Un relato sencillo,
un espacio con un foro cerrado por una tela roja y brillante, un trabajo muy
bueno de iluminación, un vestuario
exótico para nuestras playas pero a la vez funcional, y una entrada a todo dar
son algunos de los condimentos que la puesta Povnia tiene para mantener
al espectador atento y entusiasmado por más de una hora. Cuando Una aterriza en
el escenario, cubierta de polvo, y tras el sonido inconfundible de algo que
silba en su caída, despierta la primera risa ante el imprevisto y la manera que
la protagonista de dicho evento trabaja su gestualidad, compone y descompone su
cuerpo, mientras reitera como un latiguillo la primera palabra que pronuncia,
“bomba”. Pero todo sería insuficiente sin la presencia de un clown con todas
las letras que sabe su oficio y lo lleva adelante con frescura, fluidez y
talento. Lila Monti deja en la escena como jugando la maestría de un
entrenamiento y un trabajo sobre sí misma, que tuvo reconocidos maestros:
Guillermo Angelelli, Gabriel Chamé Buendía, Raquel Sokolowicz, Felisa Yeni,
Javier Daulte1, sólo por mencionar
algunos de ellos. El relato nos habla de pérdidas, dolor, terremotos, tsunamis
y demás catástrofes, entre ellas el exilio y la soledad pero la maestría de
Monti hace que con humor el relato se transforme en un continunm hilarante a
pesar de que surja la nostalgia, y la necesidad doble de adaptarse: al mundo
nuevo, como una recién nacida, y la de preservar la historia de su origen, en
la comida que se ofrece, en el pan que comparte con el público. Povnia es un
lugar remoto donde como en cualquier otra parte los descalabros naturales o no
provocan el éxodo de sus habitantes hacia tierras más firmes; es también un
constructo a partir de la oralidad, una
escenografía que se reconstruye por la palabra a partir de los restos de la
memoria, y de una sobreviviente testigo, “Una”, y es por fin, una metáfora de
nuestra sociedad, sobre todo la porteña, que construyó su identidad a partir de
la llegada de inmigrantes de todas partes del mundo que aportaron su cuota de
deseo y ansiedad junto a la voluntad de integración. De los recursos de la
técnica clownesca uno es la regulación de la emoción, de menos a más el payaso
debe ir incrementando la exposición de la subjetividad, calibrando de acuerdo a
la respuesta del público su propia emotividad; el personaje de Una va
aclimatándose y aclimatando a un receptor que se va integrando tímidamente a
los requerimientos de su historia, a las expectativas hacia dentro y hacia
fuera de su propuesta; logrando finalmente la coincidencia entre la historia
urdida con un lenguaje variopinto, y una atención que entiende y hasta adivina
aquello que se le dice en forma disparatada. Una es una criatura que formó
parte del espectáculo Cancionero rojo
(2010) junto a Darío Levín. (Neto) donde la temática era también la
búsqueda de un lugar donde encontrar paz y poder descansar. El clown hace reír
porque desde el momento que se calza su nariz, no tiene problemas en reírse de
sí mismo, de mostrarse torpe, incongruente, pícaro, escatológico, tímido,
divertido, feliz o triste, todas las personas y los estados posibles en una
solo, por eso, Lila fue Berta, Ute y luego Una, una multiplicidad dentro del
cuerpo de una mujer, como afirma en su blog “Bértigo”2,
nombre derivado de Berta, como Lila afirma, no confundir con un error
gramatical; en la técnica del clown la sintaxis y la ortografía se dislocan
para obtener otras leyes que obedecen a un orden de rigor diferente, inestable,
muy de acuerdo con el desequilibrio de los cuerpos y el curso infinito de lo
imaginable. La payasa con claro dominio de la técnica y sobre la base de la
experimentación le imprime al unipersonal un ritmo que le es propio, un ritmo
interno que supera al personaje y que el público acepta con naturalidad. Si uno
de los elementos de la técnica del clown es el contacto directo con el público,
Lila no sólo logra que participe sino además lo integra en su totalidad a la ficción,
por ejemplo, cuando todos aplaudimos repitiendo “performati, performati,…..”.
Así, con un ritmo en in crescendo,
con unos pequeños altibajos, el hecho teatral permite a la actriz disfrutar de
lo que hace y permite que el espectador sea cómplice, a través de sus breves y
acertadas miradas, sus muecas o gestos. Una historia particular que se va transformado
en una historia en común, pues une a todos los que hemos participado de esa
función en especial. Los pocos elementos en el escenario y los pequeños objetos
de uso cotidiano que saca de su mochila son suficientes, el profesionalismo de
Monti y de todo el grupo hace que la obra supere nuestras expectativas.
http://teatrobeckett.com/
1 La lista completa de sus maestros, o por lo menos lo que aparece declarado en la gacetilla, en el oficio y sus técnicas es: Clown (Guillermo Angelelli, Gabriel Chamé Buendía, Raquel Sololowicz, Jesús Jara /Lluna Albert, Hilary Chaplain, entre otros); Teatro (Javier Daulte, Alejandro Maci, Felisa Yeni); Teatro Físico ((Angelelli, los Houben, Thomas Pratkki); Improvisación (Marcelo Savignone); Máscara Balinesa (Deby Low, Carolina Pecheny); Canto (Teresa Neuman, Sandra Baylac).
2 “(…) en medio de ese amontonamiento de payasas descubrí que yo misma
soy un amontonamiento de mujeres, no siempre consistente o uniforme.
mi unidad sólo tiene lugar cuando me permito la variedad.
soy como ese postre que consiste en la degustación de todos los postres.
cada vez que veo una caja de bombones me desespera el hecho de que no voy a poder probarlos todos. no quiero comerlos todos, pero sí saber como sabe cada uno.
sorprenderme. eso quiero. todo el tiempo.
entonces, ahí, entre tantas mujeres tan diferentes, identificándome con muchas a veces, no tanto con otras, otras veces -me gustaran o no-, necesitando de esas energías a veces opuestas entre sí, me dí cuenta (o más bien se me metió en el cuerpo) que yo soy una hecha de muchas.
y soy un constante intento fallido de orden. mi mochila tiene cien bolsillos, siempre creo que separando las cosas en cajones diferentes voy a poder ordenarme. siempre necesité el orden, un orden particular, una clasificación de cosas. y los criterios podían ser de lo más variados y cambiar a cada momento. un día ordenaba por colores. otro por texturas. otro por títulos. otro por instinto”. (Bértigo, 5/10/2007)
mi unidad sólo tiene lugar cuando me permito la variedad.
soy como ese postre que consiste en la degustación de todos los postres.
cada vez que veo una caja de bombones me desespera el hecho de que no voy a poder probarlos todos. no quiero comerlos todos, pero sí saber como sabe cada uno.
sorprenderme. eso quiero. todo el tiempo.
entonces, ahí, entre tantas mujeres tan diferentes, identificándome con muchas a veces, no tanto con otras, otras veces -me gustaran o no-, necesitando de esas energías a veces opuestas entre sí, me dí cuenta (o más bien se me metió en el cuerpo) que yo soy una hecha de muchas.
y soy un constante intento fallido de orden. mi mochila tiene cien bolsillos, siempre creo que separando las cosas en cajones diferentes voy a poder ordenarme. siempre necesité el orden, un orden particular, una clasificación de cosas. y los criterios podían ser de lo más variados y cambiar a cada momento. un día ordenaba por colores. otro por texturas. otro por títulos. otro por instinto”. (Bértigo, 5/10/2007)
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