martes, agosto 10, 2010

Sangra. Nuevas Babilonias (2010) De Guillermo Cacace

Somos donde vamos como somos



En Babilonia (1925), de Discépolo, los personajes están en un ámbito claustrofóbico,
la propuesta de Cacace también describe como la sociedad actual expulsa a sus hijos
y los lleva a enfrentarse con similares situaciones de antaño.

Por Azucena Ester Joffe y María de los Ángeles Sanz


En la década del veinte Armando Discépolo escribía una textualidad entre el sainete y el grotesco que daba cuenta de una realidad social cosmopolita que intentaba fundirse con el escenario del país, el aluvión inmigratorio, y sus sueños de la América próspera. Sueño y utopía que desde el género teatral y desde la lectura del autor se iban desmoronando a través de una escritura que narraba una realidad muy distinta a la conformación del ideal americano que el inmigrante traía junto a su magra mochila. Aquél texto desarrollaba las contradicciones sociales y humanas en la dicotomía de los de arriba y los de abajo; los patrones, tan inmigrantes y pobres hasta hacía muy poco como ellos, y los sirvientes, que en la puja por sobrevivir, eran también capaces de atravesar el límite de la decencia, vulnerables en sus debilidades, contradictorios en sus afanes, de vuelta de los sueños que no se cumplían. La propuesta de Cacace parte del hipertexto Discépoliano, tan similar al “Cambalache” de su hermano Enrique, y describe como esa sociedad receptiva expulsa a sus hijos y los lleva a enfrentarse con los mismos dramas en un territorio otro. Buenos Aires 1925, Barcelona 2000, luego tal vez de nuestra última gran crisis, Sangra pone el acento como en una espiral las relaciones entre los dueños del paisaje y aquellos que trabajan por un pedazo de cielo ajeno, pero sobre todo hace hincapié en las discriminatorias relaciones entre los inmigrantes esta vez  no europeos sino latinoamericanos. Lobo (Miguel Sorrentino), su mujer Julia (Sol María Cintas) y el primo de ésta, Nene (Andrés Molina) son argentinos que luchan para sobrevivir entre dos frentes el de afuera el de los dueños del dinero, y el de adentro, el de las envidias y desconfianzas entre ellos mismos; pero se sienten y se lo hacen sentir al personaje de Marina (Julieta de Simone) que son superiores en una escala de valores que viene de larga data y que trasladan a un escenario otro. Hasta allí el texto de Discépolo se puede leer aunque fragmentadamente y ser entendido en toda su semántica, incluida la secuencia del robo de la joya cuya funcionalidad no es otra que la que intriga primera propone; pero Cacace hace un trabajo interesante cuando a los dos tiempos históricos que se cruzan en la puesta 1920 (Postguerra europea) en Buenos Aires; siglo XXI en Barcelona, los une en el personaje de Lobo cuando éste ingresa el peronismo y la nostalgia en la marcha que es uno de los recuerdos que el personaje guarda. Los acordes de la marcha peronista, la violencia del relato de la muerte del perro, los dolores de parto de Julia, el desprecio de clase puntual en el maltrato y en la conformación del personaje de Luly (Julieta Arriola) son flashes de una sociedad de violencia dejada atrás en lo físico pero que aparece en toda su carga de agresividad en las relaciones cotidianas, y en el trato con el otro, tan latinoamericano como él, pero al que no le reconoce identidad ni presencia. El personaje de Marina (Julieta De Simone), permanentemente amenazado por el entorno, de unos y de otros, es en la puesta no sólo el chivo expiatorio del conflicto, sino la puesta en acto de la contradicción que encierra el personaje de Lobo al no ver en ella una “compañera”. Las excelentes actuaciones hacen creíble el relato escénico, a pesar de no seguir un orden lineal, y hay momentos de una belleza poética inesperada en los soliloquios de Marina cuando recuerda su vida, su lugar y sus hijos. Cada sistema significante está en función de dos principios constructivos: la violencia y la fragmentación. En el ámbito de cruce social, las situaciones violentas y fragmentadas atraviesan el espacio ficcional, lo saturan y lo “arrojan” sobre el espacio del espectador. Desde el título, Sangra…., la obra nos encierra en un cierto grado de tensión. Como contrapartida, algunos momentos de calma, de inercia -una noche calurosa y el canto de algunos grillos. En el espacio virtual, en la extraescena -la fiesta y la playa, jóvenes burgueses en una noche de desbordes. En oposición, el espacio escénico es el lugar de los inmigrantes, de los indocumentados, que están detrás de un sueño. Pero, ya finalizada la fiesta, de madrugada, la violencia interrumpe desde afuera: ha llegado la policía ante la denuncia del robo dispuesta a revisar e interrogar a los únicos “sospechosos”. Y, al mismo tiempo, otro tipo de “violencia” se manifiesta en escena, pero ésta es natural, física e incontrolable: un bebe que puja por salir, por abandonar el vientre de su madre. Único refugio existencial, en nuestra condición de individuos, en el cual no es ejercida la violencia. Consideramos que la propuesta estética de Sangra. Nuevas Babilonias da cuenta de la práctica posmoderna teatral, siguiendo a Beatriz Rizk:

            De forma análoga a lo sucedido con las “grandes narrativas”, el discurso lineal que refuerza “la ficción del sujeto creativo” en el modernismo, pasamos a la fragmentación de un  discurso […] que parodia, cita, repite, remeda y se apropia de cuanto texto le venga bien a la artesanía del escritor. […] La acción se concentra en la gestualidad que acompaña al fallido intento de diálogo y, por encima de todo, al silencio que en este caso (1) sí parece ser más elocuentes que las palabras, en una sociedad cuya violencia ha llevado a muchos de sus habitantes a la indolencia y al conformismo (2001:103-107]

Fragmentación que permite escuchar el eco de otros discursos que atraviesan la violencia constitutiva de nuestra historia y que aluden a la muerte, a la sangre, al sacrificio, y también a todas nuestras bajezas, y que van desde El Matadero en adelante. Sangra es una puesta potente porque estalla el significante en pedazos punzantes que llegan al espectador, que no puede quedar indiferente.

 


Sangra: Nuevas Babilonias
Actúan: Julieta Abriola, Sol María Cintas, Julieta De Simone, Andrés Molina, Miguel Sorrentino
Música Original: Patricia Casares
Escenografía y Vestuario: Lala Celeznoff
Diseño de Luces: Pehuen Stordeur
Diseño Gráfico: Maddonni – Branca
Asistencia de Dirección: Ruth Palleja – Facundo García DuPont
Supervisión Dramatúrgica: Mauricio Kartún
Prensa: Simkin & Franco
Dramaturgia y Dirección: Guillermo Cacace

Apacheta Sala - Estudio
Pasco 623, C. A. B. A, Teléfono: 4941-5669.
http://apachetasalaestudio.blogspot.com/

Bibliografía
Rizk Beatriz J, 2001, “La fragmentación del discurso literario y su aplicación al teatro” en Posmodernismo y teatro en América Latina: Teorías y prácticas en el umbral del siglo XXI.
Madrid: Iberoamericana. Pág: 103-114.



Nota
[1] Si bien Rizk analiza la obra El paso (Parábola del camino), creación colectiva del grupo La Candelaría de Colombia, nos resulta productivo para aplicar en Sangra. Nuevas Babilonias.


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