Al señor don
Benjamín Posse le dedica Mansilla la causeries1 Los siete platos de arroz; y no es
un dato menor, ya que fue el fundador de un diario cordobés, defensor del
autonomismo, El Interior, allá por
los años cuando gobernaba Juárez Celman, y sería en un diario donde el escritor
haría conocer sus memorias; las venturas y desventuras de un joven porteño,
sobrino del hombre fuerte de su tiempo, hijo de la hermana de aquél hombre, y
testigo obligado de los tejes y manejes del poder dentro y fuera de la familia.
¿Quién era ese hombre? Ni más ni menos que Don Juan Manuel de Rozas, o Rosas
como quiso finalmente que lo apellidaran. Como ya es habitual en el grupo de
Funciones Patrióticas, una conmemoración nacional da lugar a una puesta en
escena que viole las leyes de la solemnidad y nos acerque a nuestra historia a
través de la parodia, o sea del humor transgresor que nos permite a todos recordar
y reírnos de nosotros mismos, en una sucesión de espejos que nos reflejan. El 3
de febrero de 1852 se llevó a cabo la última batalla que libraría la Santa Federación porteña contra
los salvajes unitarios esta vez comandados por un federal, Justo José de
Urquiza, y un ejército heterogéneo donde menudeaban los enemigos de siempre y
batallones del ejército del Brasil. En el relato de Mansilla se pueden leer el
antes y el después de ese momento que cambiaría para siempre los destinos de
todos. Su discurso entre el respeto y el miedo va configurando una imagen del
Restaurador que obedece a la imagen de su juventud, teñida por el retrato que
los ganadores de aquella última batalla iban a hacer de él. Cuando escribe su causerier ya ha sido uno de los
promotores de la candidatura de Sarmiento2
y se codeaba con lo más granado de la élite liberal. La puesta realizada por el
grupo, inicia el texto a media res, es decir, luego de su introducción cuando
la escritura va tomando un tono más personal,
cálido e íntimo: “Nada más que como muchacho que tiene ojos para ver,
pues no asociaba todavía ideas, había yo recorrido ya el Asia, el África y la Europa (…) recibí la
noticia, muy atrasada, como que entonces no había telégrafo y eran raros los
vapores, de que Urquiza se había sublevado contra Rozas (…) porque para mí
Urquiza y Rozas, Rozas y Urquiza eran cosas tan parecidas como un huevo a otro
huevo (…)” (16). Sentados en sillas que movían –girando de un lado hacia otro-
y con las que producían una coreografía en suspenso hasta que el público se
sentara en sus butacas; exigiéndonos demostrar que estábamos allí con permiso,
exhibiendo una estrella federal, souvenir y programa de mano, tras cantar el
himno al Restaurador, compuesto en 1835; el personaje narrador con una remera
roja con la leyenda “Viva”, en contraste con las de los otros seis personajes,
el coro, que lo rodeaban con sendas remeras blancas donde se podía leer,
“Mueran”, inició un discurso que será transgredido desde las acciones, la
pantalla de fondo, y la unión de la palabra y la gestualidad. Ironía, humor y
parodia que van negando cada una de las afirmaciones que el Lucio del escenario
expresa. El reducido espacio lúdico del Auditorio permite al espectador, desde
su ingreso, una relación poco habitual más allá de conocer la particular
propuesta de la Compañía,
y una complicidad que juega con puntos de contacto de nuestra memoria colectiva
y con la pura teatralidad de la obra. Un “espectador” que es expulsado por no
tener su correspondiente insignia federal o la promesa de compartir después
otra merienda patria, con pastelitos y tortas fritas. Una pantalla donde cada
imagen cumple una función: comentando, anticipando o parodiando determinada
situación dramática. En esta oportunidad fue impactante las imágenes monocromáticas
(obviamente en color rojo por la temática del hecho teatral) de las “cabezas”
de los diferentes personajes sostenidas por algún elemento punzante y los
rostros desfigurados, pero también en el video de los 5 Top de la Santa Federación
las muecas realizadas buscan resaltar la fealdad, como borrando el límite entre
lo cómico y lo feo. Quizá podríamos pensar que esta utilización de la fealdad
está relacionada con la mezquindad de la historia oficial y como una forma, a
través de la comicidad, de reírnos de nosotros mismos y del concepto estético y
arbitrario de lo que es “lo bello”. Funciones patrióticas es ya un clásico como
experiencia única, en donde el espectador es habitualmente interpelado,
invitado a completar la fiesta que el hecho teatral propone, a no ser una
entidad pasiva sino por el contrario a transitar el tiempo escénico desde el
disfrute pero también desde la reflexión, para estar de acuerdo o no con el planteo,
pero nunca para dejarlo indiferente. El grupo tiene siempre en cuenta como
afirma Ubersfeld en su trabajo, La
escuela del espectador (1982), al destinatario, que siempre está presente
en el espectáculo, “en la medida en que los diversos enunciadores toman en
cuenta el universo de referencia del espectador, o más bien sus universos: el
de su experiencia como el de su cultura”. (Los roles del espectador, Cap VII)
Esperar el próximo espectáculo para sorprendernos o volver a encontrarnos con
sus habitual humor, es ya también un interesante hábito.
http://www.proa.org/esp/news-nota.php?id=478
http://www.facebook.com/pages/COMPA%C3%91%C3%8DA-DE-FUNCIONES-PATRI%C3%93TICAS/246268525432958
Mansilla, Lucio V, 2001. Los siete platos de arroz con leche. Barcelona: España. Editorial: Sol 90. Colección: La Biblioteca argentina. Clarín.
Ubersfeld, Anne,
1982. La escuela del espectador. París:
Francia: Ediciones Sociales.
1 “las causeries o charlas habían sido “inventadas” por el crítico francés Charles-Auguste Sainete –Beuve (1804/ 1869), para el periódico Le Constitutionnel. Eran ensayos breves de crítica literaria, imaginados como “retratos” de escritores franceses que permitían iluminar aspectos de su vida y de su obra. (…) Pero a diferencia de la charlas de Sainte –Beuve, las charlas de Mansilla no son ejercicios de crítica literaria. (Claudia Román, 2001, 10) Casi todas las causeries escritas por Mansilla fueron publicadas en el folletín de los jueves del periódico Sud América entre el 16 de agosto de 1888 y el 28 de agosto de 1890. (…) Del mismo modo que mucha de la literatura argentina del siglo XIX, su publicación en la prensa fue seguida de su edición en libro. Así, a cargo de la Casa de Juan Alsina y con gran éxito de público aparecieron, entre 1889 y 1890, cinco tomos de causeries.
2 (…) Mansilla gestó, junto con el
general José Miguel Arredondo, la candidatura presidencial de Sarmiento entre
las filas que peleaba la Guerra
del Paraguay (1865- 1870). La llegada a
la presidencia de Sarmiento (1868-1874)
defraudó, una vez más, sus deseos de conseguir un cargo ministerial. Mansilla
tuvo que conformarse con una remota comandancia de fronteras en Río Cuarto,
desde donde partió en excursión. (Claudia
Román, 2001, 6)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario