Una familia Top,
top, top, tanto que uno de sus integrantes siente que tanto éxito, que no lo
atraviesa, necesita ser exorcizado, por eso, elige la diferencia, el escapismo
del humor del clown para construirse un mundo, donde albergar una sensibilidad
diferente. Desde ese lugar de la marginalidad, en un universo que sólo acepta
lo concreto, la imaginación y el juego recorren el espacio y el tiempo de una
narración en primera persona, sin cuarta pared, donde el monólogo se transforma
en un diálogo cómplice con el espectador desde la llegada de ese personaje entre
tímido, e ingenuo que apela al buen sentido y pide silencio respetuoso para su
trabajo. La sugerencia de cómo quitar el envoltorio de un caramelo sin hacer ruido,
sustituye al conocido leat- motiv, de apagar el celular. Porque en el
imaginario de la puesta, se busca desde la ternura provocar la empatía con el
otro indispensable para el hecho teatral, el público. ¿Vos te quedás, no?,
repite el clown ante la perspectiva que su presencia no agrade, que el ritual
no se cumpla, por la ausencia de un receptor interesado, captado por la
historia y la habilidad del narrador. El espacio preparado para el juego, y
este como tema permanente es el recurso del payaso, profesión que pareciera
tener que explicarse y justificarse a sí misma, a partir de la necesidad del encuentro
con uno mismo. Jugar, universo olvidado por el adulto, que duplica la realidad
y la modifica a deseo y antojo de aquél que se atreve al doble salto mortal,
del juego de la infancia y el escénico. Marcelo Katz apuesta al imaginario de
la infancia para llevar al espectador adulto a una dimensión olvidada; y lo
hace a través de los objetos, caros al mundo del niño y que sobreviven como
instantes de felicidad en la memoria. El personaje construye una familia
múltiple, más allá de su entorno natural, y rescata en su memoria los recuerdos
de lo mejor y lo peor en su viaje vivencial. En el espacio escénico los límites
entre lo real y la ficción son sumamente porosos, es un relato de vida donde la
relación entre el individuo y el personaje es estrecha y como espectadores
aceptamos la propuesta sin preguntarnos qué hay de verdad, qué hay de fantasía.
Las imágenes proyectadas en la pared corroboran, o no, lo dicho con
sensibilidad infantil y con profesionalismo, el clown nos lleva por un
recorrido escénico autobiográfico: “mi mamá”, “mi papá”, “mi hermano”, “mi
hija”, mi casita en el Tigre,… La comicidad estructura la obra, comicidad inocente
que hace del espacio lúdico un rincón de juegos infantiles y permite que varios
espectadores de las primeras filas accedan a “jugar” sin miedo al ridículo. El
espacio real representado va tomando mayor volumen como las finas capas de una
cebolla, por los afectos en distintos tiempos y espacios, por las fantasías y
quizás por los miedos a medida que el relato oral se desarrolla. Un trencito
cargado de ilusiones o un botecito de alegrías compartidas, son pequeñas
situaciones cotidianas y tal vez olvidadas. Top,
Top, Top nos propone construir un gran traje de arlequín en ese espacio escénico
lleno de pequeños colores y grandes recuerdos, y donde cada retacito de tela es
la visión personal de cada espectador. Aprendimos la lección: si el juego es
creatividad esta actividad es indispensable para estar vivo.
Top, Top, Top; de y por Marcelo Katz1 y Hernán Carbón. Clown: Marcelo Katz.
Dirección: Hernán Carbón. Música original: Sebastián Furman. Vestuario: Laura
Molina. Escenografía: Analía Gaguin. Realización escenográfica: Analía Gaguin y
Florencia Borowski. Fotografía: Sebastián Gringauz. Diseño de luces: David Seldes
– Fernando Berreta. Coreografía: Diego Bross. Prensa: Simkin & Franco.
Teatro: Centro Cultural de la
Cooperación.
1 Marcelo Katz dice en una entrevista: “Yo me crucé con el
clown por los años 80. Me gustó mucho lo que implica ese trabajo; la poética,
el humor, la vulnerabilidad. Lo encuentro un género con mucha fuerza, con mucha
magia. Y fui haciendo cosas de clown, pero no me dedicaba exclusivamente.
Trabajé en el Teatro San martín durante 7 temporadas. Ahí también hacía papeles
cómicos, pero no eran específicamente clownescos. Después, dirigí la Compañía La Trup,
donde actuaba los números de los clowns, me ocupaba de dirigirlos, pero también
hacía malabares y acrobacias. Y en algún momento me cansé de la parte más
técnica y acrobática, y me dieron ganas de dedicarme específicamente al clown.
Ahí dejé de hacer circo y formé la Compañía Clun.” (Clown, otro mundo es posible;
entrevista a Marcelo Katz, para Imaginación atrapada por Jimena Trombetta)
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