“cuando uno hace un hecho artístico, trasciende al tiempo, va más allá.
Por ejemplo Niní Marshall sigue tan vigente hoy como en su época”
(Guillermo Gil dixit)
El escenario del
Maipo Kabaret nos recibe con los acordes de un piano,- que Eduardo Solá hace
transmitir de maravilla- que desgrana melodías conocidas y va creando el clima
para una perfomance a la manera del music –hall, con algo del cabaret berlinés
en el vestuario, modos y maquillaje de sus presentadores. Sentados a nuestras
mesas, Guillermo Gil con excelencia de anfitrión nos acerca una copa de
champagne y nos susurra un saludo de bienvenida. Ambos harán juntos, como
tantas otras veces, de la presentación del show, y entre el humor y la
nostalgia nos llevarán hacia un camino recorrido desde hace treinta años. Una
fecha coincidente con los años de la democracia que supimos conseguir, y un
título que al pasar hace referencia a la manera de saludar de la presidenta, pero
que luego se diluirá en la historia personal, sin puntualizar en lo colectivo,
aunque de ello se trate, en la galería de personajes que desfilarán luego por
el escenario. En cuadros que llevan adelante cada uno por separado, o de a dos,
se lucen de todas las maneras posibles: en el manejo del humor y su relación
con el público, siempre tan variable como imprevisible, en la perfomance de su
rutina, en el vestuario deslumbrante, que hace de toda la presentación una
revista porteña sólo con dos participantes. Soslayando el monólogo político, la
búsqueda de la fama, el amor y la soledad son las líneas del desarrollo de la
temática, en una espiral de la memoria que rescate lo vivido, en una crítica al
olvido cuando hacen referencia al desconocimiento que el espectador en general
y el joven en particular tiene de actores y actrices, próceres de nuestros
escenarios: Tita Merello, Pepe Arias, Paulina Singerman, Niní Marshall, entre
otros, para sí reconocer y aplaudir a aquellos que la mediatización de la
pantalla chica los ubica en el primer plano de las conversaciones cotidianas. El
trabajo que ambos llevan adelante recrea no sólo a las figuras conocidas sino a
aquellas cuya imitación es un sentido homenaje; por eso, todo en el espectáculo
está cuidado con la maestría que da la experiencia cuando se une al talento. El
espacio escénico se expande al escenográfico y la llegada de los personajes no
se produce sólo desde el foro, sino que su llegada proviene de una platea que
disfruta desde el vamos su aparición. Los sketchs cómicos, como el de las
amigas establecen un diálogo que recuerda a la escritura de la inolvidable
Niní, como el de la paraguaya que se ofrece para todo trabajo, nos remite al
humor desenfadado de los ochenta. La música es un elemento fundamental en cada
una de las intervenciones, sumando características al personaje como en el caso
de la imitación que Guillermo Gil1 hace de
Mirtha Legrand o de la gran Tita Merello, o sirve de marco a un juego con el
espectador en la canción de Ramona Galarza. Siempre presente, en el teclado
virtuoso de Eduardo Solá2 nos
invita a seguirla y a emocionarnos. Como en una revista habitual, el cierre
debería ser apoteótico con la figura de la vedette con su despliegue de plumas,
piedras y color; sin embargo, la figura de la Swanson3,
una actriz del cine mudo, toda una institución, que retorna luego de un largo
tiempo de silencio, es el preámbulo a la figura de los comediantes que luego
borrarán las huellas de su arte en escena. Y así saludarán a un público
agradecido por el trabajo que desde el escenario se les ofrece, desde ellos
mismos, desnudos de cada uno de los personajes que los habitaron. El último
espectáculo que ambos llevaron adelante fue ¡Oh!
Juremos con plumas vivir (2009) donde su ductilidad para el transformismo
conformaron de la misma manera casi una revista en el escenario del Margarita
Xirgu, donde también se lucieron algunas de las creaciones de Roberto Piazza. Todos y todas reúne los mejores momentos
de los dos artistas, y nos lleva a disfrutar de un trabajo realizado no sólo
con maestría sino con amor.
Todos y todas 30 años de y por Eduardo
Solá y Guillermo Gil. Operador de sonido: Cristián Belvedere. Operador de
luces: Mariano González. Escenografía: Filippi – Blanes. Prensa: Duche &
Zárate. Fotografía y diseño: Fuentes 2 Fernández. Asistente de vestuario:
Susana Signorini. Stage Manager: Griselda Martinez. Producción ejecutiva: Ezequiel
Blanes. Producción general: Gabriel Filippi. Teatro Maipo Kabaret.
Hemeroteca:
Taro, Rafa, 2011.
“Eduardo Solá, entre plumas y lentejuelas” para la Revista Imperio, 27/6.
1 Guillermo Gil ha trascendido a través de la television por aparecer en distintos programas cómicos y por su exacta caracterización de la diva argentina la Sra. Mirta Legrand. No se ha quedado sólo en la caracterización transformista de una sola diva también logró con éxito otras tales como la de Tita Merello. Es ademàs un comediante nato, capaz de llevar por si solo un espectáculo cómico a través de sus caracterizaciones. En el 2010 junto a Carlos Perciavalle llevó adelante Jardín de otoño, una obra de Diana Raznovich, que protagonizaron en los ’70 Irma Córdoba, Rosa Rosen y Claudio Levrino. Luego, en 1983, se estrenó otra versión magnífica, con Tina Serrano, Ana María Casó y Mario Pasik, dirigidos por Hugo Urquijo. Este magnífico texto de Raznovich subió a escena en distintos escenarios internacionales y, por fin, volvió a Buenos Aires, pero en una versión muy particular donde los personajes de Griselda y Rosalía fueron representados por los actores y Julián La Bruna
2 Eduardo
Solá (Gustavo Braga) tiene como referente a Niní Marshall, (…) quien lo
amadrinó en sus comienzos, allá por los agitados años ´80, épocas de sótanos,
de teatros pequeños, de prueba, de ensayo y error. Y de noches interminables,
largas y agitadas noches. Recuerda “Una noche de ballet”, “donde bailábamos a
través del humor. Justamente, con Guillermo Gil. Rubén (Barreira) nos produjo y
fue el primer espectáculo que hicimos. Anduvo muy bien y todavía me emociono al
recordar a Niní sentada en la primera fila del teatro El Vitral. Además, como
si fuera poco, el vestuario era de Paco Jamandreu. (Taro, Rafa, 2011)
3 Gloria
Swanson brilló como una de las principales estrellas del cine mudo en los años
20, y fue considerada como una de las actrices más glamorosas de la época. Tras
una larga retirada del cine, durante la que siguió trabajando en radio y
televisión, recuperó su fama en la gran pantalla a edad madura, con Sunset
Boulevad (1950) de Billy Wilder.