viernes, octubre 15, 2010

Ya no pienso en Matambre ni le temo al vacío (2007/10) de Patricio Abadi

Sexo, Soledad, Deseo y muy buen teatro
María de los Ángeles Sanz

Patricio Abadi es actor, dramaturgo y director de teatro, y tiene en su haber una serie de piezas premiadas; es decir, una puesta escrita y dirigida por él es desde el conocimiento de su trayectoria una garantía de buen teatro; sin embargo, todo eso que se intuye desde la escritura se hace fehacientemente real cuando como espectador participamos del acontecimiento puesto en acto. La serie de monólogos de Ya no pienso en Matambre… no sólo está bien escrita, sino que sus textos están muy bien llevados a la escena por el grupo de actores, que van desarrollando una textualidad de tono escatológico, pero con la intensidad dramática precisa para conmover desde el lugar de la sensibilidad de esos personajes desolados, y dejar en un segundo plano el color de las palabras pronunciadas. No es un lenguaje extraño a nuestro continente cotidiano, sin embargo muchas veces el prejuicio hipócrita hace que ante un texto de esa crudeza muchos frunzan la nariz. La galería de personajes que habitan en el espacio sórdido de un cabaret, nos hablan de sus deseos postergados, sus fantasías jamás pronunciadas en voz alta, su sexualidad, sus amores, sus odios, pero sobre todo de la dificultad de relación que nos habita a la hora de encontrarnos con el otro. Esa realidad, que de tan conocida parece una verdad de perogrullo, recorre insistentemente las carteleras teatrales, y forma parte de la necesidad de poner en palabras el paisaje de soledad al que el mundo de la comunicación inmediata nos tiene acostumbrado. La construcción de los personajes desde la exterioridad del vestuario, el trabajo corporal, la gestualidad y la modulación de las voces, ofrece con un humor muchas veces cínico, sarcástico, y siempre corrosivo una historia que se conforma en el discurrir de los relatos, la intersección de los encuentros, en ese locus único. Las criaturas de Abadi no son buenas ni malas, son en su deseo que las unifica, seres desterrados de sí mismos, que buscan en las relaciones afectivas un remanso al mundo y consuelo para el fracaso de sus ambiciones. Quieren y no pueden, desean pero están solos. La música que ilustra el lugar y el género, (un melodrama expresionista)1 junto con la iluminación forma una escena exacta para el desarrollo de las historias. La carne, ícono de nuestra argentinidad y de nuestra literatura desde El Matadero en adelante, la carne nutricia, la carne que se nutre de la carne, que se ofrece y que se toma, en cuadros de fuerza estética a partir de la impronta del color: rojo, negro; la eficacia de los contrastes. Los personajes se presentan así mismos o son presentados según los cortes más comunes de nuestra idiosincrasia culinaria: seso, roast beef, chiquizuela, pechito, tripa, entraña, marucha, menudo, palomita. Significación que se expresa ya desde el título Matambre, la carne que mata el hambre del cuerpo y del espíritu, y el vacío como corte, como ese trozo de carne para el asador, y como espacio entre dos, que provoca la distancia y la soledad. Personajes unidos por el espanto de la soledad, separados por el deseo equivocado, por el amor no correspondido y entre ellos la carne como expresión de la necesidad más genuina la que no tiene el filtro de la razón, la que nace visceralmente de lo más profundo de la sensualidad.


Ficha técnica: Ya no pienso en Matambre ni le temo al vacío de Patricio Abadi. Elenco: Patricio Abadi, Sergio Barattucci, Umbra Colombo, Natalia Farano, Marcelo Frasca, Ana Nieves Ventura, Coral Gabaglio, Junior Lareo, Cecilia Layus y Sofia Vilaro. Dirección: Patricio Abadi. Iluminación: Hernando Dávalos. Espacio y Escenografía: Lorena Booth y Luciana Rodríguez. Diseño Sonoro y Musicalización: Soundshine. Vestuario: Ana Nieves Ventura. Coreografía y movimiento: Sofía Mazza. Canciones: Letras Patricio Abad- Música: Eugenia Iturbe.  Sala La Clac.2



1El melodrama género que surge de la Estética romántica, trabaja con los amores imposibles, con personajes acuciados por la soledad y la incomprensión movidos sin embargo por ese amor que es su luz y su cruz, pero allí donde el melodrama detiene la descripción velado por el pudor del siglo XIX, el expresionismo exalta sus sentimientos y los lleva hacia fuera, exponiendo desgarradoramente esa soledad y esa marginalidad que sufre en una sociedad mercantilista aquél que siente y se atreve a llegar a los límites de sus deseos, exhibiendo sus llagas, gritando a todo el mundo su dolor. La pieza de Abadi trabaja con esos límites.

2 La CLA es un sencillo y cálido espacio gastronómico  y en su subsuelo funciona una sala teatral. Nacido como fruto del sueño de un actor, Fito Yanelli, es una buena apuesta para todos los amantes del género teatral y de la buena mesa. La ambientación artística recrea un verdadero espacio cultural: afiches de cine antiguo, fotos de teatros antiguos y contemporáneos, cacharros, antigüedades varias, cuadros, vestuario de espectáculos, pinturas hechas en la pared por artistas plásticos, y filetes porteños.

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