los últimos países latinoamericanos
en tener televisión y ésta no se originó en la iniciativa de empresas
comerciales ligadas a la propiedad de diarios o cadenas radiales, a diferencia
de otros países de la región. Lejos de ello, su origen está en las prácticas
docentes y de investigación al interior de algunas universidades y, en
específico, en Facultades de Ingeniería. (Santa Cruz A, 2012, 103)
La creación de la
televisión privada chilena fue una discusión de nivel parlamentario y que
incluyó las voces disímiles de la prensa, los partidos políticos, la iglesia y
el gobierno. Un debate que duró 15 años (1955 -1970); la primera transmisión fue
realizada el 22 de agosto de 1959 por la Universidad Católica
de Valparaíso (UCV), con una programación regular, sus emisiones se llevaban
adelante todos los viernes, en el primer año de funcionamiento. Ese primer
impulso dio lugar a la participación de las otras universidades. Y ya en la
década del ’60, esta televisión se la calificó de cultural – comercial, por la presencia de la publicidad desde el
comienzo. Este origen dio lugar a una pluralidad de contenidos en su
programación: “(…) que incluía tanto programas “culturales”, dedicados a la
difusión de la llamada alta cultura, como shows musicales, programas deportivos
o telenovelas y, especialmente, espacios dedicados al periodismo y el debate
político” (Santa Cruz, A. 2012, 106) Es en esta etapa, en 1965, que surge el
programa nacional que hará historia en la
TV de Chile, Sábados
Gigantes, conducido por Don Francisco (Mario Kreutzberger) y que tenía como
antecedentes, Sábados alegres y El Show Dominical de 1962, ambos habían
sido conducidos por Don Francisco, personaje que sigue hasta hoy teniendo una
figura pública de prestigio, a pesar que a partir de los ochenta se trasladó
con su programa y bajo contrato de la Univisión a Estadios
Unidos; cuyo formato, afirma Santa Cruz A., estaba inspirado en el “variety
show” de la televisión norteamericana. El autor aclara que todo este proceso no
abarcaba a la totalidad de la población chilena, que va acceder a la televisión
con la creación de Televisión Nacional de Chile (TVN) de propiedad estatal,
dentro del período de gobierno de Salvador Allende en 1970, regulada bajo la
ley N· 17.377. La ley reglaba hasta
incluso los espacios de publicidad, ya que el canal era de carácter mixto, no
más de seis minutos antes o después del programa, y además las relaciones del
medio a través de un organismo rector integrado por 16 personas, de las que
solamente tres eran nombradas por el gobierno, mientras el resto representaba a
otros actores como el Parlamento, la Corte
Suprema de Justicia y a los trabajadores de la televisión, su
carácter de “progresiva ampliación y masificación, sobre todo desde la creación
de TVN” hizo que fuera rápidamente intervenido por la dictadura que derrocó al
gobierno democrático el 11 de setiembre de 1973:
(…) Dadas sus características que no le aseguraban a
ningún sector político su control directo, no es raro que provocara rápidamente
la intervención del régimen dictatorial, en orden a transformar radicalmente
algunas de sus variables fundamentales
(Santa Cruz, 2012, 113)
La dictadura logró que su estructura sirviera
a sus fines; a través de decretos - leyes, el primero fue el número 50 “(…) por
medio del cual se estableció la figura del rector – delegado, como autoridad
máxima de cada universidad, naturalmente designado por el gobierno (…)” (Santa
Cruz, 2012, 115) El análisis de Santa Cruz A. se centra en las diversas
modificaciones que permitieron al gobierno de Augusto Pinochet llevar adelante
la intervención cada vez más profunda y eficaz del medio televisivo. Además
afirma que durante el gobierno militar se consolidó y masificó el medio “como
principal alternativa de entretención, información y consumo cultural a nivel
masivo y popular” (121) captando la atención de todo el territorio nacional
chileno. El artículo hace un detalle pormenorizado de los cambios que se iban
suscitando, como la llegada de la televisión color en 1978; así como también el
proceso en el que quedó luego de la llegada de la democracia, red intricada
tejida por poder dictatorial de difícil desarticulación:
A pesar de que se mantuvo hasta el final del período
militar la exclusividad de las universidades y el Estado en cuanto a la
propiedad de los canales, el nuevo modelo los obligó a adecuarse a la lógica
del autofinanciamiento y a operar como empresarios, en el mercado publicitario,
tras la búsqueda de un rendimiento económico positivo. (Santa Cruz, 2012, 135)
Es ese estado de
cosas hizo imprescindible en la sociedad chilena la búsqueda de otros medios
para resistir y poder lograr sobre la realidad una mirada alejada de la censura
del Estado y las variables de la propaganda.
En “Televisión y Dictadura en el Uruguay: cambios y permanencias” de Antonio Pereira, nos encontramos con una puntualización de la problemática propuesta sobre los años de gobierno militar, (1973- 1985). Para ello comienza haciendo una diferenciación de tres momentos en el desarrollo de la dictadura militar, 1- dictadura comisarial, es decir, poner la casa en orden; 2- ensayo fundacional, el intento de construcción de una nueva identidad que diera lugar a un “nuevo” Uruguay, 3- la transición democrática. Una vez descripto el contexto, y reseñar los comienzos de la TV en el país en 1956, el autor despliega las características de los grupos económicos que conforman las variables de poder en el medio. Proceso de consolidación empresarial que dura hasta hoy, y que maneja los canales de aire como la televisión de abonados a través de la empresa Equital, creada en 1991:
A lo largo de los años, los canales privados actuaron
como un verdadero cártel de las comunicaciones, articulando estrategias y
acciones colectivas que les permitieran mantener su posición dominante en el
mercado. Un ejemplo de ello es que lejos de debatir arduamente, y plantear un
escenario de competencia entre las propuestas televisivas que se ofrecían, era
costumbre que los ejecutivos de las tres televisoras viajaran juntos para la
adquisición de producciones extranjeras. (Pereira, 2012 147)
Como afirma el
artículo, la TV
uruguaya tuvo dos relaciones de dependencia una macro hacia los sistemas político,
económico, educativo, y una segunda micro, la que entabla con unidades sociales
más pequeñas, según el planteo que enuncia de los medios en la sociedad
moderna, Bali- Rokeach. Pero no todo es televisión privada en Uruguay, el autor
lleva adelante también un apartado para el origen y desarrollo de la televisión
pública en su país. Un canal oficial, el 5, que siempre se vio subestimado y
sin alcance real sobre el interior del Uruguay, y que inexplicablemente no fue
utilizado por la dictadura para en su etapa de concreción de una nueva
identidad, interrogantes que Pereira deja librados a la experiencia del lector.
La
instauración del régimen militar, y con él la promoción de una legislación que
buscó controlar la radiodifusión en el país, no provocó en los hechos ningún
cambio significativo en la estructura de medios en el Uruguay. (Pereira, 2012,
176)
Aquello que si
aparece sin duda alguna en el texto es el papel que los medios televisivos
cumplieron durante la dictadura, y ese no fue el de la oposición a las medidas
de gobierno, sino por el contrario, crecieron y se consolidaron durante su
presencia, y aún les cubrieron las espaldas en la etapa democrática.
La temática del último apartado está relacionada con tv, arte y cine, y el mismo está conformado por dos textos. El primero, “El programa Abertura y la épica de Glauber Rocha” de Regina Mota, es un articulo que ubica en el contexto histórico - político de la televisión brasilera a fines de la década del ’70, el momento de transición y de apertura después de la Dictadura militar que asoló a Brasil como a tantos países latinoamericanos. El programa Abertura fue un pilar importante es la distensión de los diferentes mecanismos de censura (y autocensura), el director y periodista Fernando Barbosa Lina fue el artífice de ese proyecto, y uno de los puntos relevante del programa “es el descubrimiento de la televisión como posible instrumento de la democracia”. El otro eje de suma importancia es la presentación en unos escasos minutos de Glauber Rocha en el video, y quien “asume el espacio electrónico de la TV brasilera para desmitificarla”.[1] Luego Mota realiza un breve recorrido sobre la trayectoria de Barbosa Lima y la TV brasilera, el programa Abertura y su relación con la prensa. Los tres últimos puntos del texto están destinados a la figura de Glauber Rocha y a breve participación de “apenas diez meses”:
Glauber defiende en el aire un conjunto de propuestas
concretas sobre la necesidad de implementar la industria cinematográfica, el
rescate de la memoria y de la historia política, las reformas sociales, las
políticas culturales, el proceso de redemocratización. Más allá de denunciar la
censura (de músicas y piezas teatrales), promueve su obra y la de otros
brasileros, asumiendo explícitamente la posición de formador de opinión. La
suma de todo ese es una crítica a la ignorancia y al esnobismo de la
“inteligencia” y al conformismo del brasilero. (207)
La autora concluye
su trabajo haciendo una reflexión sobre la actualidad, o no, de Abertura y del gran aporte de Rocha en
cuanto supo demostrar la “potencia reflexiva” de un medio tan contradictorio
como la televisión.
El siguiente texto, dentro de la misma unidad, pertenece al escritor y cineasta Manthia Diawara, “Sonimage en Mozambique”, y concluye con un reportaje que le habrían realizado sobre esta temática en particular. Un texto descriptivo y ameno, un relato de vida que nos sumerge en un mundo tan poco conocido por nosotros como es la cultura africana, en general, y su cinematografía, en particular. El autor da cuenta de algunas coincidencias y diferencias estéticas y teóricas entre Godard y Rouch en su encuentro, no tan casual, en Mozambique en 1978 y la mirada de Ruy Guerra, quien había regresado de Brasil:
[…] tanto Godard como Rouch querían imágenes autónomas para proteger al país recientemente independizado […] sus enfoques deferían enormemente. Rouch encaraba la tarea de forma casi infantil; usando un método que lo ponía en contacto con quienes vivían en las capas más bajas era incapaz de producir las imágenes que el gobierno quería. […] La aproximación de Godard consistía en ir a Mozambique y tratar de pensar en la creatividad en si misma. (218-219).
En otro punto,
Diawara comenta brevemente cual fue la reacción de los cineastas africanos en
relación a Rouch y Godard, e incluso la bienvenida inicial de Guerra se fue
modificando. El interesante el aporte final del autor:
Personalmente creo que hoy el cine está creado por el
video […] Para encontrar las imágenes de las que habla Godard autónomas del
cine de Hollywood y también de las salas como el Angelika, hay que ir a museos
y mirar las instalaciones. Entonces se encuentra un nuevo lenguaje
cinematográfico. (226)
La televisión como
objeto de estudio, desde sus relaciones con el medio y con el destinatario, su
lugar, compromiso o silencio, en los momentos más difíciles de los países
latinoamericanos, y el medio masivo en un espacio donde todo fue creado desde
cero, con y desde el lenguaje del cine, para crecer hasta alcanzar de alguna manera
su propio status, conforman el segundo cuaderno de Rehime; una textualidad
solvente en sus contenidos, y fluida en su diagramación que permite al lector
interesado contactarse con una temática nunca agotada.
ReHiMe | Cuadernos de la Red de Historia de los Medios
Número Temático: Televisión
Número 2 | Año 2 | 2012
Páginas
233
Editorial Prometeo
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[1] Solo se puede entender las
características de la participación del influyente cineasta si se tienen en
cuenta que había participado, en la década del ’60, de las discusiones
políticas y artísticas del movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano y, en
particular, sus reflexiones teóricas fueron una de las bases del Cinema Novo.
Glauber Rocha estaba acostumbrado a la utilización del video como un espacio de
reflexión intelectual y política.
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