La palabra “justa”
tiene dos acepciones; una, aquella que habla de quien actúa con justicia, dando
a cada cual lo que le corresponde, y la otra que se refiere a la que se ajusta
al deseo o la necesidad de alguien. El escritor Sándor Márai, a su manera
desarrolla en su novela, las dos. De alguna forma, el personaje de Judit1 (Victoria Onetto) nombre bíblico de
profundo sentido en su escritura, cree hacer cierto grado de justicia robándole
a Peter (Arturo Bonín) no sólo el corazón, la tranquilidad, y el decoro sino
también sus bienes. Por otra parte, Peter busca para calmar la inquietud nacida
en la mirada de esa mujer, encontrar la mujer que lo complemente, que le
permita ser en totalidad. María (Graciela Dufau) un sustituto necesario, no ha
sido para el atormentado personaje la mujer justa, y Judit es al parecer toda
una promesa no importa el tiempo, la distancia ni el precio. Un triángulo
amoroso intenso, que se desata con el encuentro de una cinta violeta en el
lugar no indicado, pero que tiene una historia donde el autor cruza además las
diferencias de clases, sus odios y resentimientos, y el marco de la Segunda Guerra Mundial. Judit
como su homónima histórica, respeta sus ancestros a pesar de su pobreza, siente
admiración por su padre y detesta a su marido, Peter, quien representa para
ella el poder que humilla y compra. La escenografía de Eugenio Zanetti, pone en
escena en el gran cuadro dorado al fondo del espacio escénico, la metáfora de
esa burguesía “pintada”, es decir, sin sentimientos, fría y estática a la vez
que bella, como un cuadro. El pasar de los personajes por él, es el ingreso a
la clase que detenta el poder, aunque sea por el momento, en el incierto tiempo
próximo al conflicto bélico. En especial, Bonin con soltura le da a su
personaje la textura necesaria, Peter pertenece a la alta burguesía a
diferencia del resto de los personajes, desplazándose por un despojado espacio
escénico que no termina de crear la atmósfera que se desprende del texto
primero. La utilización de un translucido telón pareciera responder –al subir o
al bajar- al estado psicológico de cada personaje como si fuera un espejismo,
un momento de coherencia o de locura. Quizá si la duración real del hecho
espectáculo fuera más breve la obra mantendría la intensidad dramática ante la
imposibilidad de comunicarse de los tres protagonistas. El hilo conductor de la
puesta en escena está en la imbricación de capas del pasado: tres monólogos,
tres relatos de vida, tres soledades que no pueden, o no saben, demostrar sus
sentimientos ni sus fantasmas. Se puede afirmar que desde la década de 2000 hay
en el campo teatral de Buenos Aires una reivindicación de la palabra, de esta
forma, los directores acceden a textos narrativos de autores reconocidos para
construir con ese material un soporte diferente que les permita una intriga de estructura
teatral. Es así, que Graciela Dufau y Hugo Urquijo, actriz y director de la
obra, toman el texto del escritor húngaro2,
y apasionados con su relato y con la belleza de sus palabras, deciden llevar a
escena un conflicto donde la filosofía, la ética y el amor forman una red
intrincada, encrucijada que abarca a los personajes en un entramado de profunda
reflexión.
La mujer justa de Sandor Márai / Adaptación: Graciela Dufau y Hugo Urquijo / Dirección: Hugo Urquijo / Intérpretes: Graciela Dufau, Arturo Bonin, Andrea Bonelli, Hugo Urquijo y Pochi Ducasse / Diseño de iluminación: Matías Sendon / Escenografía y vestuario: Eugenio Zanetti / Sala: Centro Cultural de la Cooperación.
1Judit hija de Merari, en plena guerra de Israel contra el ejército babilónico, erróneamente denominado asirio. De bellas facciones, alta educación, enorme piedad, celo religioso y pasión patriótica, Judit descubre que el general invasor, Holofernes, se ha prendado de ella. Acompañada de su criada, la viuda desciende de su ciudad amurallada y sitiada por el ejército extranjero -Betulia- y, engañando al militar para hacerle creer que estaba realmente enamorada de él, consigue ingresar a su tienda de campaña. Una vez allí, en lugar de ceder a sus reclamos galantes, lo hace beber hasta emborracharlo. Cuando Holofernes cae dormido, Judit lo degüella, sembrando la confusión en el ejército de Babilonia y obteniendo de este modo la victoria para Israel.
2 Sándor Márai (1900/1989) nació en Kassa (hoy en Eslovaquia),
una pequeña localidad del antiguo Reino de Hungría, en aquel momento de conformación
de la potencia mundial, el Imperio Austrohúngaro, desaparecido tras ser
derrotado en la primera guerra mundial. Aunque Sándor Márai destacó sobre todo
por su obra narrativa, también escribió poesía, teatro y ensayo, además de
múltiples colaboraciones periodísticas, entre las que se encuentran algunas de
las primeras reseñas sobre las obras de Franz Kafka.
En sus novelas, escritas originariamente en húngaro
y cuidadosamente desarrolladas, Marai analiza la decadencia de la burguesía
húngara
durante la primera mitad del siglo, en títulos como Divorcio
en Buda, El último encuentro o La herencia de Eszter.
Además de sus novelas, Márai escribió libros de memorias que retratan las
convulsiones sufridas por Hungría durante la primera mitad del siglo XX, como la Primera Guerra Mundial (retratada en Confesiones
de un burgués) o las invasiones del ejército nazi, primero, y soviético,
después (en ¡Tierra, tierra!).
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