¿Quiénes son
Zubiría y Vergara además de dos personajes mediáticos? ¿Cuáles son las verdades
que “construyen” los medios de comunicación? ¿Dónde quedan las certezas después
de ser testigos de cómo se producen, reproducen, inventan, tergiversan los
discursos de la televisión? Todo aquello que sospechamos los mal pensados
televidentes cotidianos, o por lo menos algunos de ellos, queda desde el humor
ácido de Picotto y Simonetti al descubierto. Nos reímos de lo que la puesta nos
propone o tal vez de nuestra supuesta ingenuidad cuando somos espectadores de
una suma de relatos diarios donde la realidad es la puesta en abismo de sí
misma. Una historia de infidelidad, o no tanto, una relación basada en la
necesidad de esconder una elección de vida distinta, se vuelve una espiral de
sucesos que reproduce todos y cada uno de los tics a los que la pantalla chica y
sus seudos programas de información nos tiene acostumbrados. Al borde siempre
de lo bizarro, pero deteniéndose en el límite, (aunque algunos momentos podrían
atravesarlo) los actores, tanto la pareja central de la historia como aquellos
que van constituyendo el universo televisivo, hacen de ese acontecimiento
mínimo con que inician el discurso una catarata, una precipitación de gags, que
nos muestra el revés de la trama, lo que habitualmente se nos oculta. Como
aquel Alberto Olmedo de los años de No
toque botón (1981)1 que corría a los
camarógrafos y ponía sus debilidades y las de todos en evidencia, la pieza
busca desde lo grotesco dar cuenta de las miserias que ocultan las caras
visibles de la información. No es casual entonces que su imagen aparezca en los
primeros videos de la pantalla, junto con propagandas viejas, locus que luego se inundará con los noteros
de la calle; homenaje merecido a una comicidad que inauguró un estilo
desenfadado y polémico, que como dijo Osvaldo Soriano: “Sin el gran Payaso,
este país de incautos, melancólicos y rufianes se queda a solas con sus
pálidas. Cada uno de nosotros es un personaje de Olmedo que, quizá sin saberlo,
se ríe de sí mismo”. Tanto Walter Velázquez desde la dirección como los actores
con su impronta y su pregnancia logran desactivar el ordenado aparato
discursivo que se pretende auténtico, y como el viejo capocómico nos muestran
el sentido tras la semántica de la apariencia a partir de una parodia que
descubre las capas de verdad y mentira de la comunicación. Los personajes de
Zubiría y Vergara, recuerdan a otros dúos que se hicieran famosos en espacios
consagrados, cómplices del poder de turno, y asociados a intereses de compañías
internacionales, que los auspiciaban y auspician a cambio de un discurso que los
favorezca. Al ingresar a la Sala
nos incorporamos al mundo mediático de Canal 6 y, en particular, al set de Z
& V, espacio ficcional que los personajes expanden con sus desplazamientos
por distintos recovecos, y desde el cual se nos invita a participar aplaudiendo
a más de una presentación. El espectador también ocupa el lugar de la cámara,
dispositivo que captura imágenes que no son nada azarosas, focalizando su
atención y siendo testigos mudos de todo lo que ocurre fuera de cámara. En esta
competencia desleal con otra emisora y con los conflictos internos por
cuestiones privadas ambos actores con profesionalismo construyen a su personaje
- Zubiría y Vergara - desde el complejo lugar donde la información y la ficción
se contaminan de manera arbitraria. Los distintos elementos del espacio
escénico nos remiten a diferentes noticieros actuales, como en un puzzle multimedia,
un constructo para dar cuenta de que siempre hubo, hay y habrá una
intencionalidad por parte del emisor y que está naturalizada de tal forma que
como receptores aceptamos, en general,
como “verdades”. Un diario televisivo llevado adelante por Picotto,
Simonetti y Velázquez – artistas de amplia trayectoria humorística: clown,
stand up,…- que crean el clima necesario, en una combinación imágenes visuales
y auditivas, para dar cuenta de la complejidad, que no es sólo técnica, del
medio de comunicación de masas que más interpela directamente al receptor /
espectador: la televisión.
Zubiría y Vergara de Pablo Picotto y Federico Simonetti. Elenco: Pablo Picotto, Federico Simonetti, Ricardo
Rodríguez Miró, Daniel Niborski, Germán García. Asistencia de dirección: Jimena López. Música
Original: Julián
Urman. Escenografía: Ariel Vaccaro. Diseño
de luces: Ricardo
Sica. Vestuario: Alfiler de Gancho: Soledad Galarce. Videos:
José Goldemberg , Martín Coto. Fotografías: Laura Raggio. Prensa: Tehagolaprensa. Diseño Gráfico: Martín Acosta – capear! Producción Ejecutiva: Andrea
Feiguin. Actores en videos: Carlos Belloso, Jimena López, Nancy
Gay, María Cottet, Julián La
Bruna, Emilio González Moreira, Pablo Marín, Belén Pedernera,
Silvia Barcán, Lucía Barengo y Vinchu Rivera. Dirección: Walter Velázquez. Teatro Anfitrión.
Hermida, Luis
María; Satas, Valeria, 1999. TV Manía.
Programas inolvidables de la televisión argentina. Buenos Aires: Editorial
Sudamericana.
1 El ciclo que era uno de los éxitos de
canal 11 con libretos de Hugo Sofovich, luego pasó a canal 9 con muchos de los
personajes que Alberto Olmedo había desarrollado ese primer año: El Manosanta,
Chiquito Reyes, y el contrapunto entre Borges y Álvarez junto a Javier
Portales, entre otros. El programa prosiguió hasta 1987.
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